La incoherencia en el discurso, así como en las acciones, casi siempre estuvo reducida al ámbito de la dirigencia política. Pero últimamente esta falta, o esta contradicción, va sumando más protagonistas desde otros sectores también públicas. Este es el caso de los dirigentes campesinos, la mayoría de ellos vinculados a la Coordinadora Nacional Intersectorial (CNI), que en estos días marcharon sobre la capital del país, brillan por la incoherencia de sus discursos y sus actos, y últimamente los compromisos que asumen.
Los labriegos organizados se movilizaron sobre Asunción molestos porque supuestamente el Gobierno no cumplió lo prometido en el marco de la Ley de Emergencia de la agricultura familiar campesina. Este es el discurso, la razón por la que se movilizan y emprenden acciones. Pero lo que los voceros de las organizaciones de labriegos no mencionan es que para que esa norma se haga efectiva debían presentar un listado con los nombres de los beneficiarios.
De ese listado inicial, que supera las 62 mil personas y que fuera entregada por los campesinos, figuraban personas que no eran sujetos de esta asistencia, como funcionarios públicos o comerciantes, entre otros. Esta ley, que dispone fondos para aliviar la situación de miles de productores rurales, va dirigido precisamente a estos compatriotas afectados por diversas contingencias y casualidades que afectaron sus cosechas y les impidió honrar sus compromisos con las entidades financieras. ¿Cómo honrar un compromiso cuando el depositario de la ayuda no presenta los requisitos mínimos, y más aún tratándose de dinero público?
Otra de las incoherencias tiene relación con la hoja de vida de sus líderes más prominentes. Mientras éstos se muestran como auténticos representantes de los sectores más carenciados, algunos de ellos no practican la sencillez ni la modestia. Como es el caso de Jorge Galeano, líder del Movimiento Agrario Popular (MAP), que se muestra como un esforzado productor y dirigente, mientras posee una vistosa residencia en la ciudad de Capiatá, además de poseer dos camionetas a su disposición.
Lo mismo ocurre con otros "representantes" como Luis Aguayo, de la Mesa Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas (que posee una finca de 10 hectáreas que subarrienda a otros campesinos y lucra con ese pedazo de tierra ubicado en el Alto Paraná). Son solo ejemplos de cómo ellos hacen pomposos discursos sobre la sencillez y la necesidad, pero no la practican.
Asimismo, varios de estos dirigentes han recibido muchísimo dinero para sus respectivas organizaciones, pero estos fondos nunca han llegado hasta los verdaderos beneficiarios. Según datos oficiales, los siete líderes de las agrupaciones más importantes han recibido más de 13 mil millones de guaraníes del parte del Estado para la implementación de proyectos productivos, pero estos proyectos brillan por su ausencia. ¿Qué pasó con esa plata? ¿Llegó a los auténticos beneficiarios del interior profundo?
La reputación de estos dirigentes es también bastante oscura. Algunos como Elvio Benítez, o Juan Domingo Villalba, Luis Aguayo, o el propio Jorge Galeano, todos poseen o han tenido cuentas pendientes ante la Justicia. Ellos tienen o tuvieron causas penales por lesión de confianza, robo agravado, perturbación de la paz pública, así como hechos de violencia.
No hay que ser muy perspicaz para entender que este comportamiento desvergonzado de cierta dirigencia (no todos, hay que aclararlo) menoscaba la credibilidad de sus propios liderazgos y es el motivo por el que no se les tiene estima. Al contrario, se los percibe como hipócritas, oportunistas, y demagogos, carentes de ética y moral.