La semana pasada en su informe “Perspectivas económicas mundiales” (junio del 2021), el Banco Mundial (BM, World Bank) básicamente señalaba que “la reactivación económica mundial es sólida, pero muy desigual”; es decir, no todos tendremos la misma suerte de repuntes importantes en la actividad económica de nuestros países porque aún continuaremos fuertemente comprometidos en las campañas sanitarias contra el covid-19 y en la desesperada carrera por conseguir vacunas y su masiva aplicación para proteger a la gente, y así con protección adecuada aflojar las restricciones que frenan el movimiento de la gente y debilitan a la economía.

Los países ricos, por excelencia, salen más rápido, aunque también con algunas dificultades y no pocas incertidumbres. Pero el panorama hoy es bien distinto al de ayer, 2020; por muy lejos, favorable y beneficioso. Por eso se proyecta un crecimiento económico del 5,6% para este año de la economía mundial, que cayó -3,5% el año pasado. Las economías de Estados Unidos y China, las dos grandes potencias, tendrían un crecimiento económico del 5,4% (-4,7% en el 2020) y del 8,5% (2,3% en el 2020), respectivamente.

En el caso de Latinoamérica y el Caribe (ALC) el crecimiento proyectado es del 5,2% que no supera la caída del -6,5% del año pasado. Como casi en todas las economías del mundo, en la región parte importe del salto hacia arriba es resultado del “efecto rebote” como algo lógico e inclusive natural, pero se agregan reales factores para que no se hable solo del “efecto rebote” al medir la conducta de una economía, regional en nuestro caso, como el mejoramiento sumamente importante de los precios internacionales de nuestras principales materias primas de exportación, desde el mismo petróleo hasta la soja, el cobre, el litio, el platino, el estaño, y otros productos. Mejoramiento en los precios de exportación justamente porque en las economías ricas o desarrolladas y en pleno y acelerado proceso de desarrollo, el movimiento de producción y consumo es mayor.

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Nuestras economías vecinas no repetirán sus resultados negativos del 2020. En el caso argentino se proyecta un crecimiento del 6,4% (-9,9% en el 2020), en Brasil 4,5% (-4,1% en el 2020), Uruguay 3,4% (-5,9% en el 2020), Chile 6,1% (-5,8% en el 2020). Nuestra América del Sur como conjunto podría, según el pronóstico, llegar a crecer 5,2% (-5,8% en el 2020). ¿Y Paraguay? El pronóstico del Banco Mundial se alinea a los otros a nivel local e internacional para este año: 3,5% (-0,6% en el 2020). Escuché decir a gente inteligente, que de economía sabe nada y menos, que “nuestro efecto rebote es bajo en comparación con el de otros”. Sí. Claro. Tomemos solamente el caso de Argentina que crecería 6,4% después de caer -9,9%. Su “efecto rebote” es mayor ¡porque su caída fue mayor! Y aun así no logra recuperar, por así decirlo, lo perdido el año pasado. Lo que en nuestro caso hay que valorar, pero sin excedernos en elogios ni ocultar nuestras miserias, es la ausencia de oscilaciones profundas, de arriba para abajo y otra vez al alza. Y hay un estabilizador importante, en las buenas y en las malas: el campo.

En definitiva, para el Banco Mundial, en una de sus principales conclusiones “la economía mundial está en camino hacia un crecimiento firme, aunque desigual debido a los efectos perdurables del covid-19”: “Si bien existen signos de recuperación mundial que se reciben con agrado, la pandemia sigue generando pobreza e inequidad en la población de países en desarrollo de todo el mundo”, señaló el presidente del Grupo Banco Mundial, David Malpass. “Es fundamental que se lleven adelante, a nivel mundial, iniciativas coordinadas destinadas a acelerar la distribución de vacunas y el alivio de la deuda, en especial, para países de ingreso bajo. A medida que la crisis de salud se apacigüe, los encargados de formular políticas deberán abordar los efectos perdurables de la pandemia y tomar medidas para impulsar un crecimiento ecológico, resiliente e inclusivo y proteger, al mismo tiempo, la estabilidad macroeconómica”. Pobreza, desempleo y desigualdad, flor de desafíos que enfrentar. Y no con flores precisamente. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.

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