Con bombos y platillos, el Gobierno anunció el lunes la construcción de 200 kilómetros de rutas asfalta­das en siete departamentos de la Región Oriental del país. Aparte de los aplau­sos de las empresas vialeras, que están de parabienes con las nuevas obras anunciadas, el regocijo del Poder Ejecutivo es porque con este tipo de emprendimientos cree que empu­jará a mejorar la economía que en el primer semestre del año cayó en recesión por la dis­minución de 2,5% del producto interno bruto (PIB).

Aunque ningún vocero oficial lo diga, el Gobierno sabe que parte de la mala situación a que se ha llegado es por no haber invertido lo suficiente en los primeros diez meses de su gestión, por lo que ahora se ve en la necesidad de gritar a los cuatro vientos las nuevas inver­siones que va a emprender. Aunque tardía­mente, las autoridades están comenzando a entender que muchos emprendimientos que se dejaron de hacer por diversos motivos son parte de las causas de la recesión a que se ha llegado.

Las estadísticas oficiales están mostrando el fuerte golpe que está recibiendo la pobla­ción del país por la caída de la actividad eco­nómica, ya que su impacto se observa en la disminución del ingreso de la gente, en el aumento de la subocupación y el desempleo, además del alza del porcentaje de trabajado­res con precarios ingresos.

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El boletín trimestral del empleo de la Direc­ción General de Estadística, Encuestas y Cen­sos (DGEEC) ha dado a conocer cuán fuerte ha impactado en los bolsillos ciudadanos la mala situación económica. Así, por ejemplo, el nivel de ingresos de las personas que viven en el país cayó en 6% en el tercer trimestre de este año comparado con igual período del 2018. De julio a setiembre del año pasado el ingreso promedio mensual de la población del país era de 2.597.600 guaraníes, en tanto que en el tercer trimestre de este año ha sido de 2.442.500 guaraníes, lo que representa una disminución del 6%.

Los más afectados por el bajón en los ingresos mensuales son los que dependen de la agri­cultura, la ganadería, industrias manufactu­reras, comercio y servicios. En algunos casos la caída ha sido de hasta el 15%. El único sec­tor que tuvo mejora en los ingresos es el de la gente vinculada a la construcción, que creció en 4,6%.

El impacto de la caída de la economía también se notó en la situación de la fuerza laboral, ya que en este tercer trimestre aumentó el por­centaje de trabajadores que perciben menos del salario mínimo de 34,2% a 35,6%. En tanto que el grupo de trabajadores que gana entre 1,5 salarios mínimos y más descendió del 36,8% al 33,9%. El porcentaje de personas cuyos ingresos mensuales va de 1 a 1,5 sueldos mínimos subió del 29% al 30,4%.

Otro de los renglones muy sensibles y en que se nota la recesión es en la cantidad de gente sin empleo, pues del 6% del tercer trimes­tre del 2018 el desempleo pasó a 6,2% ahora, luego de haber subido al 7,4% en el segundo trimestre del año. En tanto que la subocu­pación por insuficiente tiempo de trabajo aumentó del 5,2% al 6,6%, mientras que la tasa combinada de subocupación y desocu­pación ascendió del 11,1% en el tercer trimes­tre del 2018 a 12,9% en similar período de este año.

Estos datos de la realidad económica mues­tran hasta qué nivel han llegado las conse­cuencias de la recesión, por lo que los errores cometidos hay que rectificarlos con urgencia para empezar a diagramar nuevas estrategias para la reactivación.

Es positivo que el Gobierno quiera mover la economía invirtiendo en nuevas rutas, por­que la construcción tiene su efecto multipli­cador. Pero no basta con eso, porque hay que reactivar con fuerza la producción industrial, el comercio de bienes y servicios. También la agricultura y la ganadería necesitan incen­tivos especiales para superar el mal año que han pasado.

Todo el esfuerzo del aparato estatal debe estar enfocado en la única obsesión de lograr la reactivación, como una tarea patriótica que requiere el momento actual. Por eso tiene que proceder con decisión, creatividad y rapidez.

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