Las manifestaciones violentas del senador Paraguayo Cubas son últi­mamente una escena habitual en los pasillos del Congreso y en la sala de sesiones de la Cámara de Senado­res. Aparte de ser un malísimo ejemplo en el comportamiento de un legislador, su con­ducta va contra las normas de buena educa­ción, la prudencia y el respeto que se mere­cen las instituciones de la República.

Porque él fue electo para hacer leyes y trabajar por el pueblo y sus intereses y no para hacer de deplorable “showman” de lamentables espectáculos de pugilismo y mala educación.

Es difícil saber qué pretende con ello el legislador. Parece que con los imbéciles actos que protagoniza quiere redimir al país de sus graves problemas, como si los contri­buyentes que le pagamos su salario no fué­ramos dignos del buen comportamiento de sus legisladores.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Desde que inició su carrera política parti­daria, el señor Cubas demostró su extraña propensión a la violencia. Y en vez de esgri­mir argumentos, utilizar el raciocinio de las personas normales para demostrar su posi­ción, eligió la más lamentable manera de exponer sus posturas: la grosería, los actos indecorosos, la agresión física y otras for­mas de destemplanza. Comportamientos que no son propios de las personas norma­les y que no caben en la manera de actuar de los hombres sensatos.

Comenzó su serie de intervenciones insen­satas con insultos a sus ocasionales ene­migos políticos en la zona de Ciudad del Este, donde fija residencia. Lejos de esgri­mir como conducta el cumplimiento de las leyes, hizo uso de la agresión de hecho, verbal y física, que suele ser el proceder de la gente que vive al margen de la ley. Como abogado de formación académica, demostró precisamente todo lo contrario con su pro­cedimiento delincuencial.

En una de sus lamentables actuaciones para protestar contra la Justicia y sus exponen­tes, en una ocasión fue a defecar en el des­pacho de un juez, acto que fue aplaudido por los espíritus simples y reprochado por la gente que esperaba de él razones y argu­mentos jurídicos y no un acto de tamaña vulgaridad y estupidez. Es que de un ser racional se espera confiadamente un razo­namiento lógico y no una simple acción de la fisiología animal.

Más adelante, en varias actuaciones públi­cas siguió demostrando su predilección por la rudeza estéril para ganar el aplauso de sus adeptos y llamar la atención de ciertos medios de comunicación. Lo que consiguió con creces y por ello continuó actuando en el Congreso y lugares públi­cos, denostando contra sus enemigos rea­les o imaginarios con un lenguaje soez que lo descalifica como persona pública.

Uno de los incidentes más recordados que lo tuvo como principal protagonista es cuando en plena sesión del Senado enfrentó con violencia al senador Juan Carlos Galaverna que estaba en su curul, le derramó agua y le tiró una botella de plástico en un hasta entonces insólito acto de vulgaridad en la Cámara Alta.

Poco después, por este y otros actos de inconducta, el pleno de la Cámara Alta lo suspendió en sus funciones, sin goce de sueldo, por 60 días. Luego del plazo del castigo que merecidamente se le dio, el senador Cubas retornó al Congreso sin enmendar sus errores y con igual o peor conducta, como ha demostrado en sus últi­mas y públicas actuaciones. En todas las ocasiones que se le presentan, siempre que haya público y cámaras periodísticas, se despacha con lenguaje sucio y actos inde­corosos hacia sus adversarios.

La violencia y todas sus formas de mani­festarse no son necesarias en una sociedad civilizada en que debe primar la obser­vancia del derecho y la cordura. Porque está demostrado que los actos de agresión son infecundos en buenas acciones y solo engendran nuevas formas de violencia.

El comportamiento del senador Cubas es absolutamente reprochable desde donde se lo mire y debe ser rechazado por la sociedad.

Dejanos tu comentario