El enojo del presidente Marito por la falta de respeto a sus decisiones y las críticas, gene­rando resistencia tanto de la clase política en general como de sus correligionarios en particular, específi­camente en el caso de un nombramiento concreto de un correligionario para un cargo clave, no deja de tener cierta razón, ya que se supone sin lugar a dudas que él es el “number one”, el que tiene la lapi­cera para nombrar y desnombrar cargos, instituir y destituir a mandantes con absoluto poder, ya que es su responsabi­lidad… y ahí está el quid de la cuestión: la decisión del Presidente es responsable.

Marito acaba de nombrar como ministro de Agricultura a su amigo de confianza, cuyos antecedentes tanto en materia política como administrativa son más bien faranduleros y escandalosos, con las debidas disculpas a los farandule­ros; es más, este amigo, Rodolfo Fried­mann, quien fungía de acompañante de Marito, provocaba más pena y hasta vergüenza que méritos o gloria. El pre­sidente Marito no se dio por enterado en ese entonces porque sus funciones tenían tan poca trascendencia que generaron poco ruido, pero no es el caso que nos ocupa. Marito nombró al improvisado funcionario nada más y nada menos que al frente del Ministerio de Agricultura, sin duda uno de los puntos neurálgicos de nuestra economía, de la marcha del país.

Aquí vale recomenzar por el principio. Está capacitado el farandulero… Con base en qué antecedentes… Hasta el padre del privilegiado planillero afirma desconocer sus méritos para ejercer cargo alguno y, mucho menos, uno tan delicado. Bastará hacer un sondeo en Villarrica para encontrar que hasta el nombramiento, más que respeto, genera carcajadas y burlas sobre el nombrado y, lastimosamente, sobre el nombrador.

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Cabe revertir ahora la cuestión del Presi­dente. ¿Es serio su nombramiento? ¿Ha analizado la elección?

Y esto obliga a replantear la cuestión. ¿Ha analizado el Presidente con seriedad su nombramiento o lo ha hecho con total ligereza, por no decir irresponsabilidad? A juzgar por las reacciones, desde las más serias a las más jodonas, nadie le ha dado mucho crédito a la decisión presidencial, por lo que debemos llegar a una conclu­sión más grave. El Presidente tomó la decisión para tan alto y estratégico nom­bramiento en uno de los frentes claves de la economía con absoluta ligereza, hasta se puede llegar a decir con preocupa­ción si el presidente de la República está pensando sus decisiones con la respon­sabilidad que representa tan alto cargo de gobierno; en cuyo caso tenemos que empezar a preocuparnos más todos los ciudadanos.

Y es de esperar que el Presidente tam­bién piense con más seriedad, consulte con verdadero sentido crítico y analice los cambios que va a hacer, nombrando a funcionarios de acuerdo a su capacita­ción y experiencia y no a meras razones de índole política o amistosa.

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