En toda la etapa democrática del Paraguay ninguna autoridad desig­nada o nombrada por el Poder Eje­cutivo había logrado en pocas horas lo alcanzado por Rodolfo Friedmann Alfaro: el unánime rechazo de los principales gremios empresariales y de la ciudadanía.

Es cierto, hubo funcionarios que ya en el momento de ser designados despertaron cierta desconfianza o una resistencia para ejercer un cargo, pero en ningún caso con anterioridad a este el rechazo o el malestar había llegado a la coincidencia de la unanimidad.

No es un dato menor que los principales gre­mios productores como la Asociación Rural del Paraguay (ARP), la Coordinadora Agrí­cola del Paraguay, la Unión de Gremios de la Producción (UGP), Capeco, Fecoprod, entre otras organizaciones, mostraran “su profundo malestar” por el cambio de ministro, en este caso de Denis Lichi por Friedmann.

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Y no es precisamente que Lichi haya tenido una gestión brillante ni que haya satisfecho tanto a productores pecuarios como agrícolas durante los últimos 13 meses. Pero es la “capa­cidad” y los antecedentes de su sucesor los que hacen dudar a los gremios empresariales –con justificada razón– sobre la administración que pueda tener el ex gobernador del departa­mento de Guairá.

Por supuesto que el estado de preocupación y de malestar del poderoso sector productivo es justa, y es una posición que debe ser escu­chada. La sustitución en la estratégica car­tera se produce en un momento económico delicado, con una fuerte desaceleración de la economía, en el que el panorama tanto regio­nal como mundial está complicado y que exige acciones concretas y firmes de parte de geren­tes con experiencia y decisión para poder reencauzar el rumbo.

En ese escenario se produce la salida de Denis Lichi, un funcionario que tuvo una opaca administración y que también había desper­tado cierta desconfianza al inicio de su labor, pero que en relación al futuro ministro sin dudas –y esta es la visión de los productores– era un funcionario “de lujo”.

El futuro para el sector que debe afrontar la recuperación del estamento agrícola-gana­dero no solo es desalentador por la coyuntura, a ello se agrega la desconfianza sobre una per­sona que ha sido conocida en los últimos años más por la prensa rosa que por sus bondades como administrador o como político. Ade­más de los antecedentes que ha tenido en la empresa familiar, donde no ha tenido desta­cado trabajo, según lo ha dicho en numerosas ocasiones su propio padre.

Es precisamente en el cuarto departamento del país donde Friedmann Alfaro desarrolla gran parte de su trayectoria –política y empre­sarial– y en ambas muestra desempeños insu­ficientes. En la Gobernación del Guairá, la misma a la que supuestamente había renun­ciado, asunto que generó un terremoto polí­tico en ese departamento, el ahora ministro tuvo una pésima administración con denun­cias de irregularidades que saltaron durante su tiempo de gestión y que ahondaron aún más la suerte de los guaireños.

Con estos antecedentes, tanto en el sector público como en el privado, que son profusa­mente conocidos o denunciados, Friedmann Alfaro llega a la cartera donde alguna vez diri­giera Hernando Bertoni, el destacado inge­niero agrónomo que dirigió durante varios años este ministerio. Sin dudas que la elección de este personaje es una de las más desacer­tadas y desatinadas que haya hecho el presi­dente de la República, que ratifica con este nombramiento la enorme desorientación de las acciones de su gobierno.

De a poco va acabando un año complicado y a las puertas de la siembra para el sector pro­ductivo, la decisión de Mario Abdo Benítez de colocar en el MAG a su aliado y amigo con cero preparación para el cargo aumenta la incerti­dumbre y agrega una nueva cuota de intran­quilidad en un segmento que es vital para la recuperación de la economía.

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