• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista.
  • Twitter: @FelipeGoroso

Este año se cumplirán dos años de la firma del acta secreta de Itaipú, la que dejó al Gobierno en medio de un verdadero tsunami y en las puertas de un juicio político. Contra las cuerdas y en el último round, lo salvó la campana. Fueron cuatro días de la peor crisis, porque a las crisis no solo se las califica por su gravedad en sí mismas, sino también por la forma en la que se resuelven.

En esos días, hubo varios actores con diferentes niveles de participación y protagonismo. Uno de ellos se paseó por diferentes escenarios haciendo las veces de vocero y convenciendo a diferentes sectores de que lo hecho por el gobierno estaba bien, el ingeniero Héctor Richer fue anunciado hace pocos días como uno de los principales negociadores del Anexo C del Tratado de Itaipú que debe darse con Brasil. El anuncio lo hizo el jefe de Gabinete, Juan Ernesto Villamayor.

El anuncio lo hizo en medio de otra crisis, la de otro acuerdo secreto esta vez entre PDVSA y el Gobierno. Tal vez por eso es que se ha hablado muy poco de la designación de Richer o tal vez por eso mismo es que el anuncio se dio en ese marco, para que algo tan vital para los intereses del Paraguay y los paraguayos pase desapercibido. Cuesta bastante entender qué lleva a un gobierno cuestionado a tomar una decisión tan fácilmente cuestionable, más aún en torno a un tema que debería ser una bandera. Itaipú, y ya se ha mencionado en este espacio, bien podría haber sido elegido como un eje transversal a toda la gestión de Gobierno desde sus propios inicios. Hubiese sido lo ideal pero ya no se dio.

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Ahora bien, a pesar de toda la coyuntura descripta hasta este momento, hay que decir que aún hay tiempo para Itaipú. Aún hay tiempo para que el Gobierno se apropie del tema, aún hay tiempo para que las universidades organicen debates al respecto, para que el Congreso Nacional convoque a audiencias públicas en todo el país, todavía se está a tiempo para que los medios de comunicación hagan su parte y sobre todo y principal: aún estamos a tiempo de que cada paraguayo se informe y forme opinión sobre lo que nos jugamos en la que será sin duda alguna la negociación más importante de los últimos cincuenta años.

La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, debe hacer su parte y evidenciar con hechos concretos la voluntad de asumir el papel que la historia le impone, liderar el proceso que podría llevar al Paraguay a tener una proyección positiva tanto económica como social.

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