Que la alegría de la resurrec­ción llene de esperanza nues­tros corazones, más todavía en estos momentos difíci­les que enfrentamos por causa de la pandemia. En esta coyun­tura más que nunca es un momento de vivir la Pascua entregando a nuestro prójimo solidaridad sincera y generosa. Las circunstancias nos indican que es momento de volvernos uno solo, para trabajar con fervor por el bien común de todos, está claro que solo con la unidad de pensamiento y acción podremos sal­var con dignidad esta incertidumbre que nos plantea el coronavirus SARS-CoV-2, que produce la enfermedad de covid-19.

En este momento, la prioridad única de los ciudadanos y de las autoridades estatales es mantener bajos los nive­les de contagios del covid-19, si quere­mos retornar a la normalidad, aunque fuese con niveles mínimos de restric­ciones. Todo lo demás estorba, y como mínimo es inhumano con el prójimo. Con un escenario diario con récords de internados, fallecidos y contagiados no hay lugar para la politiquería, para el discurso oportunista, para el cierre de rutas o para la violencia de conocidos grupos afines a resolver sus diferencias de pensamiento con la piromanía.

El caso del presidente de Argentina, Alberto Fernández, no es único, como él muchas otras personas en el mundo contrajeron covid-19 a pesar de estar vacunados debidamente. Presuponer que vamos a ganarle al virus en los hos­pitales o que con la vacunación todo esto termina son dos errores garrafa­les, por decir lo menos. Si bien la espe­ranza siempre está latente de que algo lo suficientemente buena surja como para parar la pandemia, hasta ahora nada se avizora en el futuro cercano que garan­tice algo así, al menos por ahora.

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Por tanto, es importante continuar con la guardia arriba y no aflojar con los cui­dados básicos, incluso si estuviésemos vacunados: usar adecuadamente el tapa­bocas, lavarnos mínimo por 30 segundos las manos con agua y jabón, además si es posible desinfectarlas con alcohol; man­tener distancia de dos metros cuando interactuamos con otras personas; evi­tar aglomerarnos sin los debidos cuida­dos, rehuir de lugares con poca ventila­ción, entre otras medidas. Esto, que es tan fácil de cumplir, haría una enorme diferencia, no solo en las salas de los hos­pitales que tendrían menos pacientes, sino también en el sector productivo, para lograr la reactivación económica, la apertura de fuentes de trabajo, en defi­nitiva, mejorar la calidad de vida de los habitantes de nuestro país.

Es necesario mantener activa la solida­ridad con las personas, que de manera directa o indirecta están sufriendo los efectos de la pandemia. Si bien es res­ponsabilidad del Gobierno encontrar las estrategias y aplicar las tácticas necesa­rias para aliviar las secuelas del virus, la autogestión siempre resulta valiosa y oportuna, hay que continuar ayudando a sostener las ollas populares, la provisión de medicamentos específicos que son difíciles de conseguir, brindar un poco de nuestro tiempo para voluntariamente ayudar con alguna experticia que ten­gamos o simplemente para acompañar y aplacar la soledad de los que sufren.

La Pascua para el mundo cristiano y judío es la libertad, la alegría, la salva­ción, el triunfo de la vida sobre la muerte. El mejor mensaje pascual que podemos brindar a nuestros prójimos, en época de pandemia, es continuar con la solidari­dad y aplicar las medidas anticovid para cuidarnos y cuidar a los demás.

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