La Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP) ha dado a conocer el viernes 9 de marzo, al culminar su 217ª Asamblea Plenaria Ordinaria, un mensaje de reflexión y exhortación sobre las próximas elecciones generales del 22 de abril próximo. Como es ya habitual en los documentos del episcopado, hace hincapié en la doctrina y sus consecuencias en la vida diaria.
Lejos de meterse con los dimes y diretes de la politiquería barata, como hubiera querido un diario matutino de la capital que se encargó de presionar en todos los días previos, ávido de una extralimitación en el mundo de la política, el Episcopado lanza las expresiones de la doctrina católica señalando que la actividad política tiene el propósito de servir a la comunidad y que en las próximas elecciones deben de participar todos los ciudadanos como compromiso con su fe y su responsabilidad ciudadana. Más que mirar el pasado o entretenerse con las rencillas políticas del presente, habla del futuro, de las elecciones y el deber ser.
"Como pastores, no decimos a quién votar, pero sí queremos ayudar a formar la conciencia sobre cómo votar y sobre las exigencias de los valores que debemos apoyar con nuestro voto", destaca el documento. Pone de manifiesto que el ejercicio de la autoridad es un servicio a la comunidad y que, por ello, la política es una de las expresiones más sublimes del amor al prójimo, pues busca el bien común.
El documento enfatiza en la necesaria participación ciudadana en las próximas elecciones para fortalecer la democracia y que ella debe promover la renovación de los dirigentes políticos, evitar que se establezcan privilegios y posibilitar que la gestión de la vida pública sea fruto de la corresponsabilidad de cada miembro de la sociedad.
La CEP exhorta a las próximas autoridades nacionales a "respetar la Constitución Nacional y acatar el marco jurídico vigente en el país, para garantizar el logro del estado social de derecho". No olvida la necesidad de la lucha contra los grupos criminales, en especial los del Norte, así como pide la reforma judicial, la depuración y el saneamiento estructural de las instituciones públicas y contar con jueces y fiscales probos en todas las instancias judiciales.
El documento episcopal ha recuperado la altura de los mensajes que se aguarda de la Iglesia en el Paraguay exhortando a la feligresía al compromiso político para servir a los demás y hacer que las instituciones funcionen debidamente para el bien de la mayoría de la comunidad nacional.
El documento se ha manifestado respetuoso del Estado y sus instituciones con el que se relaciona en base a la independencia, la cooperación y la autonomía. La Iglesia no debería "meterse" para nada en los problemas de los partidos ni en los asuntos que esgrimen algunos medios para sus fines comerciales y políticos. Mucho menos ella puede ser manejada por la línea editorial de un diario.
De hecho, somos un Estado laico, cuyos miembros tienen raíz, cultura y educación cristianas, pero aun así la Iglesia no tiene por qué meterse en el funcionamiento del Estado, que está regido por sus leyes, así como el Estado no puede inmiscuirse en cuestiones propias de esa y otras confesiones.
La conferencia de obispos ha dejado un legado para la ciudadanía con sus reflexiones y sus oportunas recomendaciones tanto para creyentes como para ciudadanos en general. Se ha ceñido a recomendar a los fieles a que se comporten de acuerdo con las enseñanzas milenarias del cristianismo, dando a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César; por lo que no se ha metido a interpretar las leyes civiles, que no le corresponde hacer, ni a indicar posturas políticas partidarias, que están más allá de su misión doctrinal y pastoral.
Con el mensaje de la Conferencia Episcopal Paraguaya, la Iglesia ha dado lecciones de equilibrio y mesura, muy necesarias para el ambiente político preelectoral que se vive actualmente en el país.