Cuando el personaje se fusiona con la persona, y a través de su arte trasciende de sí, para volverse un ícono en la cultura, la memoria hace eterno el legado de esos seres. Juan Bautista Castillo Benza, casi un desconocido por ese nombre, él, que quedaba arropado por el papel que asumía: Nizugan dejó de existir el martes de noche, generando la congoja colectiva, y masivas publicaciones sobre su arte, su talento y su ausencia.

Un infarto se llevó al padre de “Cachito” a los 81, de los cuales más de 60 fueron trabajando con la animación, la magia, y shows infantiles, donde su muñeco compañero se hizo protagonista de diversas y divertidas historias.

“Papito querido, te fuiste tan rápido que todavía no lo puedo creer, gracias por todas tus enseñanzas y apoyo que me diste en todo. La magia y el espectáculo están de luto con tu partida, cómo olvidar esa sonrisa con tu muñeco inseparable, Cachito”, escribió en su cuenta de Facebook Juan 'Junior' Castillo, conocido como Nizugan Júnior, luego del deceso de su padre.

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En abril pasado, cuando se casó su hijo, Nizugan, le heredó a Cachito, durante la ceremonia. La imagen fue compartida en las redes sociales y la gente dejó ver su cariño hacia el mago. Los restos del querido artista fueron velados ayer en el velatorio Futuro, y se viralizó en la ocasión una foto en la que Cachito yacía sentado, casi acongojado guardando el duelo por su creador.

La ciudadanía en general podrá despedirse hoy de Nizugan, desde las 7:00. Sus restos estarán en el Salón Rufo Galeano del Sportivo Luqueño. A las 10:00, el responso se hará en el Santuario Virgen del Rosario de la ciudad de Luque. El sepelio se cumplirá en el Cementerio Futuro de Tarumandy, camino Luque – San Bernardino.

Momento en que Nizugan hereda a Cachito a su hijo.

LA MAGIA COMO PROFESIÓN

La magia ha sido y sigue siendo el motor de vida de la familia Castillo. El padre de Nizugan, don Julio Castillo, era un mago aficionado que abrió el camino no solo a su hijo dentro del mundo de las ilusiones, sino que a través de él maravilló a miles de niños durante varias generaciones, poniendo en juzgamiento ese límite que pone lo verosímil y lo que captan los ojos, haciendo que los imposible sea posible a través de la magia.

Nizugan empezó en los escenarios trabajando como “Toto”, pero tiempo después asumió el nombre su nombre artístico, un sobre nombre que le había puesto que en principio lo molestaba, pero que se fusionó con él mismo.

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