• POR EL HNO. MARIOSVALDO FLORENTINO
  • capuchino.

Hoy la Iglesia nos presenta un evangelio que nos sirve como una fuerte llamada de atención. Es este el tiempo de preguntarnos: ¿mi vida cristiana está produciendo frutos? Mirando mi vida, mis acciones, mis palabras, mí alrededor… ¿pueden los demás reconocerme como un cristiano? ¿Dios estará contento conmigo?

El texto nos habla de la frustración de este dueño de la viña que por tres años viene a buscar el fruto en la higuera, pero no encuen­tra nada.

El número tres nos da una idea de un tiempo completo, o sea, de mucho tiempo, hasta el punto que el dueño piensa que ya no se puede esperar más. También los tres años se puede asociar a la duración del ministerio público de Jesús.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

La higuera ya tendría que estar fructificando. Mante­ner un árbol así, es inútil, es una pérdida, pues la tierra puede ser aprovechada para plantar otro árbol.

Sin embargo, el viñador, que trabajaba en la viña coti­dianamente, tuvo pena de la higuera. Manifiesta así una señal de la paciencia de Dios, que en esta cuaresma nos ofrece una nueva chance. El viñador se dispone a cui­darla, y hará de todo para que esta higuera se despierte y empiece a producir frutos. Pero, él insiste que esta es la última chance, pues si aun después de estos nuevos cui­dados ella no produce, será sin dudas cortada.

Ciertamente, Dios es paciente también con noso­tros, y está dispuesto a dar­nos una nueva chance, pero de igual modo un día, que no sabemos cuándo, nues­tro tiempo se terminará. No podemos quedarnos tran­quilos, siempre postergando nuestra conversión. Cuanto antes empecemos a producir frutos, tanto mejor.

Este tiempo de la cuaresma es el tiempo oportuno para rever nuestra vida, para pedir al viñador que nos ayude a limpiar nuestras ramas, quitándonos los pará­sitos, que son los vicios y que consumen nuestra savia sin dejarnos producir frutos. Es tiempo de pedir al viñador que nos haga la poda, pues con demasiadas ramas, demasiados empeños, no podemos producir nada. Es tiempo para pedir al viñador para cavar nuestro alrede­dor y así poder poner abono nuevo, dándonos una fuerza nueva, pues a lo mejor la tie­rra en que estamos plantados está débil y agotada.

La cuaresma nos ofrece la posibilidad de esta com­pleta renovación. El viña­dor está dispuesto a trabajar junto a nosotros, dándonos una nueva posibilidad de producir buenos frutos. Sin embargo, todo depende de nuestra decisión. Sin que realmente queramos produ­cir frutos, todos los esfuer­zos del viñador podrán ser inútiles.

El Señor te bendiga y te guarde, El Señor te haga bri­llar su rostro y tenga miseri­cordia de ti. El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la paz.

Dejanos tu comentario