• Por Lourdes Pintos
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De día deambulan descalzas por las calles de la ciudad y por las noches apenas se reflejan sus rostros inmaduros, pues están cubiertas con gruesas capas de maquillajes para disimular la corta edad. En las esquinas de "su zona" casi siempre aparece un "verdugo". En esta ocasión, un hombre mayor detiene su vehículo y se acerca a una de ellas. Intercambian palabras. Señala a una y extrae de su billetera 100 mil guaraníes. Es "El patrón", quien avisa que hay un nuevo cliente. La elegida sube al vehículo y van hasta aquel lugar en el que cada noche ella y otras son sometidas a todo tipo de abusos y violación de sus derechos.

Ellas son nuestras niñas, esas pequeñas que no han cumplido la mayoría de edad, pero son obligadas a ingresar al mundo de la mal llamada prostitución infantil. Este es un relato cotidiano que se repite siempre en Asunción y otras cabeceras departamentales, y que forma parte de una de las problemáticas que aqueja a todo el mundo.

Según datos de la Secretaría Nacional de la Niñez y Adolescencia, entre el 2015 y el 2016 se registraron 86 casos de trata de personas y explotación sexual infantil. Hubo 21 condenas por proxenetismo en los últimos tres años, según el Poder Judicial. En esta última edición de "Infancia Interrumpida", contamos todos los detalles de esta triste realidad; además recogimos dos testimonios desgarradores de niñas que desde muy pequeñas fueron víctimas de explotación sexual.

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Explotación sexual de la niñez

La explotación sexual en niños, niñas y adolescentes es una violación fundamental de sus derechos, que abarca el abuso sexual por parte del adulto con una remuneración económica o material en el que la víctima es tratada como objeto sexual.

Según Elvira Santos, coordinadora del programa de atención integral a víctimas de trata y explotación sexual de la SNNA, existen distintos factores que contribuyen a dar una explicación del porqué algunos niños y niñas son atrapados y otros no, algunos de ellos son: las familias excluidas socialmente, ya sea por pobreza extrema, trabajos informales, etc.; un miembro o más involucrado en el comercio sexual. Las experiencias tempranas de abuso sexual intra o extra familiar, abandono y maltrato. La exclusión del sistema escolar, la explotación laboral, las familias con problemas de adicción a las drogas o el alcohol, entre otros.

Cantidad de casos

Desde al 2008 la SNNA cuenta con el Programa de Atención Integral a Víctimas de Trata y Explotación Sexual (Paivtes), que trabaja en la prevención y atención de los casos, y se encarga de la asistencia integral a las víctimas articuladamente con la Unidad Especializada de Trata de Personas y Explotación Sexual de Niñas, Niños y Adolescentes del Ministerio Público. Una vez que los menores son rescatados, son trasladados al albergue transitorio para la protección, allí son asistidos en todos los aspectos.

En el 2015, el Paivtes recibió 40 situaciones notificadas de víctimas de trata de personas y explotación sexual. Del total, 14 fueron víctimas de trata de personas, 8 de ellos con fines de explotación sexual. También se registraron 10 casos de trata internacional, 9 de los cuales fueron para explotación sexual. El Paivtes también recibió 16 casos de niñas y adolescentes víctimas de explotación sexual dentro del país.

En el 2016 la cifra aumentó en 46 casos, de los cuales 18 fueron víctimas de trata de personas, uno de ellos con fines de explotación sexual. También registraron a 28 niñas y adolescentes víctimas de explotación dentro del país, 21 con fines sexuales y 1 con fines de pornografía infantil. Los restantes son víctimas de explotación laboral y víctimas secundarias.

Por su parte, el Poder Judicial tuvo un total de 11 condenas por proxenetismo en el 2015, iniciaron 10 casos y dictaron 7 sentencias, hubo 9 condenas en el 2016, 9 sentencias dictadas y 8 casos iniciados, en el 2017 hubo 1 condena, 1 sentencia y 3 casos iniciados por el delito mencionado.

Con 11 años atendía 3 clientes por noche

"Mi mamá fue a la cárcel porque dijeron que me hizo prostituir, pero no es cierto, yo hice por mi propia voluntad". Con una voz quebrada y la mirada al piso, nuestra entrevistada, a quien llamaremos "Lili", inició a contarnos su historia. "Somos nueve hermanos, vivíamos con mis padres y éramos felices, hasta que se separaron, ahí todo cambió", dijo.

"Lili" no dejaba de frotarse las manos. Se la notaba tensa. Intentamos que entrara en confianza, levantó el rostro y sonrió tímidamente; contó que fue a vivir con su padre, pero al cumplir los once años volvió a la casa materna para cuidar de sus hermanitos.

"Yo ya tenía mi novio y veía que mis hermanas hacían 'eso' (se refirió a las relaciones sexuales) frente mío, y yo quería saber qué era, entonces hice con mi novio. Como mis padres se separaron yo tenía que hacer cualquier cosa por mis hermanos, entonces hacía mi recorrido para 'eso'", expresó.

La entrenaron para cobrar

La primera vez que salió a las calles algunas de sus amigas le dieron instrucciones de junto a quiénes ir y cuánto cobrar. "Iba a la calle y a la plaza a recorrer; los señores me pagaban G. 40 mil y G. 50 mil. Atendía máximo tres clientes cada noche, después ya me iba a casa con la leche para mis hermanos", manifestó.

A los doce años "Lili" quedó embarazada de su novio y se descubrió que estaba siendo explotada sexualmente. Actualmente está siendo asistida por profesionales, recibe el cariño, la atención y la preparación necesaria para que cuando cumpla la mayoría de edad, tenga las herramientas necesarias para iniciar una nueva vida, junto a su pequeña hija. Hoy cuenta con 17.

Tuvo un hijo de su cliente

"Yo dejé la casa familiar a los quince años, mi vida era muy tranquila, tenía todos los lujos pero me incomodaba que mis padres no me dejaban salir, querían que estudie y yo no quería eso; ya tenía un hijo, pero me puse rebelde y me fui a vivir con una amiga". Así "Tere" inició su relato, mientras conversaba amamantaba a su pequeño hijo de pocos meses de nacido. Mencionó que tras haber tomado aquella decisión, las malas influencias la llevaron al mundo de las drogas y la explotación sexual.

"Probé cocaína, marihuana, me empezaron a gustar demasiado y ya no pude controlar. Yo no quería meterme en el mundo de la prostitución, pero la necesidad era grande, no tenía para comer ni para vestirme, tampoco quería volver a casa porque mi mamá me rechazó por completo", aseguró.

"Tere" comentó que varias de sus amigas se dedicaban al trabajo sexual y la convencieron para que hiciera lo mismo; con esa intención se trasladaron a varias ciudades.

"Con mi amiga nos fuimos a Ciudad del Este y Encarnación. Nos quedábamos por un mes. Ella cobraba G. 400 mil por mi trabajo y a mi me daba G. 100 mil o G. 150 mil. Ella tenía su departamento y ahí le llevaba a los hombres. Yo nunca me sentí orgullosa de lo que hacía. Un día me cansé y me escapé, pero ya estaba embarazada de dos meses; me embaracé de un cliente", dijo.

Al salir de aquel lugar, "Tere" buscó ayuda y llegó hasta el hogar donde se encuentra hasta hoy día. Asegura sentirse feliz porque sin dudar la recibieron, sin juzgar su pasado.

"Yo no sabía qué hacer con otro hijo más, pensé en abortar o darle en adopción, hasta que de la nada llegué a esta casa donde me recibieron con los brazos abiertos y me ayudaron a salir adelante junto con mi bebé. Ahora mi meta es tener un título, ser alguien en la vida y porqué no, poder un día tener a mis dos hijos conmigo", finalizó.

Una luz de esperanza para adolescentes desamparadas

La casa Rosa María, de la pastoral social de la iglesia de La Recoleta, fue inaugurada hace 17 años por el padre Benito Páez. Su misión es salvar vidas. La misma alberga adolescentes embarazadas totalmente desprotegidas, actualmente está a cargo del cura párroco Miguel Ángel Martínez.

Cilsa Vera de Melgarejo, representante del lugar, confirmó que en la fecha cuentan con siete niñas que generalmente llegan hasta allí por intermedio del Ministerio Público. En el hogar se encargan de educarlas y prepararlas para cuando deban enfrentar otra vez al mundo.

Tratamos de darles lo mejor, de reeducarles y reencauzarles en la vida enseñándoles cosas. Por ejemplo tienen clases de peluquería, cuentan con dos profesoras que les enseñan matemática, lectura comprensiva, entre otras materias. También tienen clases de punto cruz, bordados sobre aopo’i, ñanduti y cursos culinarios”, dijo.

El hogar se solventa con aportes mensuales, donaciones y eventos. Gracias a la buena voluntad de la gente ya cuentan con sede propia. Las personas interesadas que quieran realizar algún aporte al albergue o aquellas niñas o jóvenes que necesiten asistencia pueden coordinarlo a través del teléfono celular 0981-905616.

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