El miércoles último, mientras la para­fernalia mediática se ocupaba de los dos colonos de San Pedro liberados por sus secuestradores, el Gobierno entregaba 16 tractores para tareas rurales a trabajadores campesinos de 14 departamentos del país. Es el inicio de la cesión de 200 tracto­res en total que el Estado tiene propuesto otor­gar a los hombres del campo antes del 15 de marzo próximo. Este acto tiene un simbolismo muy especial, pues mientras un sector de cam­pesinos se movilizaba para protestar y exigir sus reivindicaciones, otro grupo ponía en mar­cha sus proyectos de trabajo para producir más y mejor de cara al futuro.

A los tractores se les añadieron varios imple­mentos agrícolas, como 11 rastras aradoras hidráulicas de 14 discos y 4 rastras aradoras de 12 discos. Con estos instrumentos de labranza modernos, los campesinos trabajadores com­pletan su equipo para labrar la tierra con muchas más posibilidades de éxito, pues les ayudará a tener más eficiencia y productividad en el campo.

La necesaria precisión en el mensaje obliga a hacer una distinción entre los campesinos que se esfuerzan día a día para producir más cen­trando su preocupación y esfuerzo en la cha­cra de los otros campesinos, que siempre están disponibles para hacer movilizaciones, medi­das de fuerza y protestas que, evidentemente, no se concentran en su labor agrícola. Porque están los campesinos trabajadores, que culti­van la tierra, por un lado, y los otros que aban­donan sus capueras y no sabemos de qué viven.

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En el acto, el ministro de Agricultura y Ganade­ría explicó la trascendencia del acontecimiento, pues nuestro país tiene como principal oportuni­dad para el desarrollo social y económico al sec­tor agropecuario. Y, obviamente, en pleno siglo XXI para producir más y mejor, ya no se puede andar con arados tirados por bueyes o con aza­das para carpir las chacras, como acontecía hasta ahora con el pequeño productor del campo.

El gran salto que implica ir de los arados con bueyes a los tractores agrícolas implica tam­bién que se va a producir más y mejor y que ello redundará en un mayor ingreso para las fami­lias productoras, lo que contribuirá para su ascenso económico y social.

La apuesta que está realizando el Gobierno para modernizar y hacer más eficaz y produc­tivo el trabajo campesino va a significar para la gente del campo poder salir de la pobreza para entrar en el mundo de la abundancia y el desarrollo. Lo que se podrá lograr solamente trabajando arduamente y con inteligencia, sin depender de limosnas, regalos ni prebendas de los organismos públicos o de los políticos.

En este sentido, no es casualidad lo apuntado por el productor rural de Cordillera que habló en nombre de los beneficiados por la entrega de los tractores. Dijo que están viviendo una bella realidad para su desarrollo, pues sin pedir limosna, con esfuerzo propio, están saliendo a flote. Agregó que este es el modelo de trabajo que tiene éxito y el que va a triunfar en cual­quier parte de los distritos del país.

Uno de los principales desafíos que tienen las autoridades nacionales para hacer que fun­cione y sea rentable la agricultura familiar campesina es proporcionarles a los producto­res los medios tecnológicos y conocimientos técnicos del área, como ha ocurrido en otros países que han tenido progresos cualitativos en su crecimiento.

Paraguay, como productor de alimentos, tiene como compromiso seguir alimentando a cada vez más personas de los países del mundo. Si hoy, con cerca de 7 millones de habitantes, el país puede proveer de alimentos a alrededor de 80 millones de personas, cuando la agricultura familiar sea más eficiente y pueda producir más estará en condiciones de ofrecer productos para 100 millones y más consumidores del planeta.

Las inversiones que se están haciendo en ese sentido desde distintos organismos públicos encabezados por el Ministerio de Agricultura y Ganadería van por el camino acertado. Sus fru­tos no se verán en el instante, pero en algunos años habrá cambiado la situación de muchas familias rurales que prefieren trabajar con la tecnología para alcanzar sus objetivos de bien­estar y desarrollo.

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