• POR ANDREW ROSS SORKIN

Remington Outdoor, uno de los fabricantes de armas más grandes y antiguos de Estados Unidos, se está preparando para salir de la bancarrota.

El problema es si alguien –quien sea– comprará la empresa, en especial en una época de enorme polarización política y emocional en la industria de las armas.

Los que tradicionalmente se consideran sus compradores potenciales están volando en círculos sobre la empresa, entre ellos fabricantes rivales de armas como Sturm, Ruger & Company y algunas pequeñas financieras dispuestas a aceptar las críticas por la compra de Remington.

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Es más seductora una idea quimérica: que un multimillonario caritativo, como Michael R. Bloomberg, pudiera comprar la empresa ya sea para intentar transformarla o para cerrarla, algo así como una eutanasia filantrópica en nombre del control de armas.

Sin embargo, todas estas opciones acarrean desafíos, por lo que a continuación les brindo una idea práctica que debería considerarse como algo más que tan solo una disquisición teórica:

¿Qué pasaría si los grandes bancos que ofrecieron el financiamiento a Remington durante su bancarrota respaldaran –y se asociaran con– una o más de las grandes firmas de capital privado con el objetivo de transformar la empresa en el fabricante de armas más avanzado y responsable del país?

Después de todo, la mayoría de los bancos tiene una división de "impacto social" o al menos una iniciativa cuya intención es "hacer el bien". Y sucede lo mismo con muchas firmas de capital privado, como TPG y Bain Capital.

No buscarían terminar con el negocio; más bien sería todo lo contrario: podrían crear un modelo rentable para el resto de la industria por medio de tecnología y políticas sensatas de ventas que reinventarían al fabricante moderno de armas.

Una Remington reconfigurada con una nueva gerencia y un nuevo consejo administrativo podría desarrollar armas con tecnología inteligente. Podría apoyar la tecnología de huellas digitales que solo permite que el dueño del arma la dispare, una medida con el potencial de reducir los suicidios de manera importante y la probabilidad de que se roben las armas. Podría añadir un sello de identidad a las municiones disparadas con cualquiera de sus armas. También podría establecer y estandarizar políticas de ventas responsables para que los minoristas vendan sus armas.

¿Qué pasaría, por ejemplo, si se uniera un consorcio para que los bancos ofrecieran al comprador un préstamo por debajo de la tasa del mercado, con lo cual le darían la ventaja de un costo menor de capital a un inversionista socialmente responsable? ¿Qué sucedería si una de las grandes cadenas minoristas como Walmart y Dick's –las cuales ya han determinado que solo quieren vender armas de forma responsable– garantizaran la distribución, las ventas y el respaldo de comercialización?

Ese tipo de enfoque beneficiaría a todos los actores, incluidos los bancos y los vendedores minoristas.

LIDERAZGO Y VALENTÍA

Por supuesto que se necesita liderazgo y una cantidad importante de valentía. La Asociación Nacional del Rifle (NRA, por su sigla en inglés) y otros grupos de la industria han opuesto una gran resistencia a la menor adición de restricciones para la venta de armas.

Asimismo, hay presión desde el interior del gobierno. Apenas hace dos semanas, Michael Piwowar, un comisionado republicano de la Comisión de Bolsa y Valores, utilizó una reunión con ejecutivos de Citigroup programada con regularidad –cuyo objetivo es discutir varias regulaciones bancarias– para reprenderlos por las nuevas políticas del banco que lo distancian del financiamiento a los fabricantes de armas, de acuerdo con Bloomberg News.

Mike Crapo, el senador republicano de Idaho y presidente de la Comisión de Banca del Senado, criticó a Bank of America, el cual también ha comenzado a tomar distancia de los fabricantes de armas, y a Citigroup por medio de una carta en la que reprendió al primero por "usar su poder en el mercado para manejar políticas sociales".

Antes de instaurar su nueva política, Bank of America decidió brindar financiamiento a Remington, pero ahora el banco insiste en que ya no ofrecerá ese tipo de financiamiento.

Sin embargo, Bank of America –el cual señaló que tendría "más de 11.300 millones de dólares en activos con un enfoque ambiental, social y de manejo empresarial claramente definido" a partir de finales del 2016– podría aprovechar la oportunidad, pues es un candidato perfecto para adquirir una parte de Remington. Al igual que otros bancos, JP Morgan Chase, también con participación en Remington como resultado de un financiamiento previo, asegura que intenta restringir su relación con los fabricantes de armas. Este banco también ha sido un gran partidario de las inversiones de impacto.

Y he aquí una gran oportunidad.

Es verdad que desde hace tiempo ha sido problemático realizar esfuerzos para desarrollar e invertir en iniciativas de armas inteligentes. Ron Conway, un venerado inversionista de Silicon Valley, ha invertido durante años en empresas de armas que emplean nuevas tecnologías, sin mucho éxito. La NRA y otras agrupaciones han presionado a los minoristas para que no vendan las nuevas armas de fuego (por esta razón es tan importante que el consorcio de compra incluya a minoristas, y también por esto la compra de una empresa de armas por parte de un multimillonario generaría rápidamente un boicot).

Ha sido difícil encontrar inversionistas. Después de todo, muchas personas interesadas en el control de armas en verdad no pueden concebir la idea de invertir en algún tipo de empresa de armas, sin importar lo responsable que pueda ser. Para muchos de los bancos que han prometido no respaldar a los fabricantes de armas ahora podría ser complicado cambiar el curso, incluso en el caso de una empresa cuyo objetivo sea cambiar la industria.

Es evidente que la compleja industria de las armas no quiere cambiar, pero la oportunidad más grande de cambio podría venir de los inversionistas que se puedan insertar en ese mundo, como lo describí en una columna anterior. La semana pasada, Sturm Ruger se opuso a una propuesta de los accionistas para que detallara sus planes respecto del monitoreo de la violencia asociada con sus armas y del desarrollo de productos más seguros; los accionistas triunfaron.

Esos inversionistas, entre los cuales se encuentra un grupo de monjas, tienen la idea adecuada. Quienes compartan esa visión de una empresa de armas más segura tendrán la oportunidad no solo de tener un impacto social, sino de cosechar las ganancias que conlleva la innovación.

No se equivoquen: sin duda alguna hay un mercado para una empresa de armas que se centre en la tecnología segura. Una encuesta que realizaron investigadores de la Universidad John Hopkins y que publicó en línea la revista American Journal of Public Health reveló que el 59 por ciento de los estadounidenses estaba dispuesto a comprar armas inteligentes.

¿Alguien dará el primer paso para que esto suceda?

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