EL PODER DE LA CONCIENCIA

Desde que el mundo es mundo el hombre ha estado en conflicto con sus congéneres, ya sea en la prehistoria por el dominio de la tecnología (como el fuego), por cuestiones territoriales, de alimentación o por la supervivencia de los clanes.

El registro escrito más antiguo de una guerra proviene de la lejana Mesopotamia, de hace 4.500 años, cuando los ejércitos de Lagash y Umma se enfrentaron en la primera guerra de la historia, una lucha que duró más de 100 años.

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Según consta en la “Estela de los Buitres”, una serie de grabados en piedra caliza de casi 2 metros de alto, la victoria le correspondió al rey Eannatum de Lagash.

Desde entonces, hombres con una gran vanidad inscribieron su nombre como notables guerreros como si el arte de matar o conquistar fuera una virtud. Así, la fama fue pasando de generación en generación desde el Egipto de Ramsés, pasando por Héctor o Aquiles en Troya, Alejandro Magno, Atila, Gengis Kan, Tamerlán o Julio César hasta Ricardo Corazón de León.

Todos ellos sobresalieron como héroes guerreros, pero no se comparan con otros responsables de grandes masacres, como la de Hitler, Hirohito y Mussolini, en la Segunda Guerra Mundial, que dejó unos 55 millones de muertos.

Precisamente hoy, 7 de diciembre, se recuerda el ataque japonés a la base norteamericana en Hawai, Pearl Harbour, cuya consecuencia inmediata fue la entrada de los Estados Unidos en el conflicto, que finalizó con el horror de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki.

A nivel local, también hoy se recuerda el inicio del cerco de Campo Vía, en la Guerra del Chaco, que cuatro días más tarde desembocaría en la victoria de las fuerzas paraguayas sobre las bolivianas.

Desde aquel 1933 hasta hoy transcurrieron 86 años, lapso en que no dejó de haber ni guerras ni asesinatos en todas partes del planeta.

Un detalle muy importante que destaca la prensa internacional es que este 2019 se caracterizó por la inusitada explosión ciudadana alentada y organizada mediante la utilización de las redes sociales, que se dieron tanto en Asia (Hong Kong) como en África (Argelia), Oriente Medio (Líbano e Irak), Europa (Francia y España) y sobre todo en América (Venezuela, Ecuador, Argentina, Brasil, Bolivia, Chile y Colombia).

Desde las protestas de los “Chalecos amarillos” franceses hasta los “Ponchos rojos” bolivianos, la indignación popular hacia los gobernantes creció de manera exponencial, así como la violencia y la ira de los manifestantes. La gente está harta de los abusos.

En Chile y Brasil las convocatorias alcanzaron cifras récord que rondan el millón de personas. En Bolivia, la presidenta autoproclamada Jeanine Áñez decretó que el precio de cada manifestante muerto es de 7.200 dólares, monto que será entregado a cada familia enlutada.

¿Eso cuesta la vida para un gobierno? ¿Cuánto debería pagar Piñera por los centenares de chilenos que perdieron la vista a causa de la violencia de los Carabineros? ¿Y en Venezuela, a cuánto se cotizan todos los torturados y los exiliados?

Según los analistas sociales, en el 2020 “podríamos asistir a contrarrevoluciones brutales” que nadie sabe en qué acabarán.

Ni siquiera el presidente de la mayor potencia mundial, Estados Unidos, tiene su puesto asegurado hoy con la sombra del juicio político promovido por el sector demócrata. Y es que, según alegan, Trump utilizó su poder en beneficio político personal.

Aquí, a un día de la celebración de la mayor festividad religiosa del Paraguay, hacia Caacupé se dirigen caravanas desde todos los puntos del país. Mañana todos los políticos estarán pendientes de la homilía y aprobarán con la cabeza las palabras del sacerdote.

Estarán de acuerdo con el mensaje, en que “los demás” son corruptos y que deberían arrepentirse y encaminar su proceder hacia fines más nobles. Sin embargo, el lunes se olvidarán del sermón y todo volverá a la normalidad.

Hay que reconocer que el año nuevo está demasiado cerca, un 2020 que según los analistas promete luchas “brutales”. Esperemos que los gobernantes sean más autocríticos y no preparen cheques de 7.200 dólares para las familias de los muertos.

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