De The Economist

Abril es el mes más cruel, engendrando lilas de la tierra muerta; y, en Washington, pronósticos alegres del Fondo Monetario Internacional que a menudo resultan demasiado alegres. El 18 de abril, el fondo dio a conocer su reporte del Panorama Económico Mundial semianual, elevando su pronóstico para el crecimiento mundial en el 2017 a 3,5 por ciento.

Los pronósticos de crecimiento para el mundo emergente no han cambiado. Más bien, el optimismo mundial del FMI se basa en las esperanzas de un mayor crecimiento en el mundo rico. El fondo adopta una postura optimista sobre la economía estadounidense, citando los altos niveles de confianza del consumidor y los planes del presidente Donald Trump de más gasto gubernamental. En Gran Bretaña, el Fondo Monetario Internacional ahora estima que el PIB crecerá en 2,0 por ciento en el 2017, por encima de las estimaciones anteriores de 1,5 por ciento en enero y 1,1 por ciento en octubre. El FMI también ha elevado sus pronósticos para Japón y la zona del euro.

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Los críticos señalan que los pronósticos del FMI han estado lejos de ser perfectos. Algunos fallos técnicos son excusables. En la primavera de 1990, por ejemplo, predijo que la economía de Kuwait crecería en 0,8 por ciento ese año. En realidad cayó en 26 por ciento; el modelo del FMI no había tomado en cuenta la invasión iraquí. Otros errores son menos fáciles de explicar: entre 1990 y 2007, por ejemplo, las predicciones de primavera del FMI subestimaron el crecimiento mundial en 13 de los 18 años, en gran parte porque no predijo el espectacular ascenso de China.

Desde la crisis financiera, sin embargo, el FMI ha tenido que revisar a la baja sus pronósticos cada año desde 2010. Los pronósticos de primavera del fondo para el siguiente año han resultado ser excesivamente optimistas en cada uno de los últimos tres años.

Christine Lagarde, la directora administrativa del FMI, admitió recientemente que el crecimiento económico en los últimos seis años ha sido "decepcionante", pero se mantuvo firme en su creencia de que la economía mundial estaba dando la vuelta. De ahí la revisión positiva de su pronóstico del PIB mundial, aunque en solo una décima de punto porcentual.

La economía mundial quizá aún se tambalea por varias razones. A Lagarde le preocupa que el mundo rico sufra "heridas autoinfligidas" por la toma de malas decisiones estratégicas, notablemente en cuanto al comercio. Abunda la incertidumbre política. Solo horas antes de que el FMI diera a conocer su informe, llegó la sorpresiva noticia de una inminente elección en Gran Bretaña.

Los enigmas conocidos difícilmente ayudan. Las políticas fiscales del presidente Donald Trump, por ejemplo, están lejos de ser planes firmes; Maurice Obstfeld, economista en jefe del FMI, les llamó "una obra en proceso".

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