No requiere mucho esfuerzo ni dedicación poder observar como cuando de un trabajo se trata, las personas suelen colocarse dentro de 2 extremos que se contraponen.

En efecto, están aquellos que se guían por el impulso de poseer y quienes van detrás del deseo de ser, dedicando tiempo y esfuerzo para poder darle valor agregado.

Los primeros son aquellos quienes en términos pragmáticos viven enfocados en lograr un viaje al exterior o un bono a fin de año en sus organizaciones, entre otros con objetivos bien definidos en mente.

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En la vereda de enfrente tenemos a aquellos que piensan de qué manera pueden dar lo mejor de sí mismos, que contribuyan a dar una mejor performance y mayores márgenes de rentabilidad a sus compañías, que les permitan garantizar el éxito de todos.

Es importante mentalizarse que para que podamos alcanzar nuestras metas, sueños, aspiraciones, tenemos que crecer en forma sostenible en el tiempo. Siempre el objetivo primario deberá estar orientado al ser, para luego tener.

“Cuando un hombre se pone un límite en lo que va hacer, se ha puesto un límite en lo que puede hacer” (Charles Schwab).

Muchas veces los seres humanos tenemos la creencia que con el solo hecho de adoptar una actitud correcta ya sería suficiente “pasaporte” al crecimiento personal, y nos disponemos plácidamente esperar que nuestras vidas mejoren por obra y gracia del buen humor o el optimismo.

El ser pragmático es aquel que necesita dejar de esperar al hombre en quien queremos convertirnos y comenzar a ser el hombre que realmente queremos ser.

Nada puede reemplazar el continuo aprendizaje. Ser la persona que deseamos requiere alimentar nuestra mente y nuestra alma.

Como muy bien lo señala John Maxwell: “En el empeño de que nos devuelvan la imagen que queremos adquirimos bellos espejos y nos llenamos de artificios que nos den placer inmediato, pero nos olvidamos de cultivar nuestras propias almas”.

Para muchos de nosotros el solo hecho de llegar todos los días a nuestras oficinas a la mañana temprano ya encierra en sí una prueba de actitud.

Son contadas las personas que mientras están saboreando el café de la mañana en sus casas se dicen a sí mismo: “Hoy me propongo tener una actitud positiva”.

Resulta obvio que como seres humanos imperfectos que somos no siempre los vamos a lograr.

“El carácter es la suma total de nuestras elecciones diarias. Nuestro carácter de hoy es el resultado de nuestras elecciones de ayer. Nuestro carácter de mañana será el resultado de nuestras elecciones de hoy” (Margaret Jensen).

Manejar nuestros pensamientos para que sean consecuentes con nuestra decisión implica la responsabilidad de que nos propongamos a cultivar hábitos positivos a diario.

Muchos también creemos que la actitud lo es todo, lo cual nos podría traer problemas, dado que no podemos esperar que venga a socorrernos y solucione todos nuestros problemas como si fuera el hada madrina de los cuentos. La actitud es lo que marca la diferencia, pero de allí a que todo lo soluciona tampoco es así.

Tengamos en cuenta que la vida es diez por ciento la manera en que hacemos las cosas y noventa por ciento la manera en que los tomamos.

Sería algo utópico pensar que si nos acostamos a la noche siendo una persona que encara la vida desde un lado nuboso y pesimista, pueda amanecer al día siguiente siendo un maravilloso y completo ser lleno de optimismo.

Debemos abandonar nuestra zona de confort y lanzarnos a la aventura de poder conocer lo que realmente somos capaces de conseguir, siempre y cuando nos propongamos.

Cada uno de nosotros nos constituimos en el capitán de nuestro propio barco. Ante una tormenta inesperada que se pudiera presentar, siempre tenemos que estar dispuestos a cambiar rápidamente de dirección.

Una de los mejores postulados de un buen líder es: Ajustar el rumbo de nuestra embarcación tantas veces como sea necesario.

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