Han pasado pocos días desde que mujeres, en individualidades y colectivos, desvalorizaran el nombramiento de una mujer en el cargo de vicepresidenta y posible presidenta en un intervalo en esta transición del poder político. Hay que recalcar que, además de individualidades, generalmente elegidas por los colegas por su presencia mediática, hubo declaraciones grupales, es decir de representantes de organizaciones de mujeres, que dejaron de lado la importancia del nombramiento de una mujer para un cargo tan importante y, hasta hace poco, inalcanzado y, dados los procesos, candidaturas y resultados de las últimas elecciones, inalcanzable para una mujer, solo por razones políticas sectarias, sin tener en cuenta que, aparte de ser mujer, la Dra. Pucheta tiene una destacada carrera profesional en el ámbito del derecho y de la justicia.

Hace poco se desató un pequeño gran escándalo en la Argentina porque en la celebración del Día de la Mujer, multitudinaria marcha por sus derechos, con apoyo incluso cada vez más perceptible de sectores masculinos, se hizo un discurso político partidista, es decir, se utilizó la marcha femenina con fines proselitistas sectarios, desvirtuando, más que la manifestación, a la discurseadora.

Aquí pasó un tanto lo mismo, ya que para ejercer políticamente el cargo podía haberse elegido, como se hace usualmente en caso de cargos importantes, a un hombre.

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La elección de una mujer, quiérase o no, tiene un valor especial y una gran significación.

Parece mucho más realista, de realidad, la decisión de un gremio de enfermeras que, desconsiderando el tema político, acudieron junto a la Vicepresidenta para plantearle sus reclamos, solicitando que agilice la aprobación de las modificaciones de la ley de enfermería que, tal cual está, al parecer contribuye más a la “precarización” de las condiciones laborales de las profesionales –y de paso los profesionales– del gremio.

El reclamo llegó así a una autoridad que entiende los problemas del género de las reclamantes, sino también las vías y los vericuetos del aparato jurídico y judicial.

El primer paso en este camino tiene varios significados. El primero que un gremio recurra a la Vicepresidencia, considerada en general en el proceso político nacional como un florero, como vía de apoyo a un reclamo de trabajadores.

No es casual el insólito, el pronto recurrir a una institución ninguneada, más que desprestigiada, por su escaso protagonismo en la dinámica cívica y política del país, ya que antes de asumir la vicepresidenta había hablado de potenciar la “función social” que forma parte de las actividades del cargo. Por primera vez se hizo pública esta responsabilidad y, como se demuestra con la primera actividad, con un resultado positivo al canalizar una nueva vía de diálogo de la ciudadanía con las autoridades.

Es decir, existe una institución, una parte del aparato del Estado, con la que se puede hablar y establecer vías de negociación e intermediación con el Gobierno.

Es un minúsculo punto de partida, tal vez, pero establece el valor de poner en marcha una nueva vía institucional, que ojalá tome cuerpo social, vivencia en la sociedad, para que no dure solamente durante el período que le toca ejercer el cargo a la flamante vicepresidenta.

Es de esperar que la lección sirva para aprender que los cargos, este cargo concreto como cualquier otro, puede ser de capital importancia, aunque haya estado considerado por tanto tiempo como un florero y dejar la impronta para demostrar algo que es de conocimiento público; que las mujeres, en general, son más y mejores dialogantes y negociadoras, cuando dejan de lado ese mal que nos afecta a casi todos en el país: el sectarismo.

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