Andrew Ross Sorkin

Hace veinte años, Amazon.com salió a bolsa.

Los escépticos de Jeff Bezos, el fundador de la compañía, han pasado gran parte de estos últimos dos decenios criticándolo y vilipendiándolo. Ha sido calificado de "monopolista", "enemigo #1 de la literatura", "notorio evasor internacional de impuestos", de ser un jefe imposible y despiadado y más de una vez le han dicho Lex Luthor. Su empresa sistemáticamente era llamada Amazon punto fraude.

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Pero, ¿saben qué?

Aquí estamos, veinte años después, y Bezos puede decir con toda autenticidad y legitimidad que nos ha cambiado la vida a todos.

Ha cambiado la forma en que compramos. Ha cambiado la forma en que se usan computadoras en las empresas, trasladando gran parte de su información y sistemas a servicios de nube. Incluso ha cambiado la forma en que interactuamos con las computadoras mediante voz: "¡Alexa!".

A lo largo del camino, él compró –y arregló– The Washington Post, una de las principales instituciones periodísticas del país. Y a través de su compañía aeroespacial, Blue Origin, ha invertido miles de millones de dólares en la carrera al espacio, una de sus aficiones que, de tener éxito, podría cambiar el mundo de manera mucho más profunda que la entrega de mercancías al día siguiente.

El mismo Warren Buffett tenía sus dudas sobre Amazon en esos tiempos. "Fui demasiado tonto para darme cuenta de lo que iba a ocurrir", admitió en la reunión anual de Berkshire Hathaway este mes. "Yo admiraba a Jeff y lo he admirado por mucho tiempo. Pero no pensé que fuera a tener éxito en la escala en que lo ha tenido".

Buffett agregó: "Fallamos por completo".

Afirmó que el trabajo de Bezos es "un notable logro comercial", precisando que "una sola persona ha construido una extraordinaria máquina económica en dos industrias bastante diferentes casi al mismo tiempo, desde un punto de partida de cero, con competidores que tenían mucho capital y todo lo demás".

El socio de Buffett, Charles T. Munger, lo dijo de este modo: "Jeff Bezos es de otra especie".

Hoy en día, Amazon está evaluada en 464.000 millones de dólares: el doble de Walmart.

Y un detalle más: si usted hubiera invertido 10.000 dólares en la oferta pública inicial de Amazon, hoy en día tendría casi cinco millones de dólares.

A veces los elogios son lo indicado. Y es claro que él está teniendo su momento.

Quizá la cosa más sorprendente que pudo realizar Bezos fue haber encontrado a inversionistas que, a pesar de sus detractores, estuvieran dispuestos a invertir en Amazon aun cuando él acumulaba pérdidas sobre pérdidas.

Esto no quiere decir que los inversionistas siempre hayan estado contentos con Bezos. No, con frecuencia castigaban su acción, haciendo que pareciera una inversión muy volátil. Después, de vez en cuando, sorprendía a sus inversionistas con ganancias, como para decirles: "Sí, podemos ganar dinero siempre que queramos, si no queremos invertir en el futuro".

La mayoría de los ejecutivos están preocupados por el próximo trimestre, pero a Bezos le preocupa lo que vaya a suceder dentro de varios años. Esa es una ventaja competitiva de la que podrían aprender muchos directores de empresa.

"Si todo lo que hacemos necesita funcionar en un horizonte de tres años, entonces estamos compitiendo contra mucha gente", declaró Bezos a Wired en el 2011. Aquí, él estaba expresando la noción de que los jefes de empresa piensan en ciclos de tres años, lo cual es una evaluación relativamente generosa, dado que la mayoría de los altos ejecutivos no duran muchos más años que esos.

"Pero si estamos dispuestos a invertir en un horizonte de siete años –continuó–, entonces estaremos compitiendo contra una fracción de esa gente, pues muy pocas compañías están dispuestas a hacer eso".

En descargo de Bezos, hay que decir que él siempre fue franco respecto de sus ambiciones y su enfoque de largo plazo. "Gracias a nuestro enfoque de largo plazo, nosotros podemos tomar decisiones y sopesar pros y contras de manera diferente de la mayoría de las empresas", escribió en su primera carta a los accionistas en 1997. "No somos tan audaces para declarar que la anterior es la filosofía de inversión 'correcta', pero es la nuestra y sería un descuido de mi parte no ser claro en el enfoque que hemos tomado y que seguiremos tomando".

Nada de esto quiere decir que Bezos sea perfecto. Lejos de eso. Él ha fracasado en repetidas ocasiones –¿recuerdan su malhadada incursión en los teléfonos móviles?– pero ha tenido el éxito necesario para compensar esas caídas. Y a lo largo del camino, es probable que vuelva a fallar, cosa que él dice aceptar con los brazos abiertos.

¿Es Bezos un jefe fácil? Difícilmente. Él es increíblemente exigente. Pero es difícil suponer que los creativos productos que Amazon ha incubado y lanzado podrían haber surgido si él no fuera un triturador de almas profesional.

Como escritor, se supone que debo odiar a Bezos. Después de todo, él ha presionado a las editoriales, ha recortado los márgenes de ganancia y prácticamente ha sacado del negocio a las librerías de la vieja guardia. Y como para restregárnoslo en la cara, ahora va a establecer librerías Amazon de ladrillo y cemento.

Pero adoptar esa actitud sería no entender lo que es la innovación. Esta trastoca las industrias: véase la actual carnicería en la industria del menudeo, vuelta obsoleta por Amazon, y a todas las compañías que están tratando de copiarle el sistema.

"Amazon no es lo que le ocurrió a la venta de libros", explicó Bezos, defendiendo su papel en una entrevista con Charlie Rose en el 2013. "Lo que le ocurrió a la venta de libros fue el futuro".

Y ahora le está sucediendo el futuro a las tiendas de menudeo e incluso a los supermercados, la próxima conquista de Bezos. Y el futuro claramente le está sucediendo a la computación en las empresas.

Bezos es famoso por su risa; búsquela en Youtube. Y tiene todas las razones para estar riéndose ahora.

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