Todos nosotros lo hacemos, casi nadie está exceptuado si tiene un teléfono con internet. Es casi un “reflejo”, algo automático. Cuando esperamos en la consulta médica, cuando nos sentamos en el colectivo, incluso cuando estamos “sin hacer nada” en casa o en cualquier lugar, tomamos el celular y comenzamos a navegar por la web: redes sociales, mensajería, noticias, videos… todo toma un protagonismo en nuestra atención mirando el aparatito que nos “emboba” como nos lo hacía allá por los 70 u 80 la “caja boba”, como llamaban a la televisión. Lo tomamos como un pasatiempo, algo para “distraer la mente”. Pero, aunque pensemos que estamos aprendiendo algo del video de Youtube que estamos viendo, o conectemos con amistades a través de Whatsapp y cumplamos la premisa de no aburrirnos, esta decisión, desde el punto de vista de las neurociencias, puede no ser la más acertada.

Sucede que, según una nueva investigación publicada en la revista de la Asociación Estadounidense de Psicología, las personas subestiman el placer que les genera estar a solas con su mente. Al evitar las actividades de pensamiento, las personas pueden perderse importantes beneficios y esto se lograría debido a la enorme y sorprendente capacidad para sumergirse en su propio pensamiento, en dejar la mente libre para poder pensar. Este estudio sugiere que las personas tienen dificultades para apreciar cuán atractivo puede ser el pensamiento, lo cual podría explicar por qué las personas prefieren mantenerse ocupadas con dispositivos y otras distracciones en lugar de tomarse un momento para la reflexión y la imaginación en la vida diaria.

Pero… ¿cómo se hizo la investigación? Esta fue diseñada con el fin de comparar las ideas previas de las personas respecto a estar a solas con su mente y lo que efectivamente les ocurrió al hacerlo. Para eso, realizaron una serie de seis simples experimentos, con un total de 259 participantes, en los que se compararon las predicciones de las personas sobre cuánto disfrutarían simplemente sentarse y pensar, con su experiencia real al hacerlo. En el primero de ellos, les pidieron que predijeran cuánto disfrutarían sentarse solos con sus pensamientos durante 20 minutos, sin que se les permitiera hacer nada que los distrajera, como leer, caminar o mirar un teléfono inteligente. Posteriormente, los participantes informaron si les había generado placer. Los investigadores descubrieron que las personas disfrutaban pasar tiempo con sus pensamientos mucho más de lo que habían previsto. Esto se mantuvo en todas las variaciones del experimento (cambiaba el lugar, la duración y el momento en el que se les preguntaba si se sentían a gusto). En todos los casos, los participantes disfrutaron pensando más de lo que esperaban. En otro experimento, los investigadores compararon las predicciones de un grupo de participantes sobre cuánto disfrutarían viendo las noticias en internet, comparándolo con otro grupo que solamente se dedicaría a tener tiempo para pensar, reflexionar, estar “a solas con su mente”. Nuevamente, los investigadores encontraron que las personas subestimaban su placer de pensar. El grupo de pensamiento esperaba disfrutar de la tarea significativamente menos que el grupo de revisión de noticias, pero después, los dos grupos reportaron niveles de disfrute similares.

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En una era signada por la hiperconexión, la sobrecarga de información y el acceso constante a distracciones, puede resultar difícil pensar en los beneficios de prescindir del celular. Ahora es extremadamente fácil “matar el tiempo”. En el colectivo de camino al trabajo podés revisar tu teléfono en lugar de sumergirte en tu pensamiento flotante interno porque creés que pensar será aburrido. Sin embargo, si esa predicción es inexacta, está perdiendo la oportunidad de comprometerse positivamente sin depender de tal estimulación. Esa oportunidad perdida tiene un costo porque estudios anteriores han demostrado que pasar tiempo dejando que tu mente divague tiene algunos beneficios, según los investigadores. Puede ayudar a las personas a resolver problemas, mejorar su creatividad e incluso ayudarlas a encontrar el sentido de la vida. Al evitar activamente las actividades de pensamiento, las personas pueden perderse estos importantes beneficios.

Por último, es importante señalar que los participantes no calificaron el pensamiento como una tarea extremadamente placentera, sino simplemente como más placentera de lo que pensaban. En concreto, el nivel de disfrute promedio de los participantes fue de alrededor de 3 a 4 en una escala de 7 puntos. La investigación futura debería profundizar en qué tipos de pensamiento son más agradables y motivadores, ya que no todo pensamiento es intrínsecamente gratificante y, de hecho, algunas personas son propensas a los círculos viciosos de pensamiento negativo. La investigación futura también debería explorar las razones por las que las personas subestiman cuánto disfrutarán pensando, según los investigadores. Y es que pensar “libremente” es, definitivamente, una cuestión DE LA CABEZA. Probalo y me lo contás. Nos leemos en una semana.

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