Lo importante era clasificar. Si se ganaba, mejor. Si no, a corregir errores para el próximo partido. Con lo justo, mejorando algo en el segundo tiempo, Guaraní cumplió con el deber y está metido entre los 16 mejores equipos de la Copa Libertadores.

No era la suerte la que hizo repuntar al cuadro chileno en la parte final de la fase de grupos. Era el buen trabajo y el buen juego que despliega. Cuando los tres del medio y el enganche se juntan y comienzan a tocar, generan verdaderos dolores de cabeza si el rival no puede recuperar enseguida la pelota.

En parte, eso fue el primer tiempo de ayer. Lo diferente estuvo en que Guaraní recuperaba la pelota, pero no la podía aguantar. García y Marín fueron dos islas arriba y no eran opciones de descarga para los cuatro volantes de muy buen pie que tiene el Aborigen en la mitad de cancha. Entonces la pelota retornaba demasiado rápido a terreno aurinegro.

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Es cierto, a Iquique le faltó golpear en los últimos metros. Pero generó demasiada incomodidad con cada aproximación, que se traducía en nerviosismo y errores no forzados por parte de los jugadores de Guaraní y esa sensación subía también a las gradas.

En la complementaria se encendieron Novick y Contrera y fue otra la historia. Mientras estuvieron físicamente dentro del partido, cambiaron la cara del Aborigen y las genialidades de éstos hizo que Guaraní tenga situaciones claras de gol.

Pero hay que destacar el trabajo defensivo del Aborigen. La línea con calificación más elevada, sin dudas, que hizo lo suyo para que Guaraní esté hoy en octavos.

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