“Lo peor de la peste no es que mata los cuer­pos, sino que desnuda las almas y ese espec­táculo suele ser horroroso”, esta frase de Albert Camus, en su obra litera­ria “La Peste”, subraya la miseria humana que suele aflorar en tiempos de crisis, como la actual. La pandemia del COVID-19 sacó a flote que habi­tantes en nuestro país ante el dilema de preservar la economía o la vida, muchos de ellos no dudaron en privi­legiar la renta.

Este es un buen momento para ser héroes, simplemente haciendo lo correcto por el beneficio de todos. Los muertos no van al supermercado ni adquieren productos en las farma­cias o laboratorios, todos nos nece­sitamos. Unos más que otros, rea­lizamos sacrificios para que como sociedad paraguaya logremos salir con los mejores resultados, de esta situación que está poniendo de rodi­llas incluso a naciones poderosas, los comerciantes y empresarios no están fuera de esta realidad.

El virus de la miseria humana acom­paña al del coronavirus, cuando asistimos a incrementos exorbitan­tes en precios de productos de con­sumo masivo y no experimentamos la humanidad de los empresarios o comerciantes. Como tampoco fir­meza desde el Gobierno para poner un alto definitivo al incremento arti­ficial de los precios.

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Aunque se levanten en las próximas horas las medidas de aislamiento social riguroso y retorne la produc­ción y la liquidez, desde el Gobierno se debe aplicar con tenacidad el con­trol sin contemplación a empresas y comercios que pretenden acrecen­tar sus riquezas aprovechándose de los efectos económicos y sociales que trae aparejada la pandemia del COVID-19.

La activista Naomi Klein explica en su análisis sobre la “doctrina del shock” que “las diferentes formas de organi­zar la sociedad favorecen o refuerzan diferentes partes de nosotros mismos. Si está en un sistema que, como sabe, no cuida de la gente, y no distribuye los recursos de manera justa, nues­tro impulso por la acumulación estará en alerta. Piense esto y reflexione. En vez de empecinarse en pensar en cómo pueden cuidarse a sí mismo y a su familia, podemos cambiar y reflexio­nar sobre la forma de compartir con nuestros vecinos, y ayudar a las perso­nas más vulnerables”.

Entonces, todos podemos ser héroes, desde nuestros propios espacios, si aceptamos que nuestra misión en esta pandemia no termina en acre­cer nuestra riqueza a costa de quie­nes están pasando lo suficientemente mal, por no poder colocar una comida digna en la mesa de su familia. Sea­mos poderosos e invencibles, pero poniendo en práctica la verdadera solidaridad y no sacando a flote nues­tras miserias humanas.

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