El informe presentado esta semana por la Contraloría vino a confirmar lo que hace tiempo ya se sabía, que Brasil hizo el negocio del siglo en Itaipú con aval del Paraguay, pero sin que le haya tocado igual suerte en términos económicos. Sin entrar en muchos detalles y números, creo que basta con mirar lo que sucedió a lo largo de la historia, pues cuando se firmó el Tratado en 1973 la obra se presupuestó en torno a los US$ 2.033 millones para la instalación de 14 máquinas; sin embargo, luego de las modificaciones que sufrió el proyecto con la ampliación de la capacidad instalada, primero a 18 y luego a 20 máquinas, el costo final “en los papeles” quedó en alrededor de 12.500 millones de dólares. Sin embargo, increíblemente, esta cifra se multiplicará por cinco una vez abonada la última cuota correspondiente al año 2023. Es decir, la gigantesca central hidroeléctrica binacional terminará costando más de 60.000 millones de dólares.

No creo que haya un negocio financiero más rentable que este, puesto que ha quintuplicado la inversión de los capitalistas que aportaron para su construcción y es aquí donde me parece que no debemos perder de vista el espíritu con el cual fue creado Itaipú: Para el desarrollo de los pueblos y por eso –supuestamente– no tendría fines de lucro el emprendimiento. Empero, vemos que sí lo tuvo principalmente para una de las partes y esto fue lo que dejó más que en evidencia el informe de la Contraloría: Eletrobras y el Tesoro brasileño fueron los más beneficiados puesto que no solo se llevaron el 90% de la producción, sino que, además, al ser también los principales acreedores, lucraron a costa de los consumidores brasileños y paraguayos.

Considero que un país tan grande como el Brasil, que se presenta al mundo como un líder regional, no puede desconocer estos datos o hacerse el desentendido en esta historia. Es cierto, también hubo complacencia de las autoridades paraguayas en su momento, pero los tiempos han cambiado, el mundo ha cambiado y es momento de mirar hacia adelante.

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Por eso, ahora que estamos en las puertas de una nueva negociación, no se pueden cometer los mismos errores, y debemos apostar a una posición común que sea ganar-ganar, así como debió ser desde un principio 50-50, en partes iguales.

En ese sentido, es necesario primero llegar a un consenso como país de qué es lo que queremos lograr en el 2023, qué modelo de país es lo que queremos proyectar, porque si vamos a continuar simplemente viviendo de los ingresos que se generan por la venta de energía, deberíamos ir pensando en crear un mercado eléctrico que nos permita integrarnos en la región, así como lo hacen Brasil, Argentina y Uruguay. Hoy, Paraguay se encuentra fuera de este mercado, pese a que se podría constituir en un nodo de energía en la región.

Pero para que este tipo de proyectos sea factible debe haber una visión país de largo plazo y dejar de lado las rencillas caseras o los discursos chauvinistas con tinte más bien electoralista que no conducen a ninguna parte.

De una buena vez deberíamos conformar una selección nacional con los mejores técnicos que tenemos para negociar un acuerdo de largo plazo, de aquí a otros 50 años, y convencerle a Brasil de que queremos ser parte del negocio que hasta ahora solo les benefició a ellos.

El camino es la integración y la energía el medio que tenemos para concretarla. Esto incluso en el largo plazo nos va a convenir, mucho más, puesto que, si no tenemos nuevas fuentes, vamos a terminar importando la energía que hoy todavía nos sobra. Por eso, no desaprovechemos este momento y utilicemos a nuestro favor el informe de la CGR como un elemento de presión en la mesa de negociación, que no nos vuelvan a dejar fuera del negocio. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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