Ben Dooley, Vivian Yee y David Yaffe Bellany

Beirut, Líbano.

Fue parte presentación corporativa, parte defensa legal y parte diatriba inconexa. El 8 de enero, durante más de dos horas, Carlos Ghosn, el ex ejecutivo de Nissan que huyó de su arresto domiciliario en Japón y reapareció en Líbano el mes pasado, lanzó una defensa apasionada de su decisión de escapar, en la que se retrató como la víctima de un sistema de justicia corrupto y un golpe de Estado corporativo orquestado por subordinados desleales.

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Para el final del día, sentado al lado de su esposa en una sala de conferencias, Ghosn parecía más cansado que desafiante. En una entrevista con The New York Times, reconoció que había cosas de las que se arrepentía. La mayor: desearía haberse retirado antes de que se desenmarañara todo.

Ghosn fue arrestado a finales del 2018 y acusado de delitos financieros. Los reporteros que se reunieron para escucharlo en una conferencia de prensa celebrada en Beirut esperaban oír el relato de su temerario escape internacional: una veloz carrera por Japón hasta un avión rentado que lo sacó del país.

FUGITIVO INTERNACIONAL

En vez de eso, los sorprendió con una defensa de amplio espectro y a veces difícil de seguir en contra de los cargos que le imputaron los fiscales japoneses.

El 8 de enero, los fiscales japoneses respondieron con un comunicado emitido poco después de que terminó la conferencia de Ghosn, en el que mencionaron que se le había calificado como una persona que podría escapar del país, “algo evidente porque de hecho huyó y salió del país de manera ilegal”.

“Sus declaraciones durante la conferencia de prensa de hoy no justificaron sus actos”, señaló la oficina de la fiscalía en Tokio.

Ghosn, quien habló en inglés, francés y árabe durante la conferencia de prensa, comentó que fue víctima de un “asesinato de reputación” y una “persecución política”.

En la entrevista con el Times, Ghosn no brindó detalle alguno sobre su escape, salvo que “hay mucha imaginación” en algunos reportajes mediáticos en torno a su huida desvergonzada.

Al ser un fugitivo internacional, el futuro de Ghosn es incierto. Está resuelto a limpiar su nombre, pero no queda claro qué ruta legal podría tomar.

“Estoy acostumbrado a lo que ustedes llaman ‘misión imposible’”, mencionó en la conferencia de prensa como respuesta a la pregunta de un periodista sobre si pasará el resto de su vida como fugitivo. Y agregó: “Estaría dispuesto a enfrentar un juicio donde sea que crea que va a ser justo”.

PARA EVITAR LA FUSIÓN

Ghosn comenzó su discurso como si fuera una presentación corporativa, con la promesa de una defensa punto por punto y la proyección de documentos en una pantalla.

Describió las minucias del caso en su contra, habló sobre correos electrónicos y declaraciones específicas hechas a los fiscales y cerró con una presentación de documentos que respaldan su caso.

Ghosn promovió su teoría de que su arresto fue obra de ejecutivos de Nissan motivados por el hecho de que el rendimiento de la automotriz había empezado a menguar.

Además, mencionó que el cargo por el reporte incompleto de ingresos no debió haber sido motivo para llevarlo a la cárcel.

Ghosn también aseguró que los cargos en su contra fueron un esfuerzo de funcionarios de Nissan y Japón para evitar una fusión con Renault.

Desde su arresto, Ghosn y su familia han denunciado el sistema de justicia japonés, con el argumento de que ha sido la víctima de “una injusticia y una persecución política".

“No he vivido un momento de libertad desde el 19 de noviembre del 2018”, les comentó el 8 de enero a los reporteros en la sala. “Es imposible expresar la profundidad del agravio y lo mucho que valoro poder reunirme con mi familia y mis seres amados de nuevo”.

Ghosn defendió su decisión de huir de Japón en vez de enfrentar un juicio.

ARRESTO Y ACUSACIÓN

“No escapé de la justicia. Hui de una injusticia y una persecución política”, opinó. “No me dejaron otra alternativa más que protegerme a mí y a mi familia”. El 8 de enero, los fiscales en Tokio emitieron un comunicado extenso en el que aseguraron que la aseveración de Ghosn de que hubo una conspiración entre ellos y Nissan es “categóricamente falsa y completamente contraria a los hechos”.

Ghosn, de 65 años, una celebridad en Japón y un héroe para muchos en Líbano, supervisó un giro radical en Nissan a finales de la década de 1990 y tuvo un puesto extraño en el que dirigía dos grandes empresas al mismo tiempo: Nissan y Renault, con sede en Francia.

No obstante, su carrera colapsó a finales del 2018 cuando lo arrestaron las autoridades japonesas y posteriormente lo acusaron de haber declarado un sueldo menor y haberle endilgado pérdidas financieras personales a Nissan. La automotriz japonesa también fue acusada de reportar de manera inapropiada el ingreso de Ghosn y dijo que cooperaría con los fiscales.

Ghosn estuvo detenido más de cien días, y después salió y entró de la cárcel varias veces. Lo liberaron tras pagar una fianza y aceptar condiciones estrictas: no podía salir de Tokio y sus movimientos serían monitoreados, aunque no se le exigió usar una tobillera.

Aún no hay un relato oficial sobre el escape de Ghosn. Sin embargo, información del Times y de medios informativos en muchos países ha revelado un boceto básico de lo que pudo haber pasado.

La tarde del 29 de diciembre, Ghosn salió caminando de su casa en Tokio y tomó un tren bala hacia Osaka, una ciudad ubicada unos 550 kilómetros al suroeste de la capital. Luego, abordó un jet corporativo en el Aeropuerto Internacional de Kansai, escondido en una caja diseñada para equipo de conciertos. Aterrizó en el Aeropuerto Ataturk de Estambul, cambió de avión y voló a Beirut.

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