• Por Augusto dos Santos
  • Analista

Tierna es la imagen del pajarito sobre el rinoceronte. No es raro ver a un animal tan inofensivo trepado y paseante sobre el lomo de una de las bestias más terroríficas del reino animal.

Pero el pajarito no lo hace por un simple arrebato turístico, sino porque necesita alimentarse de insectos y erupciones nutritivas que porta el rinoceronte en lo que se llama “relaciones simbióticas”. Es cierto, el rinoceronte lo admite porque el pajarito –a su vez– le ayuda a mantener limpia “la carrocería”.

Estaba recordando la historia del pajarito y el rinoceronte al tratar de retratar lo que pasó en diferentes momentos de la transición (y ahora hasta la convocatoria al juicio político) en los que la ANR, en función de gobierno, llevaba sobre sus hombros a la oposición, picoteando algún alimento ahí arriba. Una historia de final siempre ridículo porque consiste en que un día el rinoceronte volverá a su viejo amor, el otro rinoceronte, y el pajarito se quedará piando desconsoladamente.

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Aún más ridículo es cuando se plantea que la unidad de un partido es un hecho anómalo por cuanto que en realidad el hecho anómalo es su división.

Esta simbiosis se dio siempre con base en un discurso pelotudo, pero rendidor: que hay una manada de rinocerontes buenos y otra manada de rinocerontes malos (viejo cazabobos del maniqueísmo) y que está bueno acompañar a los colorados buenos para derrotar a los colorados malos. Esta radionovela acabó siempre con el mismo epílogo: el desencanto del pajarito porque su rinoceronte volvió a la manada de los malos. Parece una historia para idiotas. Y lo es.

Lo que sí existe es una situación de enorme ineficiencia por parte del universo de la oposición que –salvo en el 2008... y con alguna mano de Castiglioni– no ha logrado en toda su historia construir una base con mayorías posibles que no tuviera que arrodillarse ante los santos de las elecciones –cada tanto– para rogar que la ANR llegue dividida. Lo ideal es que la oposición aprenda la vieja lección: que debe abocarse a la construcción de una mayoría propia, objetivo para el cual jamás ha desarrollado ni la más pálida estrategia formal, estructural y procesal.

Llorar por los rincones porque el Partido Colorado está unido es un gesto de escasísima autoestima. ¿Se podrían imaginar que Alliana o “Beto” Ovelar se pusieran a rasgarse las vestiduras porque el Frente Guasu está unido o porque el PDP no se dividió nunca o porque ahora –por fin– Llano y Efraín se manifiestan unidos? Sería de una ridiculez importante.

Lo ideal es que la oposición deje de ser el pajarito del rinoceronte y se convierta en el rinoceronte mismo que pelee de igual a igual el territorio político a la ANR.

Si instancias como estas –el juicio político– son marcadas por las condiciones numéricas en la aritmética de las cámaras del Congreso, se sabe de antemano que lo que irá a primar no será la razón, sino la mayoría numérica. No podemos seguir engañándonos con el cuento de pedir al Congreso una actitud que nunca tendrá. Salvo que los que eran minoría se conviertan en mayoría.

Consecuentemente, para imponerse se necesitan mayorías. Esas que la oposición debe construirlas trabajando con la ciudadanía, recogiendo su confianza, mejorando su calidad de representación, olvidando los partidos familiares y las agrupaciones cazabancas y diseñando –por fin– un proyecto aglutinador cuyo propósito sea constituir una mayoría propia en el futuro. Salir de la comodidad del pajarito sobre el rinoceronte.

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