Por Felipe Goroso S.

Columnista

Twitter: @FelipeGoroso

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La consultoría y la asesoría política como opción laboral en la vida es un permanente lidiar con diferentes situaciones. Una de ellas, quizás la que más se repite, tiene que ver con alguno de los siguientes planteamientos: “necesito estar en la prensa”, “necesito estar en redes sociales”. Y se mencionan estos dos solo por ejemplificar.

En Paraguay y, aunque no lo crean, sucede lo mismo en otros países, estar en la prensa o estar en las redes sociales no significa inconveniente alguno. Aquellos que han estado en el subterráneo lo saben perfectamente. Algunos siguen hasta hoy. La cuestión trascendental pasa por una afección que ya se ha cobrado más víctimas que la peor de las pandemias: el síndrome del estante vacío. Imaginemos el más grande y hermoso de los supermercados, instalaciones que abarcan hectáreas enteras, metros y metros de instalaciones incluso con hermosas luces exteriores y el mejor decorado que puedan imaginar. Imagina uno que los interesados en entrar conformarían filas que no tendrían fin, se perderían por cuadras en el horizonte. La expectativa de los que pacientemente aguardan estaría por las nubes.

Ahora bien, a esa expectativa se le sumaría cierta curiosidad si los que están en la fila esperando para acceder vieran que la expresión de los que ya lograron entrar al local transmitiesen decepción y angustia. Muchos de los que siguen esperando entrar dudaría si la espera está valiendo la pena, otros directamente abandonarían la fila y se irían a otro supermercado. El fenómeno sería motivo de comentario generalizado y varias las preguntas: ¿Con qué se encontraron aquellos que accedieron a ese gran supermercado? ¿Qué es lo que habían visto sus ojos que les causó semejante trauma? Pues habían visto que todo ese gran edificio no era más que un cascarón vacío, que no tenía absolutamente nada dentro, más allá de una enorme cantidad de estantes vacíos.

Ese es el síndrome del estante vacío, así se siente la gente cuando cae en la cuenta de que quienes pretenden liderar algún tipo de proceso, generalmente político, cae en la cuenta de que aquel que logra llamar su atención con luces de artificio no es más que un enorme edificio con los estantes vacíos. El daño es mutuo, lo lleva consigo aquel que solo quiere “estar”. Estar en la prensa, estar en las redes sociales. Sin estrategia, sin un plan, sin ejes ni líneas discursivas, sin una narrativa. Es la nada misma, pero él logra estar, de hecho, no consigue nada más que eso. Y con tan alta carga viral que se lo traslada a miles de personas, pero sobre todo a aquellas que sentían cierta curiosidad por ese liderazgo.

La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, la que está hecha de verdad y de manera profesional, debe hacer el esfuerzo de llenarse de contenido. Es imperioso, ya que esa es la única vacuna contra el síndrome del estante vacío.

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