Por Juan Carlos Zárate Lázaro

MBA

jzaratelazaro@gmail.com

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Hay ocasiones en que se torna para los jefes una situación algo complicada tomar la decisión de dejarlo ir a un subordinado que ya no se siente a gusto dentro de la organización.

Es bueno estar preparado para que veamos la forma de evitar que deje la empresa si se trata de una persona que muestra capacidad, idoneidad, proactividad y actitud y que contribuye en forma efectiva y eficiente a los objetivos y metas de la compañía.

Cuántos subordinados tenemos dentro de nuestra plantilla de personal que se trata de personas introvertidas a quienes les cuesta mucho el trabajar en equipo y socializar con sus compañeros lo cual hoy día sería poco aceptable.

Hasta hace algunos años era común tener como jefe a personas con un malísimo carácter, autoritario, soberbio, gruñón con quien teníamos que o sí o sí compartir y “remar” en el día a día.

Era la época de las estructuras verticalistas en donde las principales tomas de decisiones de la corporación estaban concentradas en un puñado de personas, quienes decían sí o no y había que agachar la cabeza y aceptarlo.

Por más que en el fondo puedan ser eficientes, el carácter difícil que muestren podría estar “contaminando” al equipo de trabajo haciendo que el clima organizacional se convierta en poco propicio para llevar adelante los planes estratégicos corporativos y en muchas ocasiones simplemente fluye “la motivación por el miedo”.

El buen directivo es aquel que por su experiencia y “sentido del olfato” sabe instintivamente cuándo debería tomar la decisión por más dolorosa que resulte y decirle a su colaborador de una forma asertiva pero directa.

Lo lamentamos Pepito, pero creo que lo mejor sería que pudieras retirarte de la empresa y buscar otros sitios en donde pudieras sentirte más a gusto.

La constante hoy día en casi todas nuestras empresas corporativas es el trabajo en equipo, y todos aquellos a quienes les resulte más placentero seguir trabajando en compartimientos estancos, pues no deberían dudar en “dar un paso al costado”, dado que muy difícilmente llegue a congeniar con los objetivos y metas institucionales de este siglo.

Buenos directivos son aquellas personas que cuando cometen un error, saben reconocerlo, “levantan las manos” y lo dicen a sus subordinados de frente. Reconozco que me he equivocado. Fue mi culpa.

Eso hablará muy bien del jefe, pues no está solo para reprender y dar órdenes, sino reconocer cuando ha cometido un error, pues bien sabemos que nadie es perfecto, pero tenemos la posibilidad potencial de apuntar a la excelencia.

Si un directivo o jefe no posee la suficiente capacidad de discernir el momento en que debería dejar ir al empleado podría ser contraproducente, dado que de no hacerlo podría construir un innecesario enfado, resentimiento y estrés consigo mismo.

Tenemos que concienciarnos de que hay gente valiosa dentro de las organizaciones, pero también tener el valor de reconocer que se dan determinadas situaciones en la que no queda otra alternativa más que la de rescindir de sus servicios.

A partir de allí uno espera que venga otra persona con mejores características que el que se ha ido.

En la actualidad los millennials y los de la generación Z son mayoría en nuestras empresas, pues la movilidad laboral es muy diferente al siglo XX, en que no se daban las mismas oportunidades de hoy día y no nos quedaba otra alternativa más que continuar en la misma nos guste o no.

Es necesario contar con la suficiente proactividad y profesionalismo y darnos cuenta cuándo el momento ha llegado, pues como se suele decir no hay nada más irritante que quien se sienta con una alambrada alrededor porque no sabe hacia qué lado debe saltar.

En la vida tenemos que aprender el significado de la palabra “coraje” para asumir riesgos, de equivocarnos alguna vez. Debemos saber observar los hechos, sopesarlos correctamente, escuchar a nuestra intuición y tomar las decisiones que correspondan antes que sea tarde.

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