• Por Dany Fleitas
  • Editor de Política

Toda crisis genera también una oportunidad. Vale decir, entonces, que estos momentos de crisis que vive el país, como el resto del mundo a causa del coronavirus, propicia el ambiente oportuno para hacer drásticos cambios en la estructura del Estado. Paraguay ya no soporta seguir con este modelo clientelista de “papá Estado” que todo carga sobre sus espaldas. La estructura bien podría funcionar con solo un tercio de los 300.000 existentes, cuya mayoría cuenta con sueldos de primer mundo. Tampoco se puede seguir con los escandalosos salarios de los funcionarios de las binacionales Itaipú y Yacyretá, donde existen directores y gerentes que sacan al mes más de G. 100 millones y anualmente más de G. 1.200 millones. ¡Una verdadera vergüenza y en realidad una tragedia para el sufrido pueblo paraguayo!

La Presidencia de la República y el Ministerio de Hacienda, las cabezas políticas más visibles, tienen la brillante ocasión de aprovechar esta coyuntura, hacer justicia y cumplir con los deseos de su pueblo. Las finanzas públicas no están bien. En realidad, ya no estaban luego bien antes de este “nuevo golpe”. Ahora menos, cuando las recaudaciones caen a su mínima expresión por la situación global. Por eso, con más razón, el Gobierno Nacional tiene que tomar al toro por las astas y patear el tablero para rearmar las piezas y hacer jugadas estratégicas para ganar esta batalla.

Este gobierno tiene una gran responsabilidad encima, y de paso el Partido Colorado, pues el futuro de esta organización en función de gobierno dependerá no solo de cómo encara esta emergencia de la pandemia, sino cómo enfrenta la poshecatombe sanitaria y volver al camino de la reactivación económica. Si antes Mario Abdo y equipo decían que les tocó bailar “con la más fea” de las situaciones, pues ahora pueden decir con todas las letras que les tocó “la más horrible” de todas en al menos este tiempo de la transición a la democracia.

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El Ejecutivo no podrá solo. Debe hacer a un lado el orgullo y el egoísmo, respaldarse en los demás poderes del Estado, en los partidos políticos grandes y pequeños, sectores sociales, empresariales, clase obrera, productores y campesinos, para tomar medidas acordes a la realidad actual y legislar para el futuro. El Estado debe achicarse ya y debe operar con un tercio de su gente, recurriendo a los últimos avances de la tecnología. Se puede. En las últimas semanas hemos sido todos testigos de cómo en todos los rincones del país miles y miles de trabajadores movilizaron empresas gracias al teletrabajo, sin necesidad de salir de sus casas. Si ellos pueden, el resto también puede.

La mezquindad, el recelo, el egoísmo y la ambición de unos pocos no nos conducen a nada. Los funcionarios de los tres poderes, Ejecutivo, Judicial y Legislativo, más las binacionales, lideradas por Ernst Bergen y Nicanor Duarte Frutos, deben hacer renunciamientos ya; de lo contrario más temprano que tarde millones de compatriotas, cansados de esta situación, podrían salir a las calles a exigir los cambios. Este escenario sería extremo y perderíamos todos, ya que estaríamos ante una situación de explosión social sin precedentes. Esto lo advierten connotados economistas y politólogos. Es lo que nos espera si este grosero despilfarro del dinero de todos no para.

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