A las inundaciones de varias zonas del país por la crecida del río Paraguay y otros cursos fluvia­les se ha agregado últimamente la acumulación excesiva de agua por la gran cantidad de lluvia caída, especialmente en el sur del país. Sumándose al drama que se venía viviendo desde el mes pasado, incluso en la capital se produjo el viernes último una lluvia de extraordinaria violencia por su volumen, que en una hora causó estragos en diversos puntos de Asunción y el Área Metropolitana.

La violencia de estos fenómenos que ata­can de manera inmisericorde ha puesto de relieve que el país, incluso la capital que está mejor estructurada, no está prepa­rado para hacer frente a este tipo de ataques furiosos de la naturaleza. Y dejó así al des­cubierto nuestra extrema vulnerabilidad para enfrentar estos percances.

Las inundaciones acompañadas de las tor­mentosas lluvias han dejado hasta el lunes último a 62.000 familias en situación de vulnerabilidad en todo el territorio nacio­nal. Son más de 300.000 personas que están sufriendo y que necesitan el socorro de los organismos del Estado y de la socie­dad nacional.

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Teniendo en cuenta que hasta el lunes, según la contabilidad oficial, se habían asis­tido a 47.796 unidades familiares mediante la colaboración de todos los organismos del Estado, quedarían todavía más de 14.000 familias con problemas que no han sido asistidas suficientemente.

La localidad más trágicamente castigada en esta contingencia ha sido Pilar, la capital de Ñeembucú, que, por su experiencia en numerosas inundaciones del pasado, es la ciudad mejor preparada y con la gente más entrenada en todo el país para enfrentar este tipo de contingencias. Hecho que no le quita dramatismo a la situación actual por­que es el sitio donde mayor cantidad de agua ha caído en jornadas lluviosas en la historia reciente y que representa un poco envidia­ble récord en la materia.

Así como esta realidad muestra con todo su rigor nuestras debilidades estructura­les como país, este drama continuado que afecta a miles de paraguayos desde el Norte hasta el Sur es una clara invitación para asumir posturas que hagan que en el futuro las inundaciones no afecten a tantas per­sonas. Y que no se produzcan las pérdidas económicas y sociales que provocan en cada ocasión.

Ningún gobierno ni persona alguna podrá impedir que ocurra este tipo de fenómenos meteorológicos. Porque la naturaleza tiene sus leyes y comportamientos que están fuera de la voluntad del hombre a quien somete en cualquier sitio del mundo a sus trágicos designios. Eso no está en discusión, aunque la estulticia humana no lo ha podido absorber todavía para aprender la lección.

Por eso la experiencia demuestra que no hay mejor remedio contra los embates inataja­bles de la naturaleza que la prevención y el trabajo inteligente. Es la mejor respuesta para hacer frente a esas agresiones. Solo hace falta tomar la decisión necesaria y empezar a trabajar para ello.

El drama económico y social que vive actualmente el país con el inmenso dolor de miles de personas es la mejor oportunidad para que el Estado y la sociedad decidan tra­bajar para defender a las comunidades cos­teras y hacer que en el futuro el sufrimiento sea menor y, si es posible, afecte a muy pocos. No puede ser que cada vez que sube el nivel del río o que llueve con gran intensi­dad gran parte de la población del país viva en zozobra. En el Paraguay existe la expe­riencia y la tecnología de cómo defender a la gente contra las extraordinarias crecidas del río o los peligros de las grandes lluvias.

Encarnación y localidades vecinas sopor­tan el alza de 7 metros del nivel del Paraná sobre la altura normal ocasionada por el embalse de Yacyretá mediante la defensa costera construida para ello. ¿Por qué no hacer algo similar en las riberas del río Paraguay habitualmente afectadas por las inundaciones? El barrio San Francisco alberga a un millar de familias que antes sufrían las subas del río Paraguay y ahora viven lejos de ese peligro. ¿Qué falta para replicar esa experiencia en las zonas inun­dables de la Gran Asunción?

El Gobierno tiene la respuesta. De él depende la solución de estos dramas de la gente.

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