Recién seis meses después de asumir el Gobierno, el Equipo Económico Nacional se enteró de que la situación económica está en problemas y se reunió para admitir que no puede seguir espe­rando sin hacer nada. Fue solo después de que la mayor industria textil del país anunció que suspende parcialmente sus actividades y luego de que, desde agosto hasta los últimos días de febrero, numerosas otras empresas pidieron la suspensión laboral de más de 3.000 obreros debido a la situación en que se encuentran. En otras palabras, solo cuando las papas ya están quemando el Gobierno se anima a asumir que la situación económica está delicada y que no puede seguir mirando hacia el costado.

Previamente, varias organizaciones empresa­riales se habían quejado reiteradamente de la caída de sus ventas y los técnicos más recono­cidos habían señalado con datos indesmenti­bles que la economía tenía señales inequívo­cas de declinación, a las que las autoridades nacionales no les dieron mayor importancia. El Ejecutivo estaba más interesado en los jue­gos de la política interna con sus inútiles peleas de facción dejando de lado nada menos que la economía del país, que estaba dando señales de alarma.

Este olvido de la situación económica a favor de la atención exagerada de los temas de la política hizo que un grupo de empresarios saliera a pro­poner el lema de “más economía y menos polí­tica” para llamar la atención sobre la realidad que nos estaba aquejando. Porque era muy evi­dente que las principales figuras del Gobierno se estaban entreteniendo en demasía en el juego de la politiquería olvidando que la vida del país es mucho más que eso. Y, sobre todo, que desde los últimos meses del 2018 estaba declinando la actividad económica, especialmente la comer­cialización de productos nacionales y, por con­siguiente, poniendo en peligro la producción de los mismos, especialmente en el área fabril.

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Hoy en día el debilitamiento de la economía ya no es solo la simple queja de los empresarios ni la interpretación de los analistas, que se pue­den aceptar o no aceptar como válidas. Ahora algunas importantes empresas fabriles están pidiendo suspender sus actividades, lo que afectará al ingreso de miles de trabajadores, que con sus familias llevarán la peor parte de esta situación.

El Gobierno ya no podrá decir que solo se trata de la versión de los agoreros o del sentir de los profetas de la desventura. Porque estamos viviendo ya en carne propia, con los dolores punzantes del paro parcial de fábricas y de los trabajadores, la dura realidad.

A raíz de la situación actual hay quienes apun­tan al presidente de la República como último responsable de la situación que estamos viviendo, dado que es el más alto exponente del Gobierno Nacional, que maneja los asuntos del país. También señalan que el país está llegando a esta situación por la falta de liderazgo del pri­mer mandatario, que no ha sabido conducir con acierto estos primeros meses de su admi­nistración.

Discusiones aparte, este es el momento en que el Presidente tiene que tomar el toro por las astas y tomar decisiones valientes para encarar el problema económico. Debe dejarse del exceso de politiquería y comenzar a actuar dando señales concretas para generar un cambio de expectativas entre los industriales, comer­ciantes, productores y trabajadores. Tiene que meterse de lleno en el tema y comandar directa­mente la nave económica del país con el Equipo Económico y sus mejores asesores del área.

Debe ordenar la rápida ejecución de inversiones en infraestructura con proyectos que movili­cen la construcción y contraten mucha mano de obra. Tiene que articular medidas concretas con las industrias maquiladoras que exportan sus productos y están en dificultades. El contra­bando tiene que ser combatido a muerte y hacer que las industrias nacionales puedan volver a vender bien sus productos, sean alimentos y otros artículos, para que se movilice el comer­cio y se reactive el consumo. Y, sobre todo, gene­rar sentimientos saludables en los agentes eco­nómicos no solo para que mejore el humor, sino para que crezcan la esperanza y las ganas de invertir.

El Gobierno debe entender que en este momento la política más importante para el país es atender la economía y hacer que ella se reactive.

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