Desde su primer salto, ya no pudo dejar de buscar la adrenalina que solo otorga el paracaidismo. Se alejó de la carrera de Diseño Industrial y decidió dedicarse de manera profesional a la disciplina. Se convirtió entonces en la primera instructora paraguaya de túnel de viento. Ahora su sueño es competir en el Mundial.

Por: Jazmín Gómez Fleitas
Fotografía y edición digital: Manuel Meza
Estilismo: Matías Irala
Producción: Juan Ángel Monzón

El primer salto de Anita (24) fue gracias a su hermano Adib. Él la llevó -como regalo de su decimoctavo cumpleaños- a saltar en la modalidad tándem, que consiste en saltar enganchado a un instructor. "Adib me llevaba a todas partes con él, me decía 'necesito alguien que me acompañe', y así también hice karting", recuerda Anita entre risas.

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Primero siguió a su hermano al rally y luego probó el karting. Para los 18, ya era campeona en Super Kart. El automovilismo le gustaba mucho hasta que probó volar. Sin embargo, no fue hasta llegar a la universidad que descubrió lo mucho que le gustaba el paracaidismo.

Fue a estudiar a Chile, en la Universidad Adolfo Ibáñez -con convenio con la MIT de Estados Unidos- la carrera de Diseño Industrial. Le fascinaba diseñar cosas para el futuro, así como la funcionalidad de los objetos y la tecnología. Creaba muebles con la ayuda de robots, no sin antes aprender al dedillo el manual para dirigirlos en su labor.

“Me gustaba muchísimo, hacíamos muebles y mesas; era genial pero muy pesado. Era la primera promoción de la carrera y las cargas horarias eran muchísimas. En nuestro taller teníamos colchones para dormir un rato y después continuar trabajando, así de intenso era”, explica.

Quizás por ello buscó una vía de escape en los cursos de paracaidismo, para despejarse un poco de su rutina diaria. Tomo un curso de la AFF (Accelerated Freefall Course, por sus siglas en inglés), el método de entrenamiento para paracaidismo que cumple con los estándares a nivel mundial. "Cuando saltás del avión no te tirás al vacío, no caés como si lo hicieras de baja altura, lo que hacés es flotar en el aire y no hay mejor sensación que la de volar", asegura.

Hay varios cursos que te preparan para ello, pero Anita explica el que ella conoció. El de la AFF es un curso intensivo que entrena de la manera más cualificada para ser paracaidista. Tiene ocho horas de teoría, la posibilidad de experimentar la caída libre desde el primer salto, y por supuesto, instructores profesionales que brindan enseñanza personalizada.

En la clase teórica, explican todo lo básico del paracaidismo: el patrón de aterrizaje, cómo aterrizar o los tipos de emergencia que pueden surgir. Enseñan por ejemplo, que en caso de que ocurra algún problema con la vela principal (paracaídas), existe un dispositivo de apertura automática (AAD en inglés) que lo activa a una baja altura.

"El primero de los siete saltos lo hacés con dos instructores, y a partir del segundo hasta el séptimo, ya vas con un solo instructor. Te enseñan distintos tipos de salidas del avión: dando vueltas hacia adelante, de espaldas, de panza, etc. Y lo único que tenés que hacer es aprender súper bien el patrón de aterrizaje, porque es peligroso alejarse del lugar marcado, puede haber obstáculos como postes de alta tensión, rutas, etc. Para los primeros tres saltos te dan una radio y te van indicando para que aprendas".

¿Por qué la radio? Porque esas primeras veces se tiene esta duda de cómo llegar al punto de aterrizaje, cómo ubicarse a tanta altura. "No sabés si vas a llegar o no, al punto. Pero cuando te empiezan a guiar y te dicen 'si te das la vuelta, vas a encontrar el lugar', y cosas así en la radio, es mucho más sencillo", relata Anita.

Respeto por la altura

Muchas veces, la palabra adrenalina es relacionada con la imprudencia, pero realmente no es así. Anita tiene un profundo respeto por la altura y si bien ama la adrenalina, tiene bien claras las medidas de seguridad.

"Este deporte es sumamente seguro si cumplís con todas las medidas de seguridad. En el curso, como alumna, abría el paracaídas a los 4.500 metros. Cuando ya sos profesional manejás mejor eso, yo tiro ahora a los 3.000, que es lo más bajo que me animo a tirar porque le tengo respeto. Si ya estás a más baja altura y surge algo que solucionar sobre la marcha, hay más riesgos. Es mejor estar más arriba con la vela abierta, que más bajo y sin la vela abierta".

El sueño de volar
En Chile, Anita conoció acerca del túnel de viento, una estructura que mueve aire en una columna vertical dentro de un tubo cristalino y es utilizada como simulador de paracaidismo, de caída libre.

No dudó un segundo cuando le dijeron que los mejores lugares para practicar esta esta modalidad estaban en Estados Unidos o Europa. Vendió todas sus cosas, dejó la carrera y se fue a Estados Unidos. Ahí probó por primera vez el túnel de viento y no hubo vuelta atrás, decidió que debía ir por ese camino. Al año siguiente, en 2016, viajó a Empuriabrava (España) para seguir el curso de instructora de túnel de viento, y no la tuvo fácil. Su instructor ponía trabas a las chicas, excusado en comprobar si tenían la resistencia física necesaria.

"Hacía una clara diferencia entre las mujeres y los hombres del curso. Yo era la única mujer cuando lo tomé y una vez casi me lastimó la espalda de lo fuerte que se tiró en el túnel para que lo sostenga. Pero era algo que sólo a mí me exigía y con ejercicios que no estaban en el manual. Una vez no aguanté más y le grité; la chica que se había graduado antes con él estaba ahí cerca y se dio cuenta de lo que pasaba. Ella fue la única mujer en graduarse con él, y ya éramos dos estudiantes que habíamos pasado por lo mismo. Ahora ya no le permiten enseñar. Fue difícil, lo único quería era aprender más y él sólo me trataba mal, buscaba que me quiebre".

Luego de sortear esa experiencia y conseguir el título, le ofrecieron trabajo como instructora de túnel de viento allí mismo, en uno de los mejores lugares para hacerlo. Esto no sólo le posibilitaba trabajar, sino a su vez, practicar en el túnel. "El túnel te sirve para hacerte más fino en tus movimientos en el aire, te ayuda a moverte mejor. Cuando te tirás del avión no tenés demasiado tiempo para practicar, máximo unos 45 segundos, por eso el túnel es el mejor aliado para el paracaidista. Y es toda una modalidad en sí. Los mejores deportistas de túnel de viento son de Rusia, Estados Unidos, Polonia y España".

Durante dos años, Anita tramitó su visa de trabajo en España. El primero por su cuenta, el segundo con un abogado contratado por la empresa para la cual prestaba servicios. En ambas oportunidades fue rechazada, aunque según señala, cumplía con todos los requisitos. Debido a eso deberá postergar su sueño: competir en el mundial de de la disciplina (Indoor Skydiving World Championship).

En 2018, Anita regresará a Empuriabrava, para realizar el curso de Tándem Máster, pues el de coach habilitada por la AFF ya lo terminó. "Lo único que quiero es volar y no quiero que nada me quite el sueño. Si alguien me dice 'ahora no', más adelante sí puede ser. Hay una vida no más, y hay que disfrutarla. Agradezco a mis padres que me apoyaron siempre en todo. De momento no me voy a encerrar en el túnel de viento. Después de terminar el curso de Tándem, iré a Chile a trabajar durante el año. Y cuando vuelva a Paraguay en las vacaciones de verano, me gustaría enseñar".

Aunque los planes cambiaron, el sueño sigue siendo el mismo. Porque si hay algo de lo que Anita está segura es que no se alejará del paracaidismo jamás.

¿Cuánto cuesta ser paracaidista profesional?

Una hora en el túnel de viento cuesta 900 dólares y se necesitan 80 horas como mínimo en un año, para volar bien. Anita tiene en total casi 90 horas, las cuales pudo conseguir porque también trabajaba instruyendo. “La práctica hace al maestro y si querés dedicarte a esto, tenés que practicar un mínimo de 15 minutos diarios, lo cual te da unas 100 horas anuales. El túnel me gusta porque en él, el rango de aprendizaje es más rápido en comparación al paracaidismo”, explica.

Para el paracaidismo, solo el contenedor -la mochila donde entra el Cypres AAD (el dispositivo de apertura automática de la vela), la vela principal y la reserva- cuesta casi 2500 dólares.

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