El Premio Nacional de Literatura 1997 dijo que a veces hay palabras que se mueren y no las resucita el diccionario. Lo expresó en lo que amaba hacer, en un poema, en este caso titulado “Las palabras”. El maestro José Luis Appleyard (1927-1998), periodista, poeta y abogado, creía en la vida de las palabras, eran ellas las que impulsaban su propia razón de ser, las que le daban un sentido a sus pensamientos, las que lo transportaban a su infancia, a su casa, a su escuela, a sus vacaciones.

En las palabras la historia, una y mil historias. En las palabras el presente, el andar del ser humano, el cimiento de los pensamientos, el furor de los sueños. En las palabras el engranaje de lo que sucede, de eso que va y también viene, encuentra una explicación. Son las palabras de unos y de otros, son de todas, son de todos, son lo que les gusta ser, palabras. Además son compañeras de quienes les piden que lo sean.

En esa realidad de las palabras la sociedad vive, hace su historia y la realiza a través de las narraciones que construyen sus habitantes, así hay tantos pasados y presentes como seres existentes.

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Zygmunt Bauman (1925-2017), sociólogo, filósofo y ensayista polaco-británico de origen judío, en su obra “Sobre la educación en un mundo líquido”, entabla conversaciones con Riccardo Mazzeo, quien estudió Lengua y Literatura en la Universidad de Bologna, y entre los diálogos, Mazzeo cita a José Saramago (1922-2010), periodista, escritor, dramaturgo portugués, a quien en el año 1998 se le otorgó el Premio Nobel de Literatura. Al mencionar a Saramago, Mazzeo le cuenta a Bauman que antes de morir el galardonado novelista le dijo a sus amigos “… para cambiar nuestra vida deberíamos estar dispuestos a cambiar nuestra manera de vivir, y esto es algo que normalmente pedimos que hagan los demás, pero desde luego no nosotros”.

Para Saramago, el ser humano es la prioridad absoluta, el otro que es igual a mí y que tiene el derecho de decir yo”. Es ese mismo Saramago, el que en su libro “El viaje del elefante”, escribe “… a pesar de las decepciones, frustraciones y desengaños que son el pan de cada día de los hombres y de los elefantes, la vida sigue”. Por lo que, renglones más abajo esboza un principio alentador “… dando tiempo al tiempo, todas las cosas del universo acabarán encajando unas en las otras”.

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