Al otro lado del mundo tenemos un aliado que ha desafiado todo tipo de condicionamientos para forjar una historia de éxito. Se trata de Taiwán, esa isla montañosa con superficie 11 veces menor a la de Paraguay y el triple de población, donde en 1949 la República de China se restableció al ser desplazada del continente por el comunismo.

Compartimos algunas impresiones después de haber conocido y recorrido la isla, desde Taipei en el norte hasta el puerto de Kaohsiung hacia el extremo sur.

Visión. Pese a sus escasos recursos naturales, la oposición implacable de Pekín y el desaire de la comunidad internacional, en medio siglo Taiwán prosperó hasta transformarse en uno de los dragones asiáticos. Un PIB formidable, infraestructura y transporte de punta, cobertura de calidad y universal de salud y educación, ingentes reservas internacionales y muy buena calificación en los índices de exportación, competitividad y clima de negocios, son algunas de sus notas características. ¿Cómo lo hizo? Mediante una visión y un compromiso con el desarrollo a largo plazo.

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La visión maduró en los años 70 y supuso un modelo productivo basado en tecnología e innovación, dos elementos que hoy parecerían apuestas naturales considerando las restricciones de espacio y recursos, pero no lo eran necesariamente en una época anterior a la revolución digital y enfocada en industrias pesadas tradicionales como las que impulsaron el progreso sudcoreano. Un tercer componente fue el apoyo a pequeñas y medianas empresas (Pymes).

Tecnología. En 1973, el gobierno creó el Instituto de Investigación de Tecnología Industrial (ITRI, por sus siglas en inglés) para migrar del modelo económico de trabajo intensivo a otro más rentable y sostenible basado en la innovación. Luego, vinieron los parques científico-industriales como el de Hsinchu (1980), inspirado en Silicon Valley, también rodeado de universidades y actualmente uno de los centros más importantes del mundo en producción de semiconductores y optoelectrónica.

El parque científico de Hsinchu incuba empresas de alta tecnología; les provee un entorno adecuado, recursos financieros y asistencia técnica. En este momento alberga a más de 500 compañías que emplean a 150 mil personas, muchas de ellas graduadas de las universidades aledañas e incluso taiwaneses que retornan desde el exterior. Ocupa solo el 0,04% del pequeño territorio de la isla y genera ingresos anuales superiores a US$ 33 mil millones. Hay otros parques de gran envergadura en el centro y el sur del país.

El apoyo integral a la investigación y el emprendedurismo ha convertido a Taiwán en una potencia tecnológica con satélites orbitando la tierra, que produce elementos esenciales para la era digital y nuestro modo de vida, entre ellos el 80% de los componentes de teléfonos IPhone 7 a 10.

Pymes. Otro rasgo peculiar del modelo es su apuesta a las pymes. La semana pasada, el embajador Diego L. Chou expresaba que: “El milagro económico de Taiwán fue gracias a las pymes; queremos que también así sea con el Paraguay”. Lo dijo al anunciar la entrega de casi US$ 2 millones a un proyecto conjunto del MIC y la Facultad de Economía de la UNA para el fortalecimiento de ese tipo de empresas.

Efectivamente, el papel de las compañías de arranque y envergadura reducida en el progreso de Taiwán es fundamental y conforma un capítulo aparte en la literatura del desarrollo. Pymes de todo tipo, desde las instaladas en los parques científicos hasta las que dominan mercados en prácticamente todos los sectores de la economía taiwanesa.

Y pymes reguladas en una legislación especial, que cuentan con el apoyo de iniciativas de Estado independientes a gobiernos de turno, como las incubadoras y aceleradoras administradas por una división especial del Ministerio de Economía o el sistema de premiaciones periódicas a las empresas más exitosas e innovadoras (ej.: National Award of Outstanding SMEs). En este momento, la digitalización de las pymes es una de las prioridades.

¿Por qué no intentarlo? Nuestra alianza con Taiwán se nutre de coincidencias. Como en nuestro caso, para los taiwaneses historia y geopolítica han sido arduas y determinantes. Ellos debieron derrocar un imperio milenario, reinventarse en un pequeño territorio recién recuperado del dominio japonés y convivir desde entonces con la gigante y hostil China Popular que los considera provincia rebelde. Sin embargo, progresaron.

Y Paraguay también avanza, con ritmo distinto, pero avanza…, a contracorriente de factores exógenos. Para acelerar el paso, consideremos el caso taiwanés, su fórmula de impulso a las pymes y el emprendedurismo, su apuesta a la tecnología que hoy es imperativo de supervivencia.

A 61 años, nuestra alianza se torna aun más valiosa que en el pasado como plataforma de transmisión de conocimientos. La Universidad Politécnica Taiwán-Paraguay para la formación de capital humano en áreas de mayor impacto en el desarrollo vaticina buen rumbo.

Pensando a largo plazo, replicar una versión autóctona del milagro de Taiwán en Sudamérica es posible, especialmente si conocemos a fondo su experiencia. Entonces, ¿por qué no intentarlo?

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