En una democracia tan incipiente como la paraguaya, la pluralidad de expre­siones debe converger para que exista un único interés, que es el bien común. Es por ello que la confrontación de ideas, el debate maduro, diverso y desinteresado son fun­damentales para exponer precisamente cuál es el rumbo a seguir y qué es lo que implica la toma de decisiones que tendrán incidencia a futuro. No cabe duda que en estos menesteres, históri­camente, la sociedad ha tenido un necesario pro­motor de este debate: los partidos políticos.

En ellos recayó y recae la responsabilidad de estimular, promover y comunicar la discusión para que de esta manera el ciudadano intervenga y participe en las decisiones. En una palabra, los partidos políticos han sido, o solían ser al menos, un magnífico puente entre los anhelos ciudada­nos y el logro de los mismos.

Gran parte de esta tarea la han cumplido en el pasado los partidos de oposición, específica­mente. Nadie puede olvidar el testimonio de lucha que, por ejemplo, el Partido Liberal Radi­cal Auténtico (PLRA) tuvo durante la larga dic­tadura de Alfredo Stroessner. Sin embargo, atrás quedaron esos años en los que los azules eran considerados la reserva moral ciudadana. Cier­tas decisiones tomadas en los últimos tiempos por sus dirigentes dan cuenta que la alta militan­cia partidaria está definitivamente reñida con la idoneidad y el intelecto.

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El actual presidente del PLRA, Efraín Ale­gre, sorprendió esta semana con el nombra­miento del joven Stiben Patrón nada menos que para representar al partido de Eligio Ayala en el amplio debate convocado por el Gobierno sobre la reforma de algunos artículos del Código Electo­ral. Los cambios en la forma que los paraguayos elegimos son un tema sensible a nivel ciudadano que han mostrado a través de diversas moviliza­ciones (o escraches que arreciaron en los últimos meses contra políticos investigados o procesados por la Justicia) su desazón con la clase dirigencial.

Patrón no es un “dirigente” liberal más. Identi­ficado con el efrainismo (que es el oficialismo en la actualidad entre los liberales), este joven saltó tristemente a la notoriedad pública por haber sido uno de los principales protagonistas de los luctuosos hechos que se registraron el 31 de marzo del 2017. Las imágenes difundidas a tra­vés de la televisión y de los distintos portales en internet mostraban escenas del pandemonio en que se convirtió la sede del Poder Legislativo con la quema de sus instalaciones. Patrón era, junto con otros dirigentes azules, uno de los que ingre­saron al sector del Senado para provocar destro­zos e incendiar el Congreso.

Esa conducta vandálica y despiadada del efrai­nista hoy aún sigue bajo investigación, aunque con una absoluta lenidad de parte del Ministe­rio Público, que hasta ahora no ha tenido la sufi­ciente firmeza de hacer avanzar el proceso.

La postura asumida por Efraín de enviar a un impresentable como Patrón al debate señalado, por supuesto, no ha caído bien en filas del PLRA, donde varios de sus dirigentes, entre ellos los propios legisladores azules, cuestionaron dura­mente al titular partidario.

No es para menos. Senadores y diputados lamen­taron que el equipo designado para representar al partido en estas deliberaciones (compuesto además por Christian González y Liliana Boc­cia) es absolutamente improvisado y no se con­dice con el respeto hacia grandes exponentes del liberalismo paraguayo. Ni siquiera con aquellas personalidades que hoy día están mucho mejor preparadas y que tienen una vasta y dilatada trayectoria tanto en la política como en materia legislativa. Patrón ni siquiera es abogado, según lo mencionó él mismo, aunque alega ser el autén­tico “representante de la juventud liberal”.

Evidentemente, este tipo de decisiones des­prestigian y debilitan la ya alicaída imagen del partido al que pertenecieran grandes e ilustres figuras de la historia paraguaya y es deber de los liberales de bien insistir en retornar por la senda del decoro y la decencia. Y ese camino es el opuesto al que propone Efraín al tratar de impo­ner a su mimado en la deliberación de los gran­des temas del quehacer nacional.

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