Andrew Ross Sorkin

Una vez que fue trasladado a una sección más grande de la cárcel, Rajat Gupta quedó cara a cara con su némesis, Raj Rajaratnam.

Rajaratnam, un administrador de fondos de cobertura caído en desgracia, no siempre fue el némesis de Gupta. Durante mucho tiempo fueron cercanos, tanto que un jurado quedó convencido de que Gupta le había contado secretos sobre un consejo de administración para que Rajaratnam pudiera negociar con información de primera mano.

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En el 2012, Gupta –otrora miembro de la élite financiera cuando dirigió McKinsey, miembro del consejo de administración de Goldman Sachs y asesor de Bill Gates– fue acusado por fraude de valores como parte del círculo de intercambio de información de Rajaratnam. Gupta fue sentenciado a dos años de cárcel. Además, culpó a quien fuera su confidente del aprieto en el que se encontró.

Entonces, los dos hombres fueron encerrados en la misma cárcel en Ayer, Massachusetts, y de pronto se toparon frente a frente. En su primera entrevista desde que fue puesto en libertad hace tres años, Gupta recordó el momento en el que se acercó a Rajaratnam en las instalaciones de la cárcel. “Le dije: ‘Raj, estoy aquí por tu culpa’”, me relató Gupta. Los hombres no se saludaron de mano. “No es de los que se disculpan, así que no respondió: ‘Lo siento’”. Los dos hombres dieron un paseo por el terreno. Entonces sucedió algo raro.

SU LADO DE LA HISTORIA

“Lo perdoné”, comentó Gupta. En la actualidad, Gupta, paria del mundo empresarial tras la exposición de su impresionante filtración de confianza corporativa, sin mencionar su estatus de criminal condenado, también quiere una disculpa… o al menos contar su lado de la historia.

El manual para casos como este, cuando la gente quiere regresar a la vida pública, está bien establecido: demuestra remordimiento, perdona a tus verdugos, acepta la dura lección aprendida.

Esta no es la estrategia que sigue Gupta. No se arrepiente en lo más mínimo. Sostiene que es inocente a pesar del veredicto que el jurado emitió en su contra con relación a tres cargos por fraude de valores y un cargo por conspiración (lo declararon inocente de otros dos cargos).

El libro de Gupta, “Mind Without Fear”, se publicará la próxima semana y cuenta la historia de cómo se desenvolvió su carrera. Es una narrativa dinámica llena de nombres de empresas y políticas resaltados en negritas. En ocasiones, es un atractivo relato de venganzas.

Gupta nunca testificó en su juicio, una decisión que dice lamentar. En su libro, aunque a todo pulmón brinda una autodefensa más completa que la que escuchó el jurado, muchas de las descripciones ya las habían escuchado –y rechazado– en la corte. El libro le exige al lector que crea algo inverosímil sobre el sistema judicial. Algunos lectores podrán sentir empatía por él, mientras que otros quizá consideren que sus argumentos son poco convincentes.

COSAS DE LA CÁRCEL”

Gupta narra casi todos los acontecimientos de su vida durante la década pasada, desde el momento en que supo que estaba bajo investigación (le llamó el director jurídico de Goldman Sachs mientras estaba en un aeropuerto, formado en una fila de revisión de seguridad) hasta cuando lo liberaron de prisión.

En el libro, o en su entrevista conmigo, lo más cerca que estuvo de reconocer un error de su parte fue cuando se percata de que no debió confiar en Rajaratnam y que habló con demasiada confianza cuando mencionó los secretos corporativos de Goldman en una llamada telefónica que grabó en secreto el FBI.

Al parecer, Gupta pasó su tiempo en la cárcel intentando sacar el mejor provecho de sus circunstancias, y de vez en cuando se reunía con Rajaratnam. “Jugamos Scrabble juntos. Jugamos ajedrez. Desayunábamos juntos”, me comentó. La mayor parte de sus conversaciones eran sobre “cosas de la cárcel, ¿me entiendes?”.

“A veces hablábamos sobre Preet Bharara”, agregó Gupta. Bharara fue el fiscal federal para el Distrito Sur de Nueva York que emprendió la cruzada de acusar tanto a Rajaratnam como a Gupta. Rajaratnam, con una sentencia a once años en prisión, “obviamente estaba bastante enojado con él”, dijo Gupta.

Gupta también está enojado con Bharara. Su libro está lleno de críticas al margen relacionadas con Bharara y lo que Gupta considera excesos de su poder como procurador.

NO HIZO LO SUFICIENTE

“Persiguió los fondos de cobertura y su círculo, llevó la historia a la prensa y tal vez nadie se percató de que los ejecutivos de los grandes bancos seguían libres”, escribió. “De que yo, como mucha de la gente que estuvo en su mira, fui un compatriota indio que solo sirvió para pulir su aura de tipo duro”.

Hay un argumento razonable para sostener que Bharara no hizo lo suficiente para presentar casos penales en contra de ejecutivos de Wall Street y otros responsables de causar la crisis financiera de 2008. Sin embargo, es muy irónico que Gupta —quien estuvo años en la cima del orden jerárquico de Wall Street— use esa crítica para ponerse en el papel de la víctima.

El caso en contra de Gupta giró en torno al día del otoño de 2008 cuando Warren Buffett accedió a realizar una inversión crucial en Goldman Sachs, para reafirmar la confianza pública en la firma cuando ese nivel de confianza era tan bajo que se consideraba peligroso.

Dieciséis segundos después de que el consejo de administración de Goldman terminó de hablar sobre la inversión de Buffet que estaba próxima a anunciarse, Gupta llamó a Rajaratnam. Este último entonces empezó a comprar acciones de Goldman. Cuando quiso explicar por qué compró en ese momento tan oportuno en una llamada telefónica intervenida, Rajaratnam mencionó que había escuchado que “algo bueno podría pasar con Goldman”.

NARRATIVA EQUIVOCADA

A Rajaratnam nunca se le acusó de crímenes relacionados con la compra de acciones de Goldman; se le condenó por haber hecho transacciones usando información ilícita. A diferencia de los pronosticadores tradicionales al interior de las firmas, Rajaratnam nunca le pagó de manera directa a Gupta por filtrar secretos. En cambio, los procuradores le dijeron al jurado que Gupta había recibido otros beneficios o los iba a recibir en el futuro.

Gupta insiste en que la narrativa de los procuradores está equivocada. Gupta asegura que no recuerda haber hablado con Rajaratnam después de la reunión del consejo de administración de Goldman —dice que tal vez habló con su secretaria— y que, si hubiera hablado con Rajaratnam, por supuesto que no habría divulgado la noticia pendiente de Buffett.

Ahora que ya cumplió sus dos años en la cárcel, Gupta quiere rehacer su vida. Ha pasado tiempo con su familia y trabajando de consultor en India. No se ha reconectado con muchos de los que eran sus amigos y colegas en el mundo empresarial.

“No quería ponerlos en una posición difícil”, explicó. Gupta señaló que había aprendido algunas lecciones valiosas durante la última década. “No te apegues demasiado a nada: tu reputación, tus logros ni nada de eso. Ahora que lo pienso, ¿de qué sirve? Es cierto, esta situación destruyó mi reputación de una manera injusta. Eso solo es un problema si estoy demasiado apegado a mi reputación”.

En aras del perdón, aún respeta a Rajaratnam, dijo Gupta.

“Le tengo que dar una cantidad extraordinaria de crédito”, me comentó Gupta cuando nos acercábamos al final de nuestra conversación. “Porque con toda facilidad pudo haber testificado en mi contra, inventar algo”.

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