Por Dany Fleitas, daniel.fleitas@gruponacion.com.py

Esta semana, Jaime Bestard, presidente del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE), divulgó oficialmente la sentencia de cómputos finales de las elecciones generales del pasado 22 de abril, dando a conocer así a los ganadores. Mario Abdo Benítez, de la Lista 1, resultó electo presidente de la República por más de 95.000 votos de diferencia con respecto a su principal adversario, Efraín Alegre, de la alianza Ganar. El acto oficial de proclamación de candidaturas electas, quienes serán nuestras próximas autoridades, se realiza precisamente en la fecha.

A pesar de las cifras oficiales y no cuestionadas por delegados de ninguno de los partidos políticos y movimientos participantes, el liberal, que formó dupla con el periodista Leo Rubin, continúa sin reconocer el triunfo del Partido Colorado sobre el PLRA. Alegre ostenta el récord y “privilegio” dentro de su partido de haber sido, junto a Domingo Laíno, el candidato liberal que perdió de manera consecutiva en dos elecciones nacionales para Presidente de la República. Alegre ya fue derrotado en el 2013 por el también colorado Horacio Manuel Cartes Jara, hoy jefe de Estado, por más de 200.000 votos.

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Laíno se había presentado en las elecciones generales de 1993 como candidato a Presidente, pero quedó en segundo lugar de la preferencia electoral, perdiendo así frente al colorado Juan Carlos Wasmosy. Laíno no se amilanó y se volvió a presentar en 1998 conformando una dupla con Carlos Filizzola, cayendo de nuevo ante el Partido Colorado, que en aquel entonces tenía como candidato a Presidente y Vicepresidente Raúl Cubas y Luis María Argaña, respectivamente. En el 2003, Laíno fue electo senador para el período 2003-2008, para después ser miembro del Consejo de Itaipú nombrado por Fernando Lugo. Luego se llamó a un relativo silencio, no conociéndose antecedentes de malos manejos administrativos ni de hechos de corrupción con el manejo de fondos de su partido. Su retiro de la arena política se fue dando de manera gradual como un gran caudillo y sin sobresaltos mayores, quedando en el recuerdo de los liberales su lucha contra los abusos del gobierno de Alfredo Stroessner.

Pero Alegre solo tiene en común con Laíno las dos derrotas consecutivas, pues no está –y por lo visto ya no estará nunca– a la altura de la capacidad política y de lucha de aquel. No hace falta hablar mucho, pero su conducta como administrador de la cosa pública al frente del MOPC, en el gobierno de Fernando Lugo, y como político, a juzgar por sus últimas actuaciones y malos manejos financieros de los fondos partidarios, lo dicen todo. Su pasado lo coloca por debajo de la altura de las zapatillas de aquel luchador liberal.

Pero Alegre no debe quejarse tanto. En las elecciones del 2013 perdió por 200.000 votos y esta vez por solo 95.000 sufragios. Quiere decir, de seguir así, de aquí a 5 años, en su tercera elección, podría soñar con llegar a la meta. Esto será posible siempre y cuando los liberales, esencialmente los adherentes del Equipo Joven, le dejen la cancha libre como para lanzarse de nuevo a esa aventura, cosa que dudo mucho. ¡Dios mío! ¡Paren de sufrir! En cualquier democracia del mundo, un presidente de un partido político como Alegre, con estos resultados a cuestas y antecedentes, ya hubiese renunciado a la conducción interna y dado paso a figuras nuevas que puedan reiniciar un nuevo camino.

La negativa del actual titular del PLRA en reconocer su derrota y de apartarse de la conducción partidaria se comprenden, pues se trata de una persona que está buscando distraer la atención de sus afiliados para no rendir cuentas del uso de 40.000 millones de guaraníes. Se trata del dinero que recibió el partido en los últimos años en concepto del subsidio estatal. En algún momento deberá dar la cara y decir en qué destinó esos fondos. Existen fundadas sospechas de que esos recursos fueron destinados a gastos personales, de los que nuestro diario ya se hizo eco en reiteradas ocasiones.

No en balde, referentes del Equipo Joven del PLRA cuestionan al derrotado y le exigen una rendición de cuentas de los gastos millonarios al frente de la conducción. En busca de salvar un barco que se va a pique, organizó una rápida reunión para que el Directorio se pronuncie exigiendo a sus parlamentarios no aceptar la renuncia de Cartes y de Nicanor, a fin de impedir que ambos juren como senadores activos. Se trata apenas de una acción distractora. Alegre ya no está en condiciones de aplicar el viejo refrán popular que dice “donde manda capitán no manda marinero”, porque sus subordinados hace rato ya están pasando por encima por haber perdido dos veces consecutivas frente a un mismo equipo.

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