Por Jorge Torres Romero

“Por gracia de Dios estamos al comienzo de un nuevo año. Este año, cuyo final sólo Dios sabe si lo veremos, debe estar consagrado del todo a reparar por el pasado, a proponer para el futuro y a procurar que vayan a la par los buenos propósitos y las obras santas”.

De entre todos los mensajes y augurios que he recibido para el inicio de un nuevo año, creo que esta reflexión de San Pío de Pietrelcina es la que mejor refleja los deseos que todos tenemos para este 2021; sobre todo, luego de lo que hemos vivido y padecido en el 2020, que quedará para siempre en la historia como sinónimo de infortunios y desgracias, marcado por la muerte de millones de seres humanos; entre ellos, conocidos, amigos y familiares nuestros.

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Como nunca la pandemia nos ha igualado y será recordada por mucho tiempo en el mundo por el aislamiento, la ansiedad y, en demasiados casos, por el dolor y sufrimiento que ha suscitado en todos los niveles y estratos sociales.

Sin embargo, bajo la superficie también han transcurrido hechos y situaciones protagonizadas por personas heroicas, muchas de ellas en total anonimato, que no han bajado la guardia y nos dan, si no razones para estar alegres para este año que se inicia, al menos, más motivos de esperanza en el futuro.

Independientemente a la realidad que vive el país, la perspectiva más positiva para este 2021 es la llegada de las vacunas contra el coronavirus. Para muchos, en estas medicinas se encuentra la promesa de devolver cierto sentido de normalidad; siempre que el gobierno pueda garantizar que se vacune a una cantidad suficiente de la población, entonces, se podrá comenzar a restablecer la vida social, familiar y laboral.

El mayor desafío, sin embargo, es garantizar además la sostenibilidad económica del país, sobre todo, en este momento que se necesita más que nunca de una recuperación en los sectores que fueron más golpeados. Por ello, no deja de ser alentador el informe del Banco Central del Paraguay que habla de la expectativa de un repunte de alrededor del 9,5% para el presente año en el rubro de comercio y servicios, que es el mayor generador de empleos en nuestro país.

Pero, sería un panorama mucho más promisorio y alentador si no fuera porque este es también un año electoral y, lamentablemente, eso suele ser determinante en las decisiones políticas, ya que están motivadas generalmente por intereses coyunturales y no por las exigencias naturales de la población, lo cual termina generando más incertidumbre sobre lo que acontecerá, sobre todo a la luz de lo que fueron algunas de las decisiones o también, las indefiniciones del presidente Mario Abdo Benítez y su peculiar estilo de “gobernar”.

Por eso, es importante recordar que, si bien la política es una herramienta que tiene un efecto significativo en nuestras vidas; la verdadera esperanza que trasciende las circunstancias y las emociones humanas proviene de otro lugar. La esperanza trasciende el tiempo. Por eso, podemos afirmar que el cambio de calendario en un día del año no cambia nada con respecto a la esperanza.

Para muchos tal vez la esperanza es simplemente una ilusión, una expresión de deseos, sin embargo, para nosotros los creyentes en general y los cristianos, en particular, la esperanza es mucho más que una ilusión; puesto que la espera constituye la estructura misma del hombre. Es la certeza de que Dios cumple sus promesas.

Por eso, confío en que más allá de nuestros políticos y gobernantes, este será un mejor año, “por gracia de Dios” y no por otra cosa, como dice San Pío de Pietrelcina. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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