¿Planeando un viaje con amigos? Sería bueno que antes de comprar los pasajes, todos leyeran sobre algunas de las prácticas que pueden convertir a las vacaciones en una verdadera tortura.

Por: Jazmín Gómez Fleitas

jazmin.gomez@gruponacion.com.py

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Viajar juntos debería ser una de esas experiencias para repetir todas las veces posibles. Una que suma para el bonding time, una expresión en inglés que lo define al dedillo: un tiempo para estrechar lazos. Porque de un viaje se traen un montón de memorias para atesorar y miles de historias para contar -una y otra vez- en cada asado.

Lo mejor para no caer en “escuelita” (frase común paraguayensis para referirse a que te tomaron el pelo y aprendiste a la mala, en carne propia) es poner los puntos sobre las íes. Es decir, dejar en claro cuál es el objetivo del viaje. Porque así como viajar en grupo puede ser la mejor aventura, también puede convertirse en una experiencia tortuosa.

Si se prevé un viaje en conjunto, hay que definir un destino con el que todos estén conformes. Y para llegar a ese acuerdo hay que tener en cuenta las expectativas de cada uno. ¿Tirarse al sol? ¿Salir a conocer el lugar? ¿Ir de compras? Porque en un viaje se hacen concesiones. El tiempo no da para hacerlo todo y hay que ceder en algunas cosas por el bien común.

Lo bueno de viajar en grupo es que, si se planea todo con antelación, se ahorra en muchas cosas. No sólo en pasajes sino también en hospedaje y alimentación. Acá también es importante que todos estén de acuerdo y no que, llegado el momento de comprar boletos, hacer reservas y demás, uno de los integrantes aún no cuente con el monto requerido. Hay que ser sinceros desde el principio y hablar de dinero, para no trancar los planes en el minuto final.

Un portal español, Uniplace, realizó una encuesta en más de 2.800 jóvenes acerca de las peores actitudes que se pueden tener en un viaje grupal. La tomamos como inspiración para nuestra lista de “malas actitudes”, a la que sumamos algunas anécdotas locales.

Los que no quieren hacer nada: Todos tenemos un amigo o amiga a quien los planes propuestos nunca terminan de convencer. Son esas personas que no optan ni por una cosa ni por la otra, pero tampoco dan una alternativa. Si bien hay cosas que se planean antes del viaje, hay otras que se resuelven en el lugar. El tiempo es valioso, así que no lo pierdas con indecisión.

Los que quieren hacer todo: Hay que moderar la aceleración. No se va poder hacer todo lo que se quiere o recorrer todos los lugares anhelados. Y presionar a tus compañeros de viaje, no lo hará realidad. Así que a mentalizarse, que antes de viajar hay que seleccionar actividades. Esta es la mejor opción para no torturar a tus amigos.

Los controladores compulsivos: Claro que hay que programar el viaje acorde a los días, la distancia entre lugares a visitar y el dinero en efectivo del que se dispone antes de llegar a destino. Sin embargo, esta no es una tarea para dejar a cargo a perfeccionistas que no resisten los cambios de planes. Eventualmente surgen cambios en el camino y se van a tener que ajustar ciertas cosas y hay que afrontarlo. Estar a cargo del programa, no es un aval para apurar a todo el mundo, despertar a todos más temprano de lo acordado, presionarlos todo el tiempo o hacerles pasar hambre.

Los que tienen su propia agenda: En un viaje grupal no podés ir con planes paralelos, a no ser que acuerdes de antemano que tan tiempo se dedicará a visitar lugares por separado. Ir en ese plan con tus amigos es como un mini boicot a pasarla bien.

Los hiperconectados: El viaje es para que disfrutes con gente que está ahí contigo en carne y hueso. No te extralimites con las redes sociales, dejando de lado ese tiempo para compartir con ellos y molestando a todos haciendo vídeos en vivo, cuando deberías dejarte llevar.

Los que no se arriesgan con la comida: Al viajar a un lugar diferente, hay que probar comida local. Tampoco es para que solamente coman así durante toda la estadía, pero la experiencia no estaría completa sin tomar el desafío de probar algo nuevo. No se lo arruines a los demás.

Los impulsivos: Si acordaste encontrarte en X punto con tus amigos, no te muevas de ahí. En un viaje que realizaron nueve amigos, uno de ellos decidió quedarse en un lugar a descansar mientras los otros seguían paseando. Debían encontrarse en ese mismo punto para luego ir a un lago en Villa Carlos Paz, Córdoba. Sin embargo, el amigo cansado se arrepintió minutos después de quedarse ahí y decidió ir directo al lago. Cuando sus amigos regresaron a donde lo habían dejado, no lo encontraron. Se dividieron en dos grupos y les tomó más de una hora dar con él en el lago, porque tenía un diámetro enorme. Perdieron el bus que debían tomar.

Los que se recuestan: Todos los integrantes del grupo deben asumir responsabilidades. Por ejemplo, todos deben activar sus despertadores si hay un vuelo o un bus que tomar al día siguiente. En un viaje de cuatro amigos, el grupo otorgó a uno de ellos esa responsabilidad. El problema fue que el encargado de activar la alarma no tomó la tarea muy en serio, y para dormir un poco más, atrasó el horario. A consecuencia, el grupo llegó tarde al aeropuerto y todos perdieron el vuelo. Debieron comprar nuevos pasajes.

Los que no ayudan: No hay excusas para no levantar la basura, lavar los cubiertos o secar el baño. Los demás no tienen que hacer todas las cosas solo porque siempre te valés del “por favor”. Va a llegar un momento en el que tus amigos van a estallar. Ayudar en las tareas cotidianas es una regla básica de convivencia, no seas malcriado.

¿El antídoto a todo esto? Ponerse de acuerdo antes de partir. Una frase que recuerde la finalidad del viaje también ayuda. Hace poco, a mi grupo de amigos y a mí nos ayudó definir que tan comprometidos estábamos con la diversión. Es decir, con pasarla bien más allá de los imprevistos.

Así fue que ante cada inconveniente, repetíamos la frase: “Comprometidos con la diversión”.

¿Lluvia?: “Comprometidos con la diversión”. ¿Muerte de la batería del auto en el camino de regreso?: “Comprometidos con la diversión”.
Y eso que sólo fue un viaje de tres días a una ciudad ubicada a seis horas de la capital. Imagínense si es uno de 7 o 15 días y en otro país. Hay que tenerla clara.

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