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Una milla de agua divide la ciudad estadounidense de Morristown, N.Y., de su vecina canadiense, Brockville, Ontario. Sus economías una vez estaban estrechamente vinculadas, con pequeñas fábricas en cada banco del río San Lorenzo produciendo medicamentos patentados, como Dr. Morse's Indian Root Pills y Dr. Williams' Pink Pills for Pale People. Los viejos recuerdan los inviernos cuando el río se congelaba y los árboles atascados en el hielo marcaban el camino hacia Canadá.

Ambas ciudades son conservadoras. El supervisor municipal electo de Morristown, Frank Putnam, un republicano, gestiona especialmente el gasto social en su condado, una zona compleja del norte de Nueva York sostenida por las granjas lecheras, el turismo de verano y dos prisiones estatales.

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Ahora un debate con resonancia mundial ha revelado diferencias entre las dos comunidades. En sintonía con ciudades de todo el Canadá, Brockville se ha ofrecido como voluntaria para albergar refugiados sirios. Residentes, grupos religiosos y líderes cívicos están recaudando alrededor de US$ 25,000 en fondos privados para patrocinar a cada familia durante un año.

Al otro lado del río San Lorenzo, Putnam está seguro de que el costo de recibir refugiados causaría "alarma" en Morristown. Apoya los intentos del presidente Donald Trump de detener a los refugiados procedentes de Siria y está de acuerdo en imponer un "control extremo" a otros viajeros.

Trump quiere un "tiempo" para ajustar la seguridad, dijo Putnam, un vendedor de Cowsmopolitan en la vida privada, una revista para los productores de leche: "¿Dónde está lo incorrecto en hacer eso?", cuestionó.

Brockville se encuentra en el extremo sur de Canadá, una región muy ajetreada, Morristown en el norte de Nueva York, un área que entró en su ocaso hace tiempo. Estas dispares suertes económicas dan a la gente "una perspectiva diferente", sugirió Putnam. Morristown no es invariablemente hostil a los forasteros, insistió, señalando que las granjas cercanas dan trabajo a los centroamericanos en empleos que "corresponden" a los lugareños.

Sin embargo, muchos se resienten pagando impuestos que luego se destinan para el bienestar de gente menos asidua del lugar. Los ataques terroristas de septiembre del 2.001 también dejaron huella. La patrulla fronteriza a menudo bloquea la carretera para controles y la seguridad del río puede ser "extrema".

El Canadá ha resultado "bastante ilesa" a manos del terrorismo, dijo Putnam, mientras que Estados Unidos es "un poco temerosa".

Aun así, las actitudes hacia los refugiados parecen demasiado viscerales para ser explicadas por la economía o la historia reciente. A una hora de Morristown, en Watertown, Nueva York, las reverberaciones continúan desde una reunión de la junta municipal en octubre pasado en la que los oradores delinearon un argumento económico y moral para dar la bienvenida a los refugiados. La concejala detrás de esa discusión, Teresa Macaluso, ha sido acusada en blogs locales de querer importar terroristas. Los afectados hicieron tronar los teléfonos: "Cuidamos de los nuestros". En la siguiente reunión de la junta un local advirtió a gritos sobre los musulmanes violando mujeres y decapitando a la gente.

Los condados alrededor de Morristown y Watertown votaron decisivamente por Trump.

"La gente cree en la retórica de Trump de que los refugiados son malos", dijo Macaluso con un suspiro, aunque, agregó, ciudades cercanas como Utica se han beneficiado de refugiados que compraron casas abandonadas y comenzaron negocios.

Macaluso, una enfermera jubilada, está preparada para una reacción negativa en sus próximas elecciones en noviembre. Si ella pierde… "Así sea", adelantó.

Pero, ella tiene aliados. La diócesis católica que cubre Morristown y Watertown ha pedido leyes de inmigración compasivas y está a punto de hermanarse con una diócesis maronita en Latakia, Siria, ofreciendo apoyo a los cristianos que tratan de sobrevivir allí.

El padre Steven Murray, pastor de la Iglesia de la Sagrada Familia, cree que Watertown recibirá refugiados un día. "En el clima actual", sin embargo, creía que el Departamento de Estado no concedería la certificación requerida a un comité de refugiados.

Murray, que creció en la ciudad fronteriza estadounidense de Ogdensburg, Nueva York, cerca de Morristown, sostuvo que Canadá siempre ha sido más abierto, incluso hasta los siglos XIX y principios del XX, cuando el estado de Nueva York floreció.

"No queríamos a los irlandeses aquí -dijo-, después no querían a los italianos aquí."

El alcalde de Brockville, David Henderson, estuvo de acuerdo en que la seguridad ha cambiado el río: recordó cuando –de adolescente– haciendo llegaba hasta Estados Unidos para comprar cerveza de manera ilícita. También sospechó que un gran ataque terrorista podría sacudir el amplio consenso que ha visto más de 40.000 sirios siendo recibidos en Canadá desde noviembre del 2015, cerca de un tercio de ellos patrocinados privadamente. Incluso ahora, dijo, quizás una quinta parte de sus residentes están "incómodos" con los refugiados y él trabaja duro para calmar preocupaciones y rumores.

Sin embargo, su ciudad de 22.000 habitantes, el 95% de ellos blancos de ascendencia europea, sabe que sin familias nuevas se achicará.

Los canadienses están relativamente confiados en el Estado, agregó Jacqueline Schoemaker Holmes, jefa de Refugees for Brockville un grupo paraguas para patrocinadores privados.

En marzo, sin embargo, una encuesta encontró que el 41% de los canadienses piensan que los flujos recientes de solicitantes de asilo a través de la frontera nevosa de Estados Unidos harán que su país sea menos seguro –una tendencia que puede amenazar la postura profundamente pro-refugiados adoptada por el Primer Ministro Justin Trudeau.

Sin embargo, a un grado sorprendente, dijo Schoemaker Holmes, los canadienses tienen "fe en su gobierno" para garantizar que a los refugiados se les da un refugio y son debidamente examinados. Los estadounidenses parecen más "individualistas", agregó.

El más reciente refugiado de Brockville, un ingeniero de Damasco, llegó en febrero con su esposa y sus tres hijos. Él pidió no ser nombrado para proteger a la familia todavía en Siria. La "mayoría" de los residentes de Brockville ha sido amistosa, comentó. Espera iniciar un negocio con Ahmad Khadra, un viejo amigo de Siria que emigró a Canadá en 1995.

Aunque Canadá ofrecerá subsidios sociales a los refugiados que no encuentran trabajo, los musulmanes de Brockville están ansiosos de que los recién llegados encuentren empleo. Algunos refugiados tienen "educación de menos de cero", admitió Khadra, por lo que los padres están preocupados. Sin embargo, sus hijos están prosperando en la escuela y está seguro de que seguirán siendo ciudadanos productivos.

Khadra piensa que las diferencias entre Canadá y Estados Unidos se remontan a la Guerra de Independencia: Sólo uno de los países eligió una revolución. Su país adoptivo, dijo, es "más civilizado, lo siento".

Y lo dijo hablando como todo un canadiense.

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