Las proyecciones son un pro­nóstico de diversas variables económicas que se construye a partir de un análisis macro, con base en la información estadís­tica del sector real, fiscal, balanza de pagos e internacional, etcétera. A par­tir del análisis de la información se logra entender el comportamiento actual y prever un futuro posible para posteriormente aplicar posibles polí­ticas que enfrenten o mejoren los pro­nósticos negativos. La variable de la enfermedad del covid-19 hace que la esperanza y el optimismo exacerbado nos juegue una mala pasada, como equivocarnos en el análisis y formu­lar proyecciones de ficción que nos lleve a tomar medidas desacertadas. Es verdad que todos queremos, en el campo de la economía, que todo vuelva a la normalidad, que nuevamente el comercio fluya, porque hay una grave pandemia de aumento de la pobreza y el desempleo; sin embargo, la incer­tidumbre que genera la enfermedad es transversal en todos los campos de la sociedad, por ello es que, a pesar de estar en la tercera etapa de la flexibili­zación de la cuarentena, el dinamismo económico es bajo.

De ahí que al proyectar el escenario de la pospandemia se debe ir más allá de solo dos períodos fiscales, puesto que los efectos que puede causar el covid en el campo de la economía familiar y en la economía nacional aún no están total­mente conocidos, tampoco sabemos cuánto durará esta situación de emer­gencia sanitaria. Países que flexibiliza­ron la cuarentena de manera absoluta están teniendo nuevas oleadas de con­tagio y estamos expectantes de como volverá a afectar la vida económica en esos países.

En nuestro caso, aún no hemos llegado al pico de infectados y tampoco sabe­mos si vamos a llegar, porque a pesar de los números crecientes y de los llama­dos desde el Ministerio de Salud para no decaer en los cuidados sanitarios, debemos reconocer que se administra la parte sanitaria con bastante eficien­cia. Entonces, nada está dicho, el riesgo de una hecatombe en el sistema sanita­rio está latente, con su efecto sobre el comercio y la producción.

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Las proyecciones del Fondo Moneta­rio Internacional sobre el dinamismo económico de nuestro país señala que estará muy por debajo de lo esperado inicialmente para el período 2019-2022. Hasta la semana pasada el orga­nismo anunciaba que tendríamos una caída económica de hasta un 5%, lo que a su vez significaría un costo de US$ 18 mil millones menos, el número equivale al 40% de nuestro producto bruto. Esta cifra puede modificarse, hacia arriba o hacia abajo, conforme al avance de los niveles de contaminación que tengamos.

El ex presidente del Banco Central del Paraguay Carlos Fernández Valdovinos advertía que podría ser mayor la caída “si el ‘rebote’ de la actividad decep­ciona”. “Hay que tomar con pinza la proyección del 2021 y el 2022, porque va a depender de muchas cosas, de cómo terminamos este año, porque aún no sabemos cuál va a ser el agujero fiscal, o qué medidas se va a tomar, tampoco se sabe cómo se va comportar el consumo en lo que va del año pese a las aperturas de los sectores en las distintas fases”.

La construcción de las ideas para la reactivación económica debe pasar por sostener el empleo, lo que significa que previamente se deben aplicar todos los mecanismos para sostener la vigencia de las empresas, como lo viene haciendo el Banco Central del Paraguay, desde el Gobierno aún falta un plan que con­venza a todos y con la certeza de un mejor sistema sanitario impulsemos la reactivación del consumo.

Como advierten los expertos, si a los números bajos que se pronostican tene­mos un rebote nuevamente por debajo de lo que advierten los organismos internacionales la pérdida sería mayor a los US$ 18 mil millones en el caso de la economía nacional y será incuantifi­cable en la economía familiar. A mayor vulnerabilidad ante el virus, por el relajamiento social, mayor es el riesgo de empeorar la situación económica y el volver a la nueva normalidad equi­librada tomará aún más tiempo, un mejor futuro está en manos de la crea­tividad e innovación de la gestión del Gobierno y en la responsabilidad ciu­dadana.

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