ANDREW ROSS SORKIN

A continuación presento una carta abierta dirigida a Doug McMillon, director ejecutivo de Walmart.

Estimado Sr. McMillon:

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La matanza ocurrida en su tienda de El Paso fue una verdadera tragedia.

También fue una tragedia que murieran dos empleados de Walmart a consecuencia de un tiroteo unos días antes en una tienda de la empresa en Misisipi. El ataque masivo ocurrido en Dayton, Ohio, así como la multitud de casos registrados desde hace algunos años, han sido otras tragedias más.

Es evidente que Estados Unidos es víctima de una epidemia que ni las fuerzas policiacas ni los políticos han podido o querido resolver.

Esta crisis le ofrece la oportunidad de ayudar a poner fin a los actos de violencia.

En particular, en su calidad de director ejecutivo del mayor grupo minorista del país y el mayor vendedor de armas, tiene más probabilidades de influir en el ecosistema que controla la venta de armas en Estados Unidos que cualquier otra persona del sector corporativo.

Por supuesto, no tiene ninguna culpa de lo ocurrido; sin embargo, sí tiene la responsabilidad moral de hacer algo para evitar que vuelva a ocurrir algo así.

Las armas compradas lícitamente que se utilizaron en los tiroteos masivos no se adquirieron en Walmart. No obstante, vale la pena señalar que en Estados Unidos las armas se movilizan a través de una cadena de fabricación y suministro que depende de bancos como Wells Fargo, empresas de software como Microsoft y gigantes de mensajería y logística como Federal Express y UPS. Todas estas empresas, a su vez, cuentan a Walmart entre sus clientes más importantes.

Los economistas han acuñado un término para describir el tipo de influencia que puede ejercer alguien en su posición: poder económico.

Walmart ha aprovechado este poder desde hace años en sus relaciones con proveedores, socios, distribuidores, rivales, e incluso con gobiernos estatales y locales.

Ahora, tiene la oportunidad de aprovechar esa influencia para contribuir a reparar un sistema que ha dado señales evidentes de su incapacidad de funcionar, para resolver una crisis cuyos costos no solo se calculan en términos de pérdidas y ganancias, sino también con base en el número de vidas perdidas.

Otros directivos ya han comenzado a actuar. Por ejemplo, Marc Benioff, de Salesforce, hace poco logró que su empresa cortara relaciones con minoristas que venden armas automáticas y semiautomáticas específicas, cargadores de alta capacidad para municiones y una amplia variedad de accesorios.

Ed Stack, director ejecutivo de Dick’s Sporting Goods, fue uno de los primeros en eliminar las armas de sus tiendas. También se encargó de generar mayor conciencia en cuanto a este problema. Por desgracia, como no tiene tanta influencia como usted ni su empresa es tan grande, no tuvo suficiente poder para propiciar un cambio real y sistémico.

En su empresa ya dejaron de vender pistolas y armas de asalto, además de que elevaron a 21 años la edad límite para comprar armas en las tiendas (aunque todavía venden rifles y ciertos tipos de pistolas). Le aplaudo estos cambios.

Algunos críticos han sugerido que Walmart debería dejar de vender pistolas por completo, pero no debería conformarse solo con eso, ya que podría aprovechar su influencia en los fabricantes de armas para promover cambios definitivos.

Podría amenazar a los fabricantes de armas con dejar de vender algunas de sus armas si no comienzan a incluir tecnología que emplee huellas digitales para quitarle el seguro a las armas, por ejemplo. Podría establecer revisiones de antecedentes y procesos de venta más estrictos y ejercer presión para que los fabricantes de armas solo vendan sus productos a minoristas que apliquen esas mismas medidas.

Por si fuera poco, tiene poder sobre las instituciones financieras que prestan servicios bancarios y financieros a los fabricantes y vendedores minoristas de armas, así como sobre las que otorgan préstamos a los compradores de armas. Podría aprovechar esa influencia para lograr que los bancos y los sistemas de tarjetas de crédito cambien los procesos de seguimiento aplicables a las ventas de armas. En realidad no cuentan con ninguno.

Jamie Dimon, director ejecutivo de JP Morgan Chase, en un correo electrónico dirigido a sus empleados el lunes, los invitó a “reafirmar su compromiso de colaborar en la creación de una sociedad más equitativa, justa y segura”. Puede ponerse en contacto con Dimon y decirle que necesita su ayuda para aprovechar la estructura del sistema financiero y crear un método de clase mundial dedicado al rastreo de ventas de armas con protecciones integradas. Dimon ha mostrado cierta reticencia, pero usted es uno de sus clientes.

Después, podría ponerse en contacto con Tim Cook, director ejecutivo de Apple, quien ha declarado que se siente destrozado ante tanta violencia. “Es hora de que las personas de buena fe, a pesar de sus diferentes maneras de pensar, dejen de acusarse mutuamente y comiencen a colaborar para acabar con esta violencia, por el bien de nuestro país”, escribió en Twitter.

Cook quizá lo escucharía; después de todo, Walmart vende cantidades enormes de productos de su empresa. Apple ya ha prohibido el uso de Apple Pay para comprar pistolas y municiones en línea, pero no ha ampliado esa política a las compras en tiendas físicas. ¿No sería lógico? Además, Apple se prepara para lanzar una tarjeta de crédito con Goldman Sachs y Mastercard. Podrían establecer desde un principio la política de no realizar operaciones con minoristas que vendan pistolas, o solo con aquellos que respeten el protocolo de mejores prácticas.

Tampoco estaría mal comunicarse con C. Allen Parker, director ejecutivo provisional de Wells Fargo. Wells Fargo es el banco de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por su sigla en inglés), que encabeza las acciones en contra de una legislación razonable para combatir las armas.

Ahora que han ocurrido ataques con saldo mortal en sus tiendas, tiene sentido, por el bien de su negocio, informar a Wells Fargo que, en tanto trabaje con la NRA, Walmart suspenderá sus relaciones. Wells Fargo presume en su sitio web sobre un proyecto respaldado por Walmart para otorgar financiamiento a sus proveedores. Quizá sea tiempo de reconsiderar esa alianza. O podría hacer algo más contundente y considerar la posibilidad de dejar de aceptar tarjetas de débito y crédito de Wells Fargo en sus tiendas. Podría darle a escoger a Parker entre trabajar con la NRA o hacer negocios con el mayor minorista del país.

En la última década, Walmart ha gastado decenas de millones de dólares en actividades de cabildeo en Washington, muchas de ellas para lograr la reducción del impuesto corporativo, lo que ha mejorado sus ganancias. También ha participado en el cabildeo para combatir la epidemia de opioides y para apoyar a los veteranos.

Tanto usted como otros directores ejecutivos podrían sencillamente argumentar que controlar la epidemia de violencia con armas es responsabilidad de Washington, no suya. Sin embargo, en la era de caos político de dimensiones épicas que vivimos, a los directores corporativos se les presenta la excelente oportunidad de cubrir ese vacío de liderazgo.

Las personas que perdieron la vida en su tienda merecen más que palabras de consuelo dirigidas a sus familiares. Merecen un líder dispuesto a trabajar para garantizar que nunca más ocurra algo así.

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