Las economías vecinas –Brasil y Argentina– en conjunto son 45 veces más grandes que la “nuestra”. Sí, 45 veces mayores. Una suerte de David y Goliat. En 7 años continuos (2013-2019) la economía sureña retrocedió como un cangrejo a un ritmo promedio anual de -0,07%, y la norteña avanzó a paso de tortuga, 0,13%. ¿Nosotros?: crecimiento del 4,7% promedio anual. Pudimos despegarnos –“desacople”– de la tendencia negativa del tren del 45%. Pero en un escenario vecino positivo nuestra marcha podría haber tenido una fuerza superior en producción, comercio e inversión como mínimo del 30%. Los vecinos nos hacen perder mejor futuro. Lamentable. Triste. Doloroso.

En 10 años (2010-2019) la economía argentina tuvo 5 caídas o recesiones, algunas con convulsiones, prácticamente un año “arriba” y el siguiente “abajo”, con una volatilidad tremenda. En el mismo período la economía brasileña sufrió dos años consecutivos (2015-2016) de fuertísimos retrocesos con derrumbes del 3,5% y del 3,3%, respectivamente.

Caso de depresión nunca dado en su historia. En los años 2017-18 se despertó, pero gateando al ritmo del 1,1%. La gran potencia latinoamericana y mundial. Murió el crecimiento dorado a una velocidad promedio anual del 4,5% (2004-2012) que nos impactara muy positivamente y nos permitió salir mejor y rápidamente de nuestra crisis terrible en 1998-2002.

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Si no hubiéramos tenido ese Brasil fuerte, jamás podríamos haber logrado un crecimiento económico promedio anual del 4,4% en 16 años (2003-2018). Esa fuerza favorable, ¿podría volver?: casi imposible, por lo menos en el corto plazo. Ya han empezado a bajar las estimaciones para el crecimiento económico brasileño en el 2019: se esfumó un utópico 2,8%, desapareció el anhelado 2,5% y queda ahora el “posible” 2,2%. Es una mejora a concretarse después del 1,1% (en 2017-2018) y un giro de 180 grados con respecto a la depresión en el 2015-2016. Pero muy insuficiente para felicitar a nuestro vecino más poderoso. Nuestro crecimiento del 5% en el 2017 ya se ha “desacelerado” al ahora estimado del 3,7% en el 2018 y al proyectado del 3,5% para este año.

El pobrísimo desempeño de Argentina con dos años de crisis (2018-2019), cayendo 2,6% el año pasado y con otro receso del 1,6% en este año, también nos ha impactado negativamente. Experimento una profunda rabia personal y profesional cuando organismos multilaterales –caso del Banco Mundial– señalan como marcada “debilidad” de la economía paraguaya nuestra “volatilidad” (sujeta a los cambios fáciles, para peor fundamentalmente y para mejor ocasionalmente). Insisten una y otra vez como si fuéramos una economía saltarina –pa arriba, pa abajo–, sin hablar siquiera del desastroso cambio de humor económico en nuestros vecinos casi totalmente incontrolables. Frente a ellos somos un lujo.

Pero no, somos volátiles. Depresiones, recesiones, estancamientos, el historial vecino, que nos desaceleran en un 30%. Continuidad y estabilidad en el nuestro con la marca del 4,7% de expansión como claro indicador de que lo que menos somos es “volátil”. Pero, a los grandes se los perdona y a los chicos se los desvaloriza. La historia de la humanidad. El que debería ser premiado y estimulado es descalificado. Increíble. Duele decirlo, pero hay que decirlo.

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