• Por Jorge Torres Romero
  • Periodista

La necesidad de depurar las listas parlamentarias de los partidos tradicionales nos lleva a buscar alternativas de manera insistente sin detenernos a analizar sus consecuencias. En la insólita campaña del famoso voto cruzado, insistentemente algunos medios masivos de comunicación nos quieren contar cómo se debe sufragar, como si fuese que nunca los paraguayos hemos votado cruzado y recién ahora los iluminados nos están abriendo los ojos para hacerlo. Pero, esto puede traernos más perjuicios que ventajas.

En las famosas listas sábana están los dinosaurios e impresentables de nuestra fauna política, pero que por una extraña razón, ya sea por prebendarismo o lo que fuese, poseen un caudal electoral en sus regiones. También están esos liderazgos que tienen una especie de votos "amojonados" pese a la imagen negativa que puedan tener sus candidatos a nivel mediático, pero que ese electorado se siente representado.

Por lo tanto, en el día de la votación vota a su candidato, más allá de quiénes son los otros que conforman esa lista. La otra teoría expuesta por los analistas políticos acerca del predominio de los partidos tradicionales en el Parlamento, pese a las múltiples ofertas electorales, es la necesidad de apuntalar la famosa gobernabilidad, teniendo en cuenta que tenemos un sistema cuasiparlamentarista. Es primordial para el presidente de turno contar con un Parlamento aliado para poder encarar los proyectos.

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Un ejemplo de las consecuencias de no contar con una fuerza sólida que sustente desde el Parlamento a un gobierno es lo que pasó con Fernando Lugo en el 2012 y aquel juicio político.

Los gobiernos que no logran ni siquiera controlar, sino un relativo consenso con el Parlamento terminan erosionándose o secuestrados por ese poder del Estado. Precisamente, porque el fracaso de ese gobierno puede catapultar a esa oposición ansiosa por llegar al poder. Todavía no hemos llegado a tener una oposición madura que priorice las soluciones a los problemas reales, sin importar quién las propone, sino más bien una oposición oportunista, pendiente del fracaso de su adversario político para obtener algún rédito en el futuro.

Entonces, el problema no está solamente en que la ciudadanía tenga la madurez necesaria y "aprenda" a votar cruzado, sino el problema está también en que tenemos, en general, una clase política inmadura, enceguecida por el odio y el revanchismo que podría truncar toda iniciativa por el solo hecho de que no provenga de su sector y lo que es peor, el mérito o reconocimiento se lleven otros. El otro drama que se plantea con la historia del voto cruzado es la cantidad de ofertas electorales que tenemos hoy. Son 30 listas diferentes como nunca antes hemos tenido para el Senado.

En promedio cada lista necesitaría de unos 50 mil votos para lograr un escaño. El problema con la atomización de las ofertas electorales es que entre la misma oposición se pelean por el mismo electorado, es decir, se llevan una porción de votos de cada uno y al final les será más difícil capitalizar los votos para obtener la mayor cantidad de escaños. Lo ideal hubiera sido concentrar esas candidaturas en menos cantidad de listas.

Lo que sucederá es que cuanto más votos se dispersen en las cantidades de listas, más se beneficiará a los partidos tradicionales por el sistema D'Hondt. La lista H podría obtener 30 mil votos y la lista M 20 mil votos. Con este resultado, a ninguno le alcanzará para llegar al Senado, pero si iban juntos por lo menos ya metían uno.

El problema acá no es el sistema. Es nuestra incapacidad de consensuar ideas y proyectos mirando el futuro de todos, no solo en interés particular o de una cúpula. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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