• Por Jorge Torres Romero
  • Periodista

En el 2001 cuando Pedro Fadul arrancó el proyecto Patria Querida y fue posicionándose en el escenario político sus detractores se encargaron de presentarlo como "el usurero" por la sola razón de haber montado una exitosa financiera. El mismo acuñó la frase: "Cuando decidís meterte a la política, nadie te espera con los brazos abiertos, sino con los puños cerrados".

Ya no importan los logros personales, profesionales, las convicciones y mucho menos la visión que se tenga respecto al futuro que se sueña construir, a partir del impulso tomado de ingresar al terreno desde donde se combate para conquistar el poder.

Las discusiones sobre las ideas, las formas, las estrategias y el cómo solucionar los eternos dramas que padecemos se quedan solo en los discursos (si los hay) pero no forman parte de la discusión real, cotidiana o hasta mediática.

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Están los "dinosaurios" de la política, quienes quizás por una cuestión de supervivencia, a toda costa buscan igualar a los nuevos actores a su mismo nivel, pero igualar para abajo, no para arriba. Y hoy día, más aún con el fenómeno de las redes sociales, es mucho más fácil ponderar los defectos de las personas antes que sus virtudes.

¿Son solo esos "dinosaurios" políticos los responsables de destruir la honorabilidad de las personas? El caso Leo Rubin es el claro ejemplo, que expone en su máxima expresión el razonamiento destructivo y perverso utilizado para intentar aniquilar la reputación de las personas.

La postura contraria a la línea de pensamiento de cada uno ya convierte al otro en un enemigo para destruir, sin siquiera considerar el derecho del beneficio de la duda. Alguna vez, la trayectoria, la historia de vida y el pensamiento de las personas pesarán más a la hora de construir un juicio.

Lo mismo ocurrió con el ex candidato presidencial Santiago Peña, decidió sumarse con su afiliación a un proyecto político y a quien poco otorgaron el beneficio de la duda de que efectivamente lo pudo haber hecho por convicción y no precisamente por conveniencia y oportunismo.

Quizás en el juego electoral sea mucho más rentable destruir al contrincante eventual poniendo en duda su honorabilidad y reputación antes que discutir sobre sus ideas.

Esto se percibe ahora mismo en este tramo electoral, incluso a nivel de los medios de comunicación, que naturalmente juegan sus propios partidos, basados en los intereses económicos de sus propietarios, ya que solo apuntan a señalar las famosas incoherencias políticas, entre lo que uno dijo del otro en campaña y ahora pregonan la unidad.

Escribía en esta columna el domingo pasado, que la incoherencia política, que con justa razón nos escandaliza en el cambio y acomodos de los discursos, no es exclusividad de un solo sector político, sino que afecta a todos.

Si vamos a seguir construyendo la diferencia entre una y otra propuesta electoral sobre la base de quien tiene más incoherentes, vamos a llegar hasta el 22 de abril fácilmente con un empate técnico. Porque así como antes de las internas del pasado 17 de diciembre, los movimientos de la ANR, Honor Colorado y Colorado Añetete eran como el agua y el aceite, los liberales efrainistas eran lo mismo con los del Frente Guasu y hoy están, confundidos en un enorme abrazo.

Es natural, que tanto los colorados como los opositores apunten a la unidad, pese a las enormes diferencias que pudieran haber entre ellos, caso contrario es impensable obtener los votos para conquistar el poder.

Las diferencias sobre las ofertas electorales así como estamos hoy, no la vamos a construir sobre la línea de que allá están los honestos y acá los corruptos. Esa diferencia la vamos a construir en base a los modelos de proyectos que cada sector tenga para solucionar los problemas de la gente, no existe otra fórmula. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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