La convención “autoconvocada” y a medida impulsada por Colorado Añetete el día de ayer en la Junta de Gobierno logró su retrógrado propósito para el que fue concebido: ampliar los años de antigüedad para poder aspirar a cargos dirigenciales o postular a cargos electivos de relevancia.
Esta decisión termina convirtiéndose en un grave retroceso y una incoherencia mayúscula sobre la inclusión de las nuevas generaciones en el principal partido político del país.
Es también una grave incoherencia con relación al discurso inclusivo y de aggiornamento sobre la participación de la juventud, un hecho que le da la espalda a los procesos de renovación, necesarios en los partidos políticos de nuestro país, tan infestados de corrupción y corporativismos.
En los últimos tiempos, los jóvenes habían hecho una irrupción destacable en el escenario político y han tenido una activa participación en el quehacer público local. Pero la decisión tomada ayer por una mayoría de los convencionales termina de relegarlos.
Construir un futuro diferente para el país, distinto al que se ha heredado de la larga dictadura estronista por ejemplo, requiere el esfuerzo de todos los paraguayos. Desde luego que en este proceso se precisan de aquellos que poseen enorme experiencia, pero –sin dudas– también requiere del empuje juvenil, necesario para alcanzar las grandes transformaciones.
Pero la retrógrada decisión de la convención termina convirtiendo el fascinante discurso de la inclusión en falacia, dejando por el suelo aquellos pomposos discursos sobre rejuvenecer las luchas con la juventud decidida y valiente del país.
Durante años se ha sostenido que la participación es ineludible para provocar los cambios y las transformaciones que se requieren. Sin embargo, condicionar de tal forma como lo han hecho los colorados el día de ayer termina empeñando y postergando las aspiraciones de cientos de ciudadanos, de espalda a lo que históricamente la ANR ha venido promoviendo en ese afán de contribuir con el engrandecimiento de la República en su carrera hacia los cargos públicos.
La decisión tomada por un amplio sector de Colorado Añetete no solo posterga a los líderes jóvenes, sino que también ratifica y consolida los caudillismos seniles, pues deja en manos de sempiternos y averiados caciques la conducción de esta centenaria agrupación. Ese no es el camino del coloradismo del futuro, es consolidar el cierre de las puertas a la savia nueva, de finiquitar la expulsión o la exclusión de la juventud en los liderazgos de los propios proyectos.
A las resultas del cambio perpetrado no se explica muy bien cuál ha sido la jugada. Si la misma busca convertirse en un látigo contra los rivales políticos de la interna partidaria (motivados por rencillas personales) o si los seguidores y adherentes del presidente de la República han involucionado a la ANR al conservadurismo más puro.
En resumen, esta maniobra que tiene el aval del propio líder de Colorado Añetete no es más que un nuevo intento de que los dirigentes-escombros, varios de ellos ocupando cargos de relevancia en el actual gobierno, se perpetúen en sus cargos y en sus privilegios, relegando a los jóvenes dirigentes que vienen asomando en el escenario republicano. Con este retroceso, los antiguos caciques tienen garantizado volver a integrar las listas electorales y postular a las distintas administraciones, puesto que no habrá la fórmula nueva de la juventud que los haga sombra. El mensaje que emite hoy el Partido Colorado es de regresión, lamentablemente. Más tarde, o más temprano, tendrá efectos negativos.
Con este criterio, la llanura aguarda si no se toman acciones correctivas.