Una amistad forjada a los pies de un volcán activo. Una escritora que protege su identidad para que el lector se concentre solo en su obra. Se comprende el interés que despiertan estos cuatro libros, pero la devoción de sus lectores solo puede estar basada en la genialidad que contienen. No hay aparato de marketing que te invente una obra maestra. Cuatro novelas escritas como una sola, que solo fueron impresas en cuatro volúmenes por su extensión. “La amiga estupenda”, “Un mal nombre”, “Las deudas del cuerpo”, y “La niña perdida”, son una de esas cosas que suceden, como dice el bolero, “solo una vez en la vida”.

Tras mucha –a mi parecer, demasiada– especulación sobre la identidad de la autora, se sabe que es mujer, italiana, napolitana, madre y mayor de 60 años. Si lo que querían era conocer algo más de ella, les bastaba con leer la maravillosa recopilación de sus cartas que contiene “La Frantumaglia”.

La historia arranca con la desaparición de Lila, una mujer de 60 y pico de años. Sabiendo que Lila no desea ser encontrada, su amiga Lenú se sienta a evitar que Lila cumpla su objetivo de borrar del todo su existencia: escribe sobre ella. Y escribir sobre Lila es escribir sobre ella misma, sobre la amistad de 60 años que nació en su infancia, en su admiración y casi natural envidia mutuas. Ambas piensan que la otra es “su amiga brillante”. Quizás es que ambas lo son, la una de la otra.

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Criadas en un barrio pobre napolitano, en la dura posguerra de los años cuarenta, donde la ley del más fuerte se acata sin rechistar, Elena Greco (Lenú) y Rafaela Cerrullo (Lila) comparten una curiosidad intelectual gigante. Elena tiene más medios y el apoyo familiar para continuar su educación formal, mientras que Lila tiene que trabajar y añora esos estudios.

Lenú escribe sobre Lila porque siente que se lo debe. Más de medio siglo de historia italiana se mezcla con la historia personal de dos mujeres, que en realidad parecen dos mitades de una sola. Una moderna, la otra tradicional, una emocional, la otra reflexiva, por supuesto hay un “chico malo” del cual, en algún momento, ambas (mitades) se enamoran, pero también hay mucho Nápoles, mucha realidad, mucho mafioso y mucha ambición de superación: en algunos casos, personal, en otras simplemente social. Ah, ese viejo y engañoso enemigo: el status.


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