Sus últimas palabras fueron en favor de las naciones indígenas. Las mismas palabras que durante toda su vida hicieron del sacerdote jesuita y antropólogo Bartomeu Melià Lliteres un gran defensor de las causas indígenas del Paraguay. El hombre que veía al mundo con una perspectiva diferente se fue un día antes de cumplir 87 años.

Siendo las 4:30 del viernes 6 de diciembre del 2019, Bartomeu Melià falleció como consecuencia de una insuficiencia hepática. A sus 86 años, el sacerdote y antropólogo venía soportando algunas complicaciones en su salud, que se fueron agravando en los últimos días hasta que se confirmó su deceso. El primer informe oficial fue comunicado a través de la cuenta de Twitter de la Congregación Jesuitas del Paraguay pasadas las seis de la mañana.

A partir de eso, no pararon los recuerdos, las notas sobre su vida, sobre su historia, sobre su legado, pero, sobre todo, sobre su tenaz lucha a favor de la dignificación y respeto de los pueblos indígenas. De acuerdo con sus datos biográficos, Melià nació en Mallorca, España, el 7 de diciembre de 1932. Se hizo sacerdote jesuita en su país y en 1954 llegó al Paraguay. Justo el año en el cual nuestro país entraba en una de su etapa más nefasta: la dictadura de Alfredo Stroessner.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Melià empezó a trabajar y a conocer el mundo indígena. Trabajó principalmente con los guaraníes de Paraguay y Brasil, estudiando su cultura y su lengua. En aquella época, los grupos indígenas no ocupaban espacios en la agenda mediática y mucho menos en la del Estado. Ya recibido, además de antropólogo, Melià fue propulsor de la visibilización de la vida de los indígenas y, sobre todo, de la exposición de sus problemas.

La historiadora Milda Rivarola lo define de la siguiente manera: “Yo no lo ubicaría en la categoría solamente de antropólogo porque además de estudiar a los indígenas, él aprendía y tenía una relación con las comunidades. No lo ubicaría solamente como intelectual porque si bien tenía un trabajo incansable con una producción de al menos uno o dos libros por año, nunca dejó de ser curioso. De aprender. Estudiaba la historia para tener siempre una mirada hacia el futuro. No paraba de crear conocimientos. Y eso es sabiduría, para mí era un sabio”, expone.

Rivarola, que lo conoció y compartió varios ámbitos con Melià, habla de la capacidad que tenía el sacerdote de tener una perspectiva diferente sobre todo lo que abordaba. Aquello de ver el mundo con ojos diferentes, siempre con proyección a lo que vendrá. “Yo creo que eso es lo que nosotros perdemos. Si bien hay gente que estudia sus trabajos, que estudia sus textos, esa perspectiva que tenía de las cosas muere con él. Eso no se hereda”, dice la historiadora.

Rivarola recuerda que cuando participaban en encuentros con otros historiadores e intelectuales, Melià escuchaba a todos y solo intervenía cuando se le pedía y, generalmente, era para dar una interpretación general sobre los temas abordados, siempre con una mirada diferente, con proyección. “No había tema que no le interese. Era un ser muy grande”, asegura.

***

En pleno apogeo de la dictadura estronista, se registró uno de los acontecimientos de mayor injusticia contra los pueblos indígenas en Paraguay. A inicios de los años 70, en la zona del departamento de Canindeyú, se tuvo lo que hoy es conocido como “la masacre de los aché”, ya que decenas de indígenas de esta comunidad fueron asesinados luego de que terratenientes –que empezaban a comprar miles y miles de hectáreas de la zona– denunciaran que los indígenas mataban sus vacas y animales para alimentarse.

Aquel episodio marcó a Melià, que hizo numerosas denuncias al respecto, lo que le valió, en 1976, ser expulsado del país por el régimen. El caso de los aché llegó a la ONU e incluso fue tapa del New York Times debido a la crueldad de los hechos relatados por los sobrevivientes de aquella masacre. Hasta hoy, el Estado paraguayo no reconoce aquella matanza.

Tras la caída de Stroessner, Melià volvió al Paraguay para seguir con su trabajo. Siguió comprometido con las causas indígenas, pero también le fue agregando mucha actividad académica, además de ensayos, artículos y libros.

COMPROMISO INCLAUDICABLE CON LA JUSTICIA

El padre Guillermo Cabello, de la congregación jesuita, compartió horas y varios momentos con Melià. Lo recuerda como alguien que siempre estaba abierto al diálogo, que gustaba del cine europeo y que a pesar de sus reconocimientos y premios que supo cosechar, se mostraba siempre como un miembro más de la comunidad.

“Él siempre estaba con ideas nuevas e interesantes. Tenía un compromiso inclaudicable con la justicia, sobre todo con aquellos más desfavorecidos, como por ejemplo eran y siguen siendo los pueblos indígenas”, expone Cabello.

Cabello cuenta, por ejemplo, que tanto fue el compromiso de Melià con esta causa que sus últimas palabras fueron en favor de las naciones indígenas. “Él (por Melià) visibilizó a los indígenas de Paraguay a nivel nacional e internacional. Valorizó toda la riqueza que tienen estas comunidades. En cierta forma, se dejó transformar por la vida de estos pueblos y por eso les entendía, les acompañaba y ellos también se sentían a gusto con él”, dice Cabello.

“Es prácticamente imposible ser como el padre Bartolomeu, como nosotros le decíamos con cariño. Porque él sencillamente rompió moldes. Lo que nosotros podemos hacer como miembros de esta congregación es seguir su línea de acción. De buscar siempre la justicia, de trabajar por la gente vulnerable”, señala el sacerdote.

Asegura que todos en la comunidad jesuita están muy tristes porque ya no estará con ellos una persona brillante, con chispa, que supo congeniar su trabajo intelectual con su labor sacerdotal. Una persona que supo ser un líder espiritual y académico, pero a la vez seguir aprendiendo de los demás, de los pueblos indígenas que él tuvo.

“Melià era una persona que te daba nuevas perspectivas del mundo”, resume Cabello.

AMABA AL PARAGUAY

El comunicador, poeta y sacerdote jesuita Alberto Luna Pastore, una persona cercana a Meliá, también dio su testimonio para La Nación sobre la vida y obra del sacerdote Meliá.

“Meliá amó al Paraguay, lo eligió desde su juventud como misionero jesuita. Amó al pueblo guaraní, se identificó profundamente con su lengua y su espíritu, con su tradición religiosa y su cultura. Compartió con ellos la persecución y el destierro que viven hasta hoy los pueblos indígenas. Consagró su vida, hasta el final, a acompañar sus luchas y defender sus causas. Podríamos decir que la persona y la obra de Meliá son como un abrazo redentor que se empeñó en aliviar las profundas heridas que la colonia dejó en el teko guarani. Heridas que todavía siguen abiertas, por lo que su testimonio es un desafío para los que quedamos”, expresa Luna Pastore.


Dejanos tu comentario