Por Lourdes Torres, lourdes.torres@gruponacion.com.py

Fotos Archivo-Gentileza-shutterstock

Todo el tiempo escuchamos y decimos que “el coronavirus ha sacado a la superficie lo mejor y lo peor de nosotros” y de la sociedad, por supuesto. Mientras unos ayudan y ponen su empeño al servicio de los más vulnerables, otros se manifiestan duramente contra compatriotas que regresan al país o personas que padecen covid-19 o lo han padecido y sus familias. Psicólogos y sociólogos nos dan respuestas a esta situación que nos afecta.

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Con la aparición del coronavirus en el mundo y su declaración de pandemia, las consecuencias han sido analizadas desde diversos aspectos: sociales, económicos y, sobre todo, sanitarios, por los efectos que ha causado en muchos países del mundo. En esta edición dominical de La Nación, recorremos el sendero de las consecuencias y efectos de la presencia de la pandemia en nuestras vidas en lo psicosocial, dado que toda crisis humanitaria hace aflorar, como bien se dice en todo el mundo a menudo hoy: “lo mejor y lo peor del ser humano”, en cuanto a sentimientos y actitudes.

Es por eso que en poco tiempo que lleva el covid-19 en el mundo, y en especial en Paraguay, desde que se declaró la emergencia el pasado 11 de marzo, esa situación límite, no solo alteró la rutina social y económica del país, sino que dejó al desnudo el aumento de sentimientos como la solidaridad y su contracara, el egoísmo, podríamos decir casi en partes iguales. La crisis sanitaria y sus consecuencias han motivado muchos gestos de solidaridad, como por ejemplo de parte del personal sanitario que se desvive por cuidar a los pacientes, en muchos casos, con escasos elementos de bioseguridad, exponiendo su salud para cuidar la vida de sus pacientes.

En Paraguay, uno de los gestos de mayor solidaridad ciudadana, de vecindad que hasta hoy en día se mantiene, son las famosas “ollas populares”, donde la comunidad se ha organizado para alimentar a cientos de miles de personas, ante el paro económico que trajo la cuarentena. Son muchos los paraguayos y paraguayas que han quedado sin trabajo y sin la posibilidad de alimentar a sus familias. También el espíritu solidario se patentiza en la colecta de víveres y alimentos para entregar a aquellos hogares más carenciados y otras formas como recomendar la compra de productos realizados por personas que pertenecen al grupo de los que perdieron empleos o están imposibilitados de trabajar. Estas y otras formas de expresión de la solidaridad se han podido ver en el país, ni bien comenzó la emergencia sanitaria, incluso mucho antes que el Gobierno brinde algún tipo de ayuda económica a través de distintos planes.

Pero, la contracara también es parte de la realidad y en consecuencia, al mismo tiempo que vemos numerosos gestos solidarios, también somos testigos de distintas manifestaciones de indiferencia o peor aún, de intolerancia hacia otras personas. Uno de los casos más vistos y comprobados de la falta de empatía es el rechazo –a veces hasta violento en palabras y hechos– de muchas personas hacia los connacionales que quisieron volver al Paraguay desde el exterior.

Muchos levantaron su voz en rechazo de su presencia, haciendo manifestaciones en contra, inclusive rodeando con barricadas la zona destinada a albergues en los que los repatriados iban a permanecer en cuarentena. Mucha gente los ha rechazado, pese a las recomendaciones de especialistas sobre la importancia de mantener el aislamiento social, que aceptaron cumplir los que regresaron al país.

También se destaca en ese sentido, la actitud egoísta de comerciantes, que buscaron sacar ventaja de la situación al remarcar los precios de insumos básicos.

EGOÍSMO VS SOLIDARIDAD

Entonces, ante las crisis, ¿el ser humano es egoísta o es solidario?, para responder a esta disyuntiva, hemos recurrido a psicólogos y sociólogos que brindaron su parecer a La Nación. Al respecto, la doctora en psicología y científica del Conacyt , Alejandra Vuyk, señaló que todos los momentos de crisis sacan lo mejor y lo peor de las personas, según de lo que sientan realmente. Pueden contribuir o ayudar o no, ante lo que represente una amenaza para su vida o su entorno, como en el caso de una pandemia.

“Cuando sentimos esas amenazas, nuestro cerebro automáticamente se pone en modo de reacción a esas amenazas. Entonces, ahí como el pensamiento es rápido, entonces, si interpretamos que hay una amenaza vamos a tomar decisiones rápidas y es ahí donde surgen mucho los prejuicios hacia las personas que nosotros sentimos que nos pueden hacer daño, o causar algún mal”, explica la profesional.

REACCIÓN AUTOMÁTICA

Por tanto, indicó que son en esos momentos, en que la persona no tiene tiempo de reflexionar porque de forma automática, sale lo peor de cada uno. “Salen las discriminaciones, los prejuicios. Como una reacción automática, dividir nuestra mente entre nosotros y ellos es nuestra tendencia más primitiva, o más básica de cada persona”, agregó.

Asimismo, explicó la doctora Vuyk, que en contrapartida, también en los momentos más difíciles, en esas crisis más fuertes, aflora lo mejor de cada persona, la empatía, la solidaridad, esas ganas de ayudar al otro, al sentir que forma parte del problema pero también de la solución.

“Entonces, sale lo mejor de nosotros, cuando sentimos que somos parte del mismo grupo, somos del mismo todo. Nuestras reacciones de empatía, solidaridad hacia los demás, de ponernos en el lugar del otro, de entender que a mí también me podría estar pasando eso. Entonces yo quiero apoyar y quiero colaborar. Es ahí que surgen muchas de esas iniciativas solidarias. La cuestión es ver cómo se podrían potenciar esas iniciativas solidarias y empáticas y cómo reducir las instancias de estigmatización y discriminación”, concluyó.

Alexandra Vuik.
Ramón Fogel.

¿DE DÓNDE VIENE EL MIEDO?

En tanto, el sociólogo profesor Ramón Fogel se cuestionó de dónde viene ese miedo, que hace surgir lo mejor y lo peor de las personas. Sostuvo que para poder controlar esos miedos, lo fundamental es la comunicación adecuada, con informaciones correctas. “Estamos en este momento en que el mundo está con miedo, y nada menos que a la muerte, a no amanecer con vida. Bueno en esas condiciones las comunicaciones se vuelven fundamentales”, expresó.

El sociólogo señaló que justamente en esos momentos de crisis y temores al contagio de una enfermedad que aun no tiene cura, como el coronavirus, es que se originan los comportamientos solidarios, en las comunidades sociales más vulnerables. Es por ello que se ven esas conductas solidarias, como son el compartir los alimentos, con las ollas populares que se han ido multiplicando y que con asombro podemos ver se mantienen en el tiempo.

“Sin embargo, los sectores sociales acomodados probablemente sean menos solidarios. En este sentido tenemos que tener en cuenta que Paraguay es el país más desigual de un continente más desigual, eso implica egoísmo, eso significa que los que más tienen recursos pagan mucho menos impuesto que los sectores con menos ingresos”, comentó.

MAYOR INVERSIÓN SOCIAL

Para el sociólogo, ese egoísmo social aflora con la crisis sanitaria porque la situación requiere muchos gastos e inversiones y en ese contexto se da la negativa sistemática a aumentar las contribuciones impositivas incluso a futuro. “Esto quiere decir que los costos de la pandemia van a trasladarse sobre las espaldas de los que menos ingresos tienen y más sufren la merma de ingresos, esto es inequidad, una manera de ver el egoísmo”, acotó.

Mencionó además que el control de estas conductas es diferente si se trata del rechazo de estos albergues o de los compatriotas que residen temporalmente en los albergues. “Se trata en esos casos de la necesidad de una campaña sistemática demostrando que no existe ese riesgo de contagio, que no hay promiscuidad en esos albergues, que no existe ese riesgo; mientras no se dé esa información en forma verificable, el problema va a ser de difícil control porque muchísimos paraguayos quieren regresar”, mencionó el sociólogo.

Por tanto, esta pandemia del coronavirus, como cualquier otro momento de crisis humana, hace que afloren toda clase de sentimientos y actitudes, buenas y malas, dependiendo de que la persona sienta empatía o miedo. Si bien el ser humano por naturaleza es solidario, también es cierto que en su estructura mental están primitivamente instalados la autodefensa y el rechazo a todo lo que pudiera causarle algún mal. La cuestión final está por parte de la sociedad, que sepa en su conjunto afrontar estos momentos y fomentar las buenas acciones que ayuden a la construcción social.

INCERTIDUMBRE, ANSIEDAD Y TEMOR…

La psicóloga Franca Lacarrubba señaló que las personas sean más solidarias o más egoístas, ya depende de su forma de ser, de las experiencias vividas.

La presidenta de la Sociedad Paraguaya de Psicología, licenciada Franca Lacarrubba, realizó igualmente una evaluación del comportamiento humano, ante la crisis por coronavirus. En ese sentido, señaló que la pandemia del covid-19 está produciendo crisis que se evidencian en los ámbitos social, económico, político y psicológico especialmente, lo que lleva a cambios en el modo de vivir, en las costumbres, en los sentimientos.

En una comunicación con La Nación, mencionó que esta situación produce reacciones en las conductas de las personas, con aumento de la incertidumbre, ansiedad y temor. Durante la crisis pueden aflorar también comportamientos que ya se tenían, pero que debido a las restricciones, han aumentado, como el resentimiento, agresividad, depresión, etc., con reacciones adversas.

“Desde el punto de vista psicológico, estas conductas o reacciones pueden llevar a disminuir lo que se siente o por el contrario, puede aumentar. Que las personas sean más solidarias o más egoístas, ya depende de su forma de ser, de las experiencias vividas y de educación que ha recibido, sumado esto a la cultura, la influencia de las redes sociales y a los valores de la sociedad”, precisó la profesional.

Añadió que es así que puede observarse personas muy solidarias, con vocación de servicio, que piensan en los demás y ayudan. “Es ahí donde se ven como ejemplo, las ollas populares, redes sociales de ayuda. También se observa, por otra parte, personas que piensan solo en su beneficio personal y no el de los demás. Vemos como ejemplo, que hay personas que discriminan a quienes ingresan de otros países porque lo ven como una amenaza, son creencias o prejuicios que provienen del temor, de la inseguridad y falta de información precisa”, comentó.

Al evaluar estos comportamientos, la licenciada Lacarrubba señaló que la sociedad de consumo refuerza el egoísmo al incentivar solo la satisfacción de deseos y crear más necesidades, “hecho que produce frustraciones cuando no puede lograrse cuando interviene una situación de aislamiento como la que estamos pasando”, acotó.

Finalmente señaló que los efectos de la crisis y en especial del distanciamiento físico continuarán manifestándose en el comportamiento de la gente, pero lo importante “es resaltar los hechos solidarios y acciones de forma responsable, ya que tendemos a imitar el comportamiento de los demás”, concluyó.



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