Varios son los desafíos que la humanidad deberá enfrentar este año 2019, entre ellos la crisis venezolana, el cambio climático y sus estragos, el enfrentamiento de las grandes potencias y sus amenazas bélicas, el fundamentalismo, por citar algunos nada más.

Uno de los principales –que preocupa por su complejidad– es el que se refiere a la economía mundial. Y es que los intereses de los países hacen que los gobernantes de cada uno de ellos busque el camino que mejor le conviene.

Según explicaban analistas internacionales, históricamente el poder y la riqueza eran obtenidos a través de la fuerza, de la conquista, del sometimiento de los pueblos. De esta manera, por ejemplo, en ciertos períodos los etruscos, los griegos, luego el imperio romano y el otomano sembraron el terror en el mar Mediterráneo.

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Finalmente, las flotas dominaron el arte de la navegación y se animaron a surcar el océano Atlántico y las riquezas del nuevo continente fueron el botín de corsarios y piratas, mientras los virreyes se hacían con los recursos en tierra.

Poco cambió esta práctica con el paso de los siglos; sin embargo, al llegar a la actualidad vemos que ese poder y esa riqueza que tanta sangre costó ya no se encuentran en lo material, sino en el mundo virtual.

Es un poco complicado entender por qué EEUU está tan “enojado” con China, aspecto que tomó conciencia pública con la detención de Meng Wanzhou, hija del fundador de la gigantesca empresa de telecomunicaciones oriental Huawei. ¿Por qué tanto alboroto?

Por el momento, Europa, América y parte de Asia utilizan tecnología mediante la cual los datos son monitoreados por compañías como Facebook, Amazon, Google, pero con la expansión de Huawei este poder se diluye drásticamente, sobre todo porque los habituales “controladores” no tienen forma de “traducir” la tecnología china; por tanto, todos los datos que se recaban quedan para el país dirigido por Xi Jinping.

La información que se generan en las redes sociales se convierte en dinero y en poder. Mediante la ayuda de la Inteligencia Artificial es fácil saber las preferencias de cada uno de los usuarios. Más de una vez habremos entrado a un sitio en el que advertían el uso de cookies para conocer los gustos de navegación del internauta. Así cada persona deja rastros y el conjunto de habitantes del país es manipulable: se generan ofertas a las que los clientes no pueden resistirse y hasta pueden imponer candidatos políticos que les convienen. (¿A quién?, es la pregunta).

Mediante estos datos las grandes corporaciones obtienen incalculables ganancias y también poder. Ya no son el oro ni el petróleo ni los territorios los que hacen la fortuna, sino la información a través de la tecnología.

Y a pesar de que este panorama aparenta tétrico, la verdad es peor. La conquista por las riquezas de hoy no produce muertos como en la época de Pizarro, sino “pollos”. Lentamente las personas van perdiendo su capacidad de analizar, de memorizar, de cuestionar.

La pereza mental que producen los dispositivos electrónicos lleva a que el cerebro de las personas ya no se ejercite. Si alguien quiere recordar cuál es la capital de Somalia no hace el esfuerzo, sino teclea la pregunta en Google. Y ¡zas!, aparece “Mogadishu”. Y lo aceptamos sin chistar, ni siquiera cuestionamos que para los hispanoparlantes en realidad sea Mogadiscio.

La falta de ejercicio del cerebro a la larga no solo repercute en el pensamiento, en la memoria o en la atención, sino en la resolución de problemas, toma de decisiones y hasta en el lenguaje. Nos convertimos en pollos descerebrados que viven picoteando migajas.

Según la medicina, ejercitar el cerebro, con ejercicios de memoria ayudan a prevenir la demencia senil y el Alzheimer. Por esta razón recomienda algunos tips, entre los que resaltan la lectura, realizar ejercicios mentales, crucigramas, aprender idiomas o poemas y hasta salir de la zona de confort. El mínimo detalle ayuda, ya que el cerebro se acostumbra a la rutina, lo que hace que cierta zona de la cabeza se aburguese. Basta usar el ratón con la mano desacostumbrada para que miles de neuronas dormidas vuelvan a trabajar. Es como si a las personas les doliera tratar de recordar y prefieren teclear en busca de una respuesta.

Varios son los desafíos que la humanidad deberá enfrentar este año 2019. Son grandes y la solución no está a nuestro alcance. Lo que sí podemos hacer es alejarnos en lo posible de los teclados, dejar de regalar información, darle músculo a nuestro cerebro mediante ejercicios.

El destino de los pollos es atroz. El único sentido de su corta existencia se los da el plato en el que son servidos en un banquete, pero ya es tarde para ellos.

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