Era viernes y el Palacio de López se disponía a recibir a Ivanka Trump, hija y asesora del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien se encontraba de gira en la región para promover una agenda sobre empoderamiento económico de las mujeres. En ese contexto, nada fue tan revelador sobre la situación de las mujeres en organizaciones públicas y privadas, que el hecho de que para recibir a la enviada de la Casa Blanca, en Palacio decidieran suplir la falta de mujeres gobernadoras, invitando a las esposas de los gobernadores.

Ahora bien, el episodio en Palacio es bastante didáctico sobre lo que ocurre en la cúspide del problema, pero no en sus bases ¿Cuál es la razón por la que no tenemos una sola gobernadora? Y, lo más importante, ¿por qué ningún miembro de la organización del acto de bienvenida a Ivanka supo detectar la enormidad del significado que se trasmite al convocar a las esposas de los gobernadores, porque no tenemos gobernadoras? Aquí no se trata de criticar a las señoras esposas de los ilustres gobernadores, quienes no han hecho nada particularmente malo para no merecer estar en un evento sobre empoderamiento de la mujer, pero, admitámoslo, tampoco han hecho algo particularmente bueno para que las invistieran con la representación de las reivindicaciones de la población femenina del Paraguay.

En el Poder Legislativo la cuestión tampoco es muy diferente; las mujeres ocupan solo el 16% de las bancas disponibles en ambas cámaras del Congreso. Pero todo esto sigue siendo parte de la cúspide del problema, y no guarda tanta relación con lo que sostenía más arriba: el hecho de que nadie haya advertido que no se puede suplir la falta de mujeres en espacios de poder convocando a las esposas de sus pares varones, es decir, la naturalidad con que asumimos que las mujeres bien pueden resignar el protagonismo. Forzar la mayor presencia femenina a través de instrumentos como una Ley de Paridad Democrática no es el objetivo del presente análisis y en un nivel muy superficial este argumento puede ser rebatido partiendo de que nuestra joven, sí, pero democracia al fin, condujo a los resultados ya expuestos. Es decir, que en el presente ninguna de las 17 gobernaciones del país tenga a una mujer a la cabeza, y que a nivel legislativo las mujeres ocupen mucho menos espacio que la mitad que corresponde en función a que con su trabajo y sus impuestos se sostiene la mitad del presupuesto. La gente votó y decidió que así sea.

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Pero vayamos a la base; en Paraguay, de acuerdo con datos de la Encuesta Permanente de Hogares de la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos, las mujeres perciben una remuneración 32% menor que un hombre de similar cargo y formación. En tanto que al hablar específicamente del trabajo doméstico –es decir el empleo no remunerado–, la encuesta arrojó como resultado que el 72,9% de los hombres respondió haber realizado trabajo doméstico, al que le dedican 5,3 horas semanales. Mientras que 91,6% de las mujeres realiza trabajo doméstico, con una carga horaria de 18,3 horas semanales ¡Más del triple!

Mientras se orquestan campañas de empoderamiento económico en toda la región surgen preguntas inevitables y una de ellas es, ¿cómo podemos asegurar la participación de más mujeres en los espacios de poder, si ni siquiera hemos logrado poner los ojos a los cimientos del problema.

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